lunes, 25 de mayo de 2009

Sobre el pago de un canon por fotocopias por parte de las universidades públicas argentinas


Sobre la nota de Daniel Link referida al pago de un canon por fotocopias en las Universidades Públicas Argentinas, la UBA y la de La Plata entre ellas.


El artículo en general es suculento, una diatriba de Link contra el canon que tendrá que garpar la UBA por "derechos de reproducción" de material copirighteado al CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos, cadra.org.ar), un engendro antidifusión de la cultura a imagen y semejanza de sus pares europeos. Pero, esencialmente, quería llamarles la atención acerca de la parte que nos toca:



"El fotocopiado ya no se utiliza sino marginalmente para estimular los aprendizajes de los alumnos universitarios, hoy afortunadamente apartados de la acumulación inmunda de papeles “reprografiados” (que no aguantan el paso del tiempo y que, precisamente por eso, jamás fueron competencia para el libro), gracias a la proliferación de excelentes y democráticas bibliotecas digitales y gratuitas."

Como impulsor de al menos tres de esas bibliotecas de las que habla Daniel, quiero dejar constancia de que todavía falta recorrer algún tramo del camino que nos distancie definitivamente de esa "acumulación inmunda" (Estoy preparando un parcial domiciliario y ando medio tapado por las fotocopias). Hemos aportado digitalización sobre digitalización a la causa, pero hay una parte muy importante que no depende de nosotros sino de la evolución tecnológica de los soportes de lectura, de los avatares de la economía que hagan o no universalmente accesibles esos soportes, y así. Justamente esa evolución final, que casi mimetiza el libro en papel con el libro digital, es la que aterroriza a los turbios intereses que se nuclean tras organismos como el CADRA y sus pares europeos y los hace avanzar a ocupar posiciones de poder desde donde intentar recuperar el terreno que pierden irremediablemente cada día.
Los nuevos dispositivos lectores o "readers" especializados en reproducir libros acercan la reflectividad de la pantalla a la de una hoja de papel (papel electrónico o e-paper), con el consiguiente descanso visual. Además tienen el tamaño y peso aproximados al de un libro común, poco más grande que un pocket. Las capacidades agregadas de introducir marcas, comentarios marginales y señalizaciones en el texto, completan la confluencia. Si agregamos a esto la posibilidad de agregar comentarios multimedia, mediante archivos de sonido, imágenes, gráficos, videoclips y la posibilidad de reproducir todo el texto en voz sintetizada, ya tenemos un medio que supera al libro tradicional. Agreguemos la obvia capacidad de estos dispositivos para portar miles de volúmenes digitalizados en su memoria física y ya tenemos una biblioteca que nos acompaña a todas partes.
Por el lado de las computadoras personales de uso general, la miniaturización ha logrado aparatos también muy convenientes para la portabilidad y la lectura; las nuevas netbooks ofrecidas por una amplia gama de fabricantes tienen el tamaño de una agenda personal y una capacidad infinitamente superior. Pensadas para acceder a Internet en cualquier parte que uno se encuentre, a las posibilidades de lectura de los readers, estos dispositivos agregan la de consultar referencias -diccionarios, enciclopedias, glosarios, literatura especializada- directamente on-line.

Paradojicamente -o no tanto, si echamos una mirada a cualquier página de Historia- estas maravillas que ponen al alcance de cualquiera los milenios de la cultura humana, son las que despiertan los recelos del viejo establishment, que ahora flexiona sus músculos y muestra sus garras.
Otra vez, cualquier ojeada a la Historia nos muestra que habrá luchas, retrocesos, traiciones, pero que el avance de lo nuevo es siempre inexorable.

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