Muchas veces cuando vemos que algunos políticos de izquierda fomentan ciertas cosas nos preguntamos si somos de izquierda o derecha....
MARIA RITA KEHL – O Estado de S.Paulo
El diputado Aldo Rabelo es un patriota. Hace unos años, creó un proyecto de ley contra el uso público de palabras extranjeras en Brasil. No me acuerdo si la ley fue aprobada o no pegó. Somos sorprendidos ahora por una nueva investida patriótica del representante del PC do B: sustituir el verde musgo de nuestro pendón por un tono mas elegante, el verde dólar. Nada en contra de la evolución cromática del símbolo patrio. Pero no se esperaba tamaño revisionismo de parte de un viejo comunista: el proyecto de revisión del código forestal propuesto por Rebelo es escandaloso.
O no: si el PC do B todavía tiene algo que ver con la China, nada mas comprensible que la tentativa de someter a Brasil a la misma voracidad del país que hoy junta lo peor de una dictadura comunista con lo peor del capitalismo predatorio: desvastación de la naturaleza, salarios miserables, represión política.
¿Y a nosotros qué nos importa? No somos chinos – ¿por qué habríamos de sujetarnos a los dictados de la concentración de renta en el campo que quierem inculcarnos como si fuese la condición inexorable del desarrollo económico? No soy economista, pero aprendo algo con gente del ramo. Sigo el argumento de una autoridad casi incontesable en Brasil, el ex ministro del gobierno de Fernando Henrique Cardozo y hoy social democrata asumido, Luis Carlos Bresser Pereira. La concentración de tierras y la productividad del agronegocio, es bueno para enriquecer algunas pocas familias, no son necesarias para el aumento de la riqueza o para su distribuición en el campo. Ni para alimentar a los brasileños. La agricultura familiar – pasmemse: emplea más, paga mejor y produce más alimentos para el consumo interno que el agronegocio. Verdad que no rinde dólares, ni a los dueños del negocio ni a los lobistas del Congreso. Pero alimenta a la sociedad.
Vale entonces preguntarse ¿cuántos brasileños precisan perder sus empleos en el campo, ser expulsados de sus chacras para vivir en regiones ya desertificadas e improductivas, cuántas generaciones de hijos de ex-agricultores precisan crecer en las favelas, cerca del crimen, para producir un nuevo rico que viaja en su avionito particular y manda a su família anualmente a Miami? ¿Cuánto nos cuesta el nuevo agromillonario sin visión del País, sin conciencia social, sin otra concepción de la política sino la de alimentar lobbies en el Congreso e intentar extinguir la lucha de los sin tierra por la reforma agraria?
Mi bisabuelo Belisário Pena fue un patriota de verdad. Un médico sanitarista que viajó en lomo de burro por el interior del País para investigar y erradicar las principales enfermedades endémicas de Brasil a principio del siglo 20. El relato de la expedición emprendida por él y Arthur Neiva por el norte de Bahia, Pernambuco, sur de Piauí y Goiás, en 1912, se transformó en un libro que me regaló el profesor Antonio Candido. La investigación empiezaa por la descripción del clima, o sea, de la seca, y sigue descrebiendo la “diminuición de las aguas” en el interior. Reproduzco la grafia de la época: “No hay dudas de que el agua disminuye siempre en Brazil Central; el habitante de los márgenes de los grandes rios no percibe el fenómeno, pero el informe de los habitantes de las proximidades de los pequeños cursos y de arroyos poco voluminosos es unánime en confirmar este fato. De Petrolina hasta la vila de Paranaguá, no se encuentra un único curso perenne. El Piauhy, lo encontramos cortado (con el curso interrumpido); el Curimatá, completamente seco; por citar los mayores (…) Se cree que, en toda la zona, el hombre busca apresurar por todos los medios la formación del desierto, por la destrucción criminal y estúpida de la vegetación”.
Los profesores Jean Paul Metzger y Thomas Lewinsohn, en el suplemento Aliás de domingo pasado, acusan la falta de argumentos científicos del proyecto de Aldo Rebelo. Pero aún sin el aval de científicos serios, ya es de conocimiento general lo que mi bisabuelo constató en 1912: la evidente relación entre el desmatamiento, la disminución de las aguas y la desertificación del interior del País.
El nuevo código de “reforestamiento” propone reducir de 30 para 7,5 metros la extensión obligatoria de la vegetació original en los márgenes de los ríos en las propiedades rurales. Una banda vegetal mas estrecha que una calle estrecha no alcanza para impedir la erosión de los rios que todavía no se secaron, ni parar la desvastación por las inundaciones como la que hoy está afectando a tantos habitantes de la Zona da Mata. ¿Quién no observó, sobrevolando el Brasil central, que los rios que no tienen mas vegetación en las márgenes están secos? Otro chieste es el de excluir a las pequeñas propiedades de la reserva forestal obligatória. Si hasta el genio del mal que habita en mi ya tuvo esta idea,¿ imaginen si nadie mas pensó en dividir grandes estancias en pequeños lotes de testaferros para valerse del beneficio?
Por desinformación o mala fé, los defensores del desmatamiento alardean que esta es una disputa entre desarrolistas y amantes de lo “verde”. Mentira. El objeto de la disputa es el tiempo. El proyecto de Rebelo defiende a los que quieren agarrar todo lo que pueden, ya. En el futuro, puede ser que: sus nietos irán a estudiar y vivir en el exterior. Del otro lado, los que se preocupan con las generaciones que van a continuar viviendo en Brasil cuando todo el interior del País sea igual a las regiones mas secas del Nordeste actual – algunas de las cuales ya fueron ricas, verdes y fértiles, antes de ser desmatadas por la agricultura predatoria. Que por lo menos contaba, a comienzos del siglo 20, con el beneplácito de la ignorancia.
Fuente Blog do Favre.MARIA RITA KEHL -Para O Estado de S.Paulo
Vemos de nuevo que el tema no pasa por izquierda o derecha...
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