miércoles, 30 de junio de 2010
Dossier sobre Islandia VI
Fuente Revista Piauí-João Moreira Salles
Cuando todo parecia llevar a un punto muerto la tropa de choque se abre camino y del fondo de la comisaría surge un mucacho insignificante, de capucha y enmascarado, vistiendo una camisa de Iron Maiden y cargando una mochila Nike. Es el preso. Hay un momento de tensión, y entonces la línea de frente de los manifestantes se arroja sobre el muchacho. Él es erguido por la multitud y, sin quitarse la máscara, a la moda del subcomandante Marcos, responde a las preguntas de los periodistas.
18h10. La revolución no fue pasada por la televisión, pero quien estuvo delante de la sede de la policía esta tarde helada asistió a lo que un periodista describirá como "la mas eficiente manifestación de la historia islandesa". De la multitud, todavía se oye un grito: "Ahora somos franceses!"
El lunes por la mañana, la oposición - débil, sin fuerza - intenta pasar un voto de no confianza al gobierno. Fracasa.
En Reykjavík sólo se habla del encuentro que se hará a la noche, en el cine de la Universidad de Islandia. un grupo de ciudadanos convocará al gobierno a dar explicaciones. En el escenario, doce sillas, una para cada ministro, e delante de cada una, en letras garrafales, el nombre del titular de la cartera. Quien no comparezca se hará presente por su ausencia, por la fuerza de una silla vacia, de un nombre. Las personas discursarán delante de esas ausencias.
Nadie cree que el gobierno comparecerá. A las 20 horas, no hay un sólo lugar vacio en el auditorio para 1 800 personas. Hay gente sentada en las escaleras, apoyada en las paredes, al pié del escenario. Del lado de fuera, en el foyer, delante de las pantallas, otras mil se exprimen para testimoniar ese lance teatral.
Espantosamente, uno a uno, los ministros surgen por el costado del escenario. Aturdidos, abucheados, caminan en dirección a las sillas y buscan sus nombres. Apenas cuatro permanecen vacias. La que mas se destaca, la de Oddson, exhibe un DAVÍD inmenso, en letras gordas y negras. Incluso el primer ministro Geir Haarde aparece. Su lugar es al lado de Oddson, y durante las horas de agonia él se apoyará varias veces en el respaldar de la silla del político del que no pasa de una sombra.
Era la primera vez, desde el inicio de la crisis, que el gobierno se disponía a dar alguna respuesta a la sociedad. Se había cerrado en si mismo desde octubre, desconsideró las protestas. No daba entrevistas - y ahora comparecia a una audiência pública que seria transmitida en vivo por la televisión. La estrategia de las sillas vacías parecia haber surtido efecto.
Un periodista comenta que el incidente en la comisaria los obligó a venir; sólo en ese momento habían percibido la gravedad dela situación. Otros dicen que ya se había decidido, en caso que ellos no apariecesen, que los manifestantes se dividirian en grupos para ir a la casa de cada uno de ellos. No habia escapatoria.
Al contrario de lo esperado, la palabra no es dada inmediatamente a los ministros. un maestro de ceriemonias toma el micrófono, gira para los ocho y dice: "Hoy ustedes tendrán que ser honestos. Y tendrán que responder con sus propias palabras, no con discursos preparados por hombres de marketing." Irónico, hace chistes a la platea y se rie. Luego se hace evidente que no se trata de una sesión de preguntas y respuestas, sino de una humillación pública. Orador después de orador suben al escenario para leer discursos preparados de antemano. un profesor de economia exige el despido sumario de los miembros del consejo de los bancos (sólo los presidentes ejecutivos habían perdido el empleo), la propuesta es recibida con aplausos y bravos.
Haarde asiste a todo con la cabeza enterrada en los hombros, los ojos clavados en la platea, desafiador. Es traicionado en su nerviosismo por el pié que no cesa de moverse. un empresario declara que "el sistema político deve ser purgado, lo que sólo pasará con nuevas elecciones". Piide, explicitamente, la renuncia del gobierno. Es ovacionado de pié. Pulidamente, hasta el primer ministro aplaude. una científica política declara que Islandia será de ahora en adelante conocida por tres palavras: saga, gêiser y kreppa. Y agrega, refiriéndose directamente a los ocho hombres sentados a un metro de distancia: "Si ustedes no admiten que las protestas son legítimas y no dialogan con los manifestantes, podrá haber disturbios y violência en Islandia." No son jovenes que confrontan al gobierno, sino académicos, profesionales liberales, empresarios, hombres de saco y corbata, mujeres de tailleur. una jovem desempleada toma el micrófono y, con furia incontrolable, se da vuelta para el primer ministro y ordena: "Geir, renuncie!"
Noventa minutos después de iniciada la sesión, los ocho ministros todavía permanecen mudos, algunos mirando al piso. Finalmente alguien entregará el micrófono a Haarde para que él responda: "¿Por qué no renuncian ustedes?" El primer ministro explica que el momento es demasiado grave. Hay una operación de salvataje en curso, negociaciones complejas con el Reino Unido y el FMI, y una elección significaria una ruptura de ese proceso. La ministra de Relaciones Exteriores se manifiesta: "Tal vez ustedes que están aqui no representem a la mayoria del pueblo islandés." Es el mayor abucheo de la noche. Al dia siguiente, el líder de la oposición dirá que solo la ministra de Educación tuvo la decencia de disculparse por la tragedia.
La esquizofrenia política era evidente. El primer ministro se aplaudía para pedir su renuncia. La ministra que desafió al público habia declarado, días antes, que si no estuviera en el gobierno también iria a la calle a protestar. El ministro de Comercio pidió la renuncia de Oddson. Y el FMI, llamado a las apuradas, se presentó para salvar un país que hasta entonces seguia la más ortodoxa política de liberalización económica.
A las diez en punto la sesión terminada.
El gabinete de Steingrímur Sigfúson, líder de la Izquierda Verde, el mayor partido de oposición, está instalado en el 2º piso de una pequeña casa atrás del Parlamento. Sigfúson se parece a un viejo militante de 68 - barba candado, sandalia y medias. Entre una frase y otra, coloca una pitada de rapé en la palma de la mano y aspira. Ha pedido la salida del primer ministro, pero, quien se opone a la salida del gobierno es el mundo que le dió la espalda al país, se queda con el gobierno
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