13/01/11 Se dedican a la agricultura urbana. Y crean huertas con vegetales en plazas y terrenos en desuso.
PorRomina SmithEn Capital la tierra es muy rica”. Dice Judith, y ríe. Acaba de bombardear un baldío en Once. No con explosivos, ni granadas: lo suyo son pequeñas bombas de semillas que se arrojan sobre tierras abandonadas o en desuso para convertirlas en mini huertas urbanas. No lo hace sola: desde hace más de un año, Judith –de profesión artista, de apellido Villamayor– es coordinadora de “Articultores”, un colectivo voluntarioso que ataca pequeños, medianos y hasta grandes canteros de la Ciudad con semillas que, luego de un tiempo y la colaboración generosa de vecinos voluntarios, se convierten en zapallos, porotos, acelgas, zapallitos o quínoas.
La idea es esa, simple: armar pequeñas huertas en plena Ciudad. El resultado ya se puede ver, tocar y comer . En la esquina de Tacuarí y Venezuela, por ejemplo, un baldío que estuvo casi olvidado hoy regala zapallos y quínoas. Y en Cochabamba 350 ya se ven verduras de hoja, como espinacas, lechugas y acelgas, además de porotos. “Armamos las bombas con semillas de temporada, pero hay algunas que funcionan todo el año, como porotos o maíz, tratamos que esas nunca falten”, dice Judith. Y agrega: “Siempre se trata de enriquecer la tierra, aunque no todo lo que sembrás va a germinar. Por eso proponemos huertas silvestres, nativas. La idea es ir concientizando sobre el poder del ciudadano y el uso de los espacios que son públicos. Por suerte, la gente cuida lo sembrado”.
Esmerados, los voluntarios de Articultores ya hicieron ataques de semillas en terrenos del Microcentro, Congreso, San Telmo y Barracas, y ahora están en Once. “Esto empezó la primera semana de agosto de 2009. Nos juntamos durante la semana a hacer las bombas de arcilla y semillas, de unas 40 variedades, y después salimos con las bicicletas y las mochilas a ‘disparar’ contra baldíos y lugares abandonados”, explica Judith. ¿Por qué? El objetivo es mixto: intervenir la ecología (sembrar para dar verde ante tanto gris cemento), dar alimento (de repente un baldío ofrece maíz o porotos) e integrar a quienes más lo necesitan. Ellos lo resumen así: arte, huerta e inmigrantes.
Las bombas de semillas no son un invento argentino, sino japonés. En los 70 ya se veían guerrillas de semillas en Estados Unidos. Y en Londres también, pero ahí funcionó en una versión muy estilizada. El grupo de Buenos Aires es el primero que suma el pilar “inmigrantes”. Fue una idea de Villamayor y va bien, aunque todavía necesita más difusión. “Hay que tener gente que se comprometa con los proyectos colectivos”, dice la artista.
El equipo de Articultores también integra a Agustín Huarte y a Victoria Musotto, entre muchos otros artistas y voluntarios. Y cuenta con apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación, la Central de Movimientos Populares, el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA) y Pro Huerta, el programa alimentario nacional de huertas que depende del Inta y que les provee las semillas. Ahora tiene dos puntos de encuentro: el físico es en Pueyrredón 19 (tercer piso), frente a la Plaza Miserere, donde se juntan todos los sábados para armar las semillas, intercambiar experiencias y dar talleres gratuitos sobre huertas y asuntos relacionados (en febrero sumarán otro seminario sobre techos verdes). Y la otra base es en la web, a través de oncelibre.com.ar y articultores.net, donde dan todas las claves para conocer más sobre estas aventuras verdes. “Cualquiera que tome la idea lo puede hacer”, se entusiasma Judith. Y agrega: “Es lo que realmente tiene que funcionar, en cada barrio: que uno siembre y otro riegue”.
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