lunes, 11 de mayo de 2009

Recordando al Padre Carlos-Por Andrea T.


Hoy leyendo el diario, por los 35 años del asesinato del Padre Mugica, recorde que habia escrito un cuento acerca de él.
Te lo paso, solo para compartirlo,
Saludos!
Andrea

Aquel trueno fue tan fuerte que hizo temblar la puerta y el agua de la pava cayó sobre los dedos de mis pies.

No alcanzaba a prender el fuego cuando escuché a Sandra llamándome desde afuera:

- Nancy, Nancy dale

- Sandrita, que pasa? Andas apurada?

- Dale, Nancy no se qué paso, apurate que hay que ir a la parroquia, están llamando por el parlante hace un rato.

Sandra me agarró de la mano, cerré la puerta y salimos de pique.

Habia empezado a llover y por un momento me sorprendí mirando mis pies, sonreí, ya no tenía que pisar el barro del pasillo, la veredita de cemento ya se había acentado.

Levanté la cabeza y volví a mirar adelante cuando casi me choco con Mario que tomó la misma dirección que nosotras.

- Hola, chicas

- Mario – le dije- ¿sabés que pasó?

- No se si se habrá incendiado una casilla de nuevo y debe ser que el padrecito ya está en el lugar porque es raro que no nos llame él.

- Dale, Nancy entonces, apura – dijo Sandra, preocupada.

La parroquia queda a dos pasillos de mi casa dando vuelta a la manzana pero antes de llegar ya se pueden ver muchos vecinos reunidos.

La lluvia es más fuerte y las caras no son las de siempre. Busco al Padre Carlos mientras Sandra me lleva de tiro entre la gente. Algunas mujeres se abrazan y lloran. No entiendo que pasa. A lo lejos escucho:

- Tranquilos, ya sé que es terrible, ni yo lo puedo creer

- Pero no puede ser, estás seguro? ¿Quién te avisó?!

- ¿Qué pasa? – le pregunto a mi vecina - ¿Qué pasó?

- Mataron al Padre.

Ella llora y yo pienso que es imposible, que él no se puede morir.

- ¿Qué pasó, Dios?!, Acá no se escucha! – Sandra grita y me apreta la mano

- Mataron al Padre.

Se me tapan los oídos, como si no quisiera escuchar eso. Siento la lluvia golpeando mi cara, las lágrimas inundan la mirada de Sandra, y ese hombre, el más fuerte, al que nunca ví llorar cuenta lo terrible:

- Esos hijos de puta lo mataron, le metieron diecinueve balazos al Padre cuando salía de dar misa, estuvo internado pero a las dos horas murió. Lo van a traer acá, con nosotros.

Nancy había venido de Santiago como tantos otros creyendo que Buenos Aires era la única posibilidad de ayudar a su familia, se notaba tan fuerte la diferencia entre el que tenía y el que no tenía que ni ella ni su familia veían alguna posibilidad de salir del barro. Y cayó en la Villa 31, ahí cerquita de la estación, el único lugar donde uno podía arrancar de cero, viniendo casi con lo puesto. Al principio se notaba el desarraigo y la sensación de pertenecer a otro lugar, aquí había tanta gente buscando una oportunidad que a lo mejor no alcanzaba para todos y muchas veces cuando caminaba de regreso a su casa, decepcionada por volver sin novedades, había alguien en la villa, un ángel, como ella decía, el Padre Carlos Mugica, ese sí que era un representante de Dios, aquél que daba la fuerza necesaria para el día siguiente, el que se ocupaba de ellos, de los sin nombre, el que les enseñaba a valorarse y que les ayudó a entender que ellos mismos eran quienes debían manejar sus vidas. Que tener unos billetes no los hacía mejor personas, que los hacía mejor personas ser mejor personas y unirse en la lucha, agruparse para ayudar a quien lo necesitara, y que como decía un argentino que participaba de la revolución cubana “les duela cualquier injusticia que suceda en cualquier rincón del mundo como si pasara al lado suyo”.

Un tiempo después se sorprendió dando una charla en aquella parroquia:

- Me enseño que yo era Nancy Torres, Nancy Torres y no “la hija de los negros de Torres”. Algo estaba cambiando en la Argentina, algo estaba cambiando en nuestras vidas, al fin podiamos tener un proyecto, empezando desde el barrio.

Por eso cuando escuchaba a Pepe avisando lo del Padre, no podia entender porque es tan dificil todo para nosotros, los de abajo, ¿porque cuando tenemos quien nos empuje, lo importante es que desaparezca?, no les sirve a los de arriba que nosotros pensemos por nosotros, no vaya a ser que nos cansemos y nos demos cuenta que solo nos manejan si los dejamos.

Atiné a mirar el cielo y a dejar que la lluvia pegara en mi cara, atiné a no bajar los brazos, atiné a sentir la lucha más honda y agarré de la mano a Sandra, nos sacan nuestro guia pero no borran el camino.


Sobre el Padre Mugica.



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