miércoles, 11 de agosto de 2010

Otras cartas abiertas: Mempo Giardinelli-Grobocopatel

La nota de Grobocopatel en Clarín Rural (a qué no saben a quién apoya?):

Proteínas como arma de negociación con el mundo

Los recientes acontecimientos que tuvieron a nuestra relación con China como protagonista permiten, una vez más, reflexionar sobre la estrategia de desarrollo de nuestro país .

No es casual: China es una locomotora que absorbe materias primas diversas -entre ellas, a los alimentos-, es el país que tendrá el 25% del PBI mundial en pocos años más y aparece como una economía con enormes complementariedades con la nuestra. Muchos países, que hoy son los líderes en el mundo, hubiesen querido tener hace 10 años este escenario de certezas básicas. También es cierto que estos fundamentos no resuelven por sí mismos una estrategia de desarrollo inclusivo y es aquí donde el conjunto de fuerzas de la nación deben construir una visión de largo plazo.

Los gobiernos han sido elegidos para ejecutar políticas pero, sobre todo, se les ha delegado la facultad de generar y facilitar el funcionamiento de espacios de creación colectiva.

La complejidad del mundo es tal que el pensamiento único tiene amplias probabilidades de llevarnos a errores. El sistema de liderazgo de la sociedad debe participar activamente en estos debates.

Desde hace varios años venimos sosteniendo que hay fundamentos muy sólidos para la demanda de alimentos -hay que sumarles desde hace 5 años las energías verdes- y que las oportunidades para nuestro país son extraordinarias . Muchas personas no lo creyeron o miraron con desconfianza pensando que era una opinión teñida de interés sectorial, pero son pocos los que hoy -por fuerza de la realidad- dudan. Los beneficios están presentes en el conjunto de la sociedad y el modelo económico se sustenta, entre otros pero sobremanera, en el aumento de la producción de alimentos, su exportación y provisión asegurada al mercado interno .

Yo agregaría que este proceso está en sus albores y que, si bien tenemos una plataforma muy buena, podemos perder la oportunidad de crear un siglo de bienestar para nuestra sociedad . Todavía puede ser peor: podríamos tener la ilusión que lo logramos, pero nos quedamos a mitad de camino. Sólo analizando las posibilidades de colocar proteínas en forma de carnes varias y derivados de lácteos, de fibras o de biocombustibles de segunda y tercera generación podemos ver la oportunidad que tenemos, lo lejos que estamos todavía y el arduo camino que tenemos que transitar.

Desde mi punto de vista, pensar que la producción de alimentos es sólo soja y que nuestro rol debería reducirse a él es empequeñecer el horizonte . Argentina posee competitividad para producir una enorme cantidad de productos y el enorme desafío es crear y exportar productos con mayor grado de complejidad . Esto crearía mayor utilización de mano de obra, trabajo más calificado, mayor valor de las exportaciones y más oportunidades para más gente.

Lo que está errado, en mi percepción, es creer que la soja es responsable de que ello no ocurra . En principio, porque hay una complejidad creciente en la producción de soja que sólo por ignorancia o mala fe no se puede reconocer, y también porque hay mayor valor de las exportaciones, ya que éstas no sólo dependen del valor por tonelada sino de la cantidad de toneladas que podemos vender.

Lo más importante es que la soja no sólo no compite con los productos de valor agregado sino que puede ser su aliada natural y principal.

Si el mundo necesita soja y sus derivados, se los podríamos dar a cambio de que también nos compren otros productos. Si no tenemos soja es muy probable que no tengamos cómo negociar la colocación de los otros productos, sean del origen que sean.

Las proteínas pueden ser nuestra mejor arma de negociación ante el mundo .

Estas deberían darse en el marco de una creciente integración regional previa, la escala aumenta las posibilidades y el poder de negociación. Junto a Brasil y la región tendremos el rol de contribuir con más del 50% de la oferta futura de alimentos y energía verdes; hay una necesidad de rápida y profunda convergencia de intereses entre los países del sur de América. Los sectores exportadores encontrarán más capacidad de negociación frente a otros países o bloques y los sectores ligados al consumo interno deberán asumir que “el gran mercado interno de Argentina” es toda la región sin fronteras.

Pensar en los flujos de bienes y servicios a mediano y largo plazo y el rol de Argentina permitirá hacer una asignación eficiente de los recursos, se podrían generar incentivos que orienten la inversión pública y privada y construir una multilateralidad en las relaciones globales. Los pueblos deben confiar y saber que los argentinos cumpliremos con el desafío de alimentar al mundo y proveer las energías limpias para que el desarrollo sea sustentable .

Necesitamos un horizonte claro para la sociedad y que el Estado facilite este proceso haciéndolo de todos . Facilitar es hacer cumplir con las reglas y no cambiarlas para incentivar la inversión privada, es invertir en servicios públicos de calidad e infraestructura, es redistribuir riqueza con equidad e inclusión. La sociedad en su conjunto debe estimular el desarrollo de un empresariado fuerte, grande e integrado al mundo, que gane dinero y que reinvierta sus utilidades. En este marco estratégico el debate profundo y relevante no es quién captura las rentas sino con qué eficiencia se utilizan las mismas para lograr el desarrollo sustentable.

Fuente Clarín Rural


La respuesta de Mempo Giardinelli. Página 12

Estimado Gustavo,
Ante todo, gracias por enviarme la nota que publicaste en Clarín el 5 de agosto; no la había leído porque soy lector habitual de La Nación y Página/12. Otra aclaración: no integro el colectivo Carta Abierta y el título de esta nota responde a un estilo de artículos que escribo desde hace años.

Lo hago ahora porque siento respeto por tu inteligencia y guardo hacia vos una simpatía personal basada en el hecho de que hace años cantábamos con la misma, querida maestra, y en el común origen de nuestras familias, pues mi madre era de Carlos Casares, donde yo pasé muchos veranos en mi infancia. Siento, por ello, una cercanía de la que hablamos la última, en el Ministerio de Educación, y que ahora me autoriza, dado tu envío, a discutir algunos conceptos de tu nota.

No soy experto en soja, ni en agro ni en nada. Declaro mi ignorancia de antemano, y acepto que vos sí sos un experto. Pero también un dirigente con fuertes intereses, que te hacen mirar las cosas desde un ángulo que también respeto, pero al que cuestiono por todo lo que, sin ser experto, puedo ver con mis ojos y con el corazón.

Las oportunidades económicas que mencionás en tu artículo podrían ser incluso compartibles, pero si muchos decimos que la soja es mala para la Argentina es porque vemos los daños que ha producido y produce: bosques arrasados; fauna y flora originarias destruidas; quemazones irresponsables de maderas preciosas; plantaciones desarrolladas a fuerza de glifosatos, round-up y otras marcas que parecen de Coca-Cola pero venenosa. Yo recorro el Chaco permanentemente y viajo por los caminos de las provincias del NEA y el NOA: Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes, Formosa, Misiones, Salta, Jujuy, y veo los “daños colaterales”, digamos, que produce la soja: agricultura sin campesinos; cada vez menos vacas en los campos; una industrialización completamente desalmada (eso digo: sin alma) y el incesante, inocultable daño a nuestras aguas.

Esto no es una denuncia más, Gustavo, y no es infundada: la modesta fundación que presido ayuda a algunas escuelitas del Impenetrable y en una de ellas hice tomar muestras del agua de pozo que bebe una treintena de chicos. El análisis, realizado por trabajadores de la empresa provincial del agua, mostró que el arsénico es 70 veces superior a lo humanamente admisible. Siete y cero, Gustavo, 70 veces. Lo traen las napas subterráneas de los campos sojeros de alrededor. Hace veinte años esa agua era pura.

Como no sé quién es el exacto responsable de este horror, entonces digo que es la soja. Porque en los viejos campos de algodón, tabaco, girasol o trigo que había en el Chaco trabajaban familias enteras para cultivar cada hectárea. Pero ahora un solo tractorista puede con 300 o 400 hectáreas de campo sojero y eso se traduce en la desocupación a mansalva y el amontonamiento de nuevos indigentes en las periferias de las ciudades de provincia. A esto lo ve cualquiera en las afueras de Resistencia, Santa Fe, Rosario y muchas ciudades más.

Aun admitiendo por un momento que quizás no sea la soja específicamente la responsable, hay una agricultura industrial –tu artículo elogia su presente y sus posibilidades– que es la que está cometiendo otros crímenes ambientales. Ahí está, como ejemplo, la represa que intereses arroceros –al parecer dirigidos por un tal Sr. Aranda, del Grupo Clarín– están haciendo o queriendo hacer en el Arroyo Ayuí, en Corrientes. Esa represa va a cubrir unas 14.000 hectáreas de bosques naturales, va a tapar uno de los ríos más hermosos del país con un ecosistema hasta ahora virgen, y, lo peor, va a contaminar todo el acuífero de los Esteros del Iberá con pesticidas y químicos para producir arroz, soja o lo que China necesite.

¿Se entiende este punto de vista, Gustavo? Yo entiendo el tuyo y comparto que nuestro país “necesita una estrategia de desarrollo con una visión de largo plazo” dado que estamos frente a una extraordinaria oportunidad. De acuerdo en eso. Pero no a cualquier precio. No si nos va a dejar un país ambientalmente arrasado. Nos vamos a quedar sin pampa, sin sabanas donde pacer el ganado, sin el agua potable que es el tesoro mayor que tiene el subsuelo argentino y que ya, también, destruye una minería descontrolada.

Tu nota subraya “la oportunidad que tenemos”, pero ¿qué desarrollo y qué sustentabilidad tendrán las futuras generaciones de argentinos sobre un territorio desertificado en enormes extensiones, un subsuelo glifosatizado y con las aguas contaminadas con cianuro, arsénico y una larga lista de químicos letales que ya es pública y –sobre todo– notoria?

Tampoco es cierto que “los beneficios están presentes en el conjunto de la sociedad”, porque si así fuera y con las gigantescas facturaciones sojeras no tendríamos las desigualdades que tenemos. Que no son sola culpa del Gobierno, la corrupción o los políticos. Son el resultado de una voracidad rural que a estas alturas está siendo, por lo menos, obscena.

Como bien decís, el desacuerdo no puede reducirse a soja sí o soja no. Eso sería, en efecto, “empequeñecer el horizonte”. Pero entonces gente sensible como vos –y me consta tu sensibilidad y creo que no pertenecés a la clase de neoempresarios argentinos que no ven más allá de su cuenta bancaria y son incapaces de tener más ideas que las que les dictan los economistas que les sacan la plata– gente como vos, digo, debería hacer docencia para que tengamos, si ello es posible, grandes producciones de soja pero no a cualquier precio.

Soja sí, entonces, pero no si se descuidan el medio ambiente y el agua. No sin desarrollar alternativas verdaderas para los miles de campesinos que han sido y están siendo expulsados de sus tierras de modos brutales o sutiles. No si los sojeros siguen eludiendo impuestos y negreando a sus empleados. No si las grandes empresas semilleras o herbicidas siguen comprando medios y periodistas para que mientan a cambio de publicidad.

No todo es soja sí o soja no, de acuerdo. Pero tampoco la declaración de idealismo e inocencia que se lee en tu artículo.

Si querés lo seguimos discutiendo. Vos sos un experto. Yo apenas un intelectual. Capaz que enhebramos buenas ideas para el país que amamos.

Un cordial saludo.

Fuente Página 12


Video de Grobocopatel que da mucho miedo.....


Grobo le contesta en Página a Mempo, la verdad es que no tengo ganas de copiar todo, igual dejo el enlace, sólo algunos párrafos que casi me impiden seguir leyendo:

"La agricultura sin campesinos es parte de un nuevo paradigma vinculado con trasformaciones en la sociedad. Es un proceso que observamos desde la década del ’40, no está asociado a una ideología y no afecta sólo al campo; también hay muchas industrias con menos obreros."

"La nueva agricultura, con campesinos transformados en emprendedores, en proveedores de servicios, con hijos en las universidades o escuelas técnicas, con condiciones de trabajo calificadas, creo que es lo mejor para toda la sociedad. Hay más empleo, pero alocados en diferentes lugares, menos productores, más proveedores de servicios, más industrias. El impacto sobre la sociedad está estudiado incipientemente, pero los primeros resultados son optimistas. En un reciente trabajo encargado por Naciones Unidas se comprobó que diferentes grupos de interés vinculados con Los Grobo han ganado en autonomía, empleabilidad (que para mí es más importante que el empleo), enprendedurismo y liderazgo. Una sociedad más libre, más creativa, con más capacidad de adaptarse a los cambios, con más acceso al conocimiento. Por supuesto que esto no basta. Tenemos que tener un Estado e instituciones fuertes, robustas, que faciliten, que estimulen, que den igualdad de oportunidades."

"Las cosas que te preocupan tienen para mí otra lectura: gracias a la siembra directa no estamos desertificando más, el glifosato es el menos malo de los herbicidas y no pasa a las napas porque se destruye al tocar el suelo. La desigualdad no se puede combatir si no hay creación de riqueza, salvo que quisiéramos igualar para abajo. Creo que la sociedad se debe un debate claro y objetivo sobre estos temas."

Toda la respuesta de Grobocopatel




Esa historia de los agricutores transformados en emprendedores eso será si no se tuvieron que gastar sus ingresos en hospitales por el cáncer o las malformaciones de sus hijos.

El glifosato se destruye en el agua...No se qué responderá Mempo, pero pareciera que el futuro será solo para unos pocos....


Mempo responde a la última carta de Grobocopatel, por suerte él si pudo leer toda la carta:

Fuente Página 12.

Soja transgénica y glifosato, ésa es la cuestión


Por Mempo Giardinelli

Estimado Gustavo,

También agradezco el afecto contenido en tu carta, que celebro hayas hecho pública. Me parece que ambos intentamos no tener razón, sino claridad para ayudar a otros a entender un aspecto del presente. Eso exige un debate público, no privado. Así nos lo han pedido varios amigos.

Ante todo, quiero precisar nuevamente el argumento medular de mi carta anterior: que no es suficiente pensar una “estrategia de desarrollo con una visión de largo plazo” a cualquier precio. No cuestioné tu rol empresario ni tu visión de la economía mundial. Lo que cuestioné y me preocupa, y quiero discutirlo, es el daño –para mí palpable y enorme– que produce el abuso de agroquímicos vinculados con la soja. Expuse lo visible: una geografía degradada a partir de plantaciones a fuerza de glifosatos y otros venenos. Y enumeré los “daños colaterales” –despoblación, indigencia, contaminación–, los cuales son negados o minimizados sistemáticamente por productores, empresarios y corporaciones del sector.

Ese y no otro fue mi cuestionamiento, expresado antes desde mi ignorancia que desde mis prejuicios. Y eso porque no los tengo ni respondo a dogmatismo alguno. Apenas tengo curiosidad y ojos y corazón para ver. Por lo tanto, no cuestiono tus intereses ni los de nadie que trabaja y gana dinero. Saludo el éxito bien habido, la fortuna transparente y sobre todo el empeño de los emprendedores. Mi padre fue uno de ellos, seco pero decente y tenaz.

Con tu permiso, entonces, voy a discutir algunas de tus afirmaciones.

  1. Decís que “Falta un Estado de calidad” y proponés “un ordenamiento territorial, con organismos de control, con justicia”.

    Digo yo: ¿No es justamente eso lo que intenta el Estado ahora, al proponer un Plan Agropecuario Nacional a 10 años, y una ley de arrendamiento que incluye un principio de ordenamiento territorial? ¿Es razonable oponerse sólo porque son propuestas K? Ignoro tu posición al respecto, pero la del llamado “campo” me parece muy contradictoria. Con el debate por la “125” pasó lo mismo, y ahora muchos se dan cuenta de que les salió el tiro por la culata. Por lo tanto, yo prefiero decir que los problemas deberían ser resueltos con un ordenamiento legal muy estricto en materia de soja transgénica y de agroquímicos. Y explico por qué.

    Hacia el final de tu carta decís que “gracias a la siembra directa no estamos desertificando más, el glifosato es el menos malo de los herbicidas y no pasa a las napas porque se destruye al tocar el suelo”.

    Pero esto no es así, porque son muchos los millones de hectáreas que se defforestaron para sembrar soja y tienen destino de desierto ya que las rotaciones son difíciles. Y cuando deforestan para ampliar el área sembrada inevitablemente desertifican, al generar “cambio climático” (ciclos de sequías e inundaciones, como padecemos en el Chaco).

    En cuanto al glifosato, no es inocuo. Según autorizados genetistas y científicos que he consultado (entre ellos un reputado investigador en Medio Ambiente y Salud del Hospital Italiano de Rosario, que hace veinte años trabaja en esto) el problema son los agregados, empezando por los detergentes para penetrar la tierra, que acompañan siempre la mezcla y que son disruptores orgánicos poderosos, como el viejo DDT. Además, como las malezas se vuelven cada vez más resistentes, le agregan otros agroquímicos –endosulfan, clorpirifo o el 24D–, la mayoría de los cuales están prohibidos en los países serios. En Francia e Inglaterra el cultivo extensivo de soja transgénica está penado por la ley. Y en otras sociedades desarrolladas no se permite bajo ningún motivo el uso de agroquímicos.

    Entonces no es posible presumir inocencia para el glifosato, producto del que además en la Argentina se abusa, como se abusa de la soja transgénica, que tiene agregado un gen que la hace resistente al glifosato, que es el herbicida que mata todo, excepto a ella. Y la verdad es que nadie sabe cómo actúa este gen en un organismo vegetal, animal o humano. Y cuando esto sucede, en ciencia se aplica lo que se llama un “principio de precaución” hasta que se sepa qué pasa con las otras especies que interactúan con este gen. La FDA (EE.UU.) lo está experimentando en animales, pero no en humanos. De ahí que muchos tenemos la fuerte sospecha de que millones de argentinos indirectamente somos quizás conejitos de Indias.

  2. Vos decís: “Sin soja este proceso se hubiera acelerado” y que la degradación data en el Chaco “de mucho tiempo atrás, antes de la soja”.

    Es cierto, todos los problemas son anteriores, pero eso no autoriza a dar la bienvenida a la soja a cualquier precio. Es lo que propuse discutir. No para tener razón, repito. Sí para saber y que sepamos todos. Porque si no va a resultar que la soja no es culpable de nada. Y eso no es verdad.

    También afirmás que “la agricultura sin campesinos es parte de un nuevo paradigma vinculado con trasformaciones en la sociedad”, viene “desde la década del ‘40, no está asociado a una ideología y no afecta sólo al campo; también hay muchas industrias con menos obreros”.

    A mí en cambio me parece que las ideologías siempre juegan un papel y con los intereses mueven al mundo. Y los paradigmas son cambiantes y no siempre se erigen en favor del bienestar de los pueblos. La transformación de los últimos 40 a 60 años es producto de la tecnología, los costos de la mano de obra, las luchas sociales por la redistribución de las ganancias y varios etcéteras. No acuerdo con que la pérdida de mano de obra campesina no es tal porque pasa a los sectores de servicios.

    Pero además, esa idea del nuevo paradigma agricultor me parece cuestionable si, casi inexorablemnete, deja sin trabajo a la gente y destruye familias, tradiciones culturales, apegos a formas de trabajar. No propongo que volvamos al arado de manceras, pero la modernidad desalmada tampoco. Y menos cuando hay minorías demasiado minoritarias que se enriquecen tanto mientras las mayorías cada vez más mayoritarias se empobrecen hasta niveles de indigencia.

    Es por esto que el crecimiento y el desarrollo, para mí, no son una cuestión económica, sino cultural. Si el nuevo paradigma agricultor destruye la cultura de los pueblos y a sus pobladores, es un paradigma negativo.

  3. “La movilidad social era mucho más lenta, para ser agricultor tenías que ser hijo de... Hoy los emprendedores, no importa su origen, pueden llegar a ser productores...”

    Aquí tengo otro desacuerdo, Gustavo, porque en la Argentina de hoy, a 15.000 dólares la hectárea, la concentración es asombrosa: hay media docena de grandes agroindustrias, mientras 200.000 productores familiares tienen el 15 por ciento de la tierra. Y a mí sí me importa el origen de quien emprende, porque ese origen me permite conocer sus intenciones, su valoración del esfuerzo ajeno y su sensibilidad social.

  4. Mencionás luego a los “pequeños productores que estaban a punto de perder sus campos en manos de los bancos o de los usureros locales. Este nuevo sistema agrícola de servicios ha hecho mucho más por ellos que el Estado... “

    Pero esto no es verdad. Fue el Estado el que condonó deudas; fue el Banco Nación el que refinanció a muy bajo costo y apoyó de múltiples maneras a los que perdían sus propiedades. Me parece injusto atribuirle semejantes méritos al nuevo sistema.

  5. “En Europa, las napas están contaminadas por siglos de agricultura irracional; felizmente en la Argentina no tenemos esos problemas...”

    En Europa los pueblos consumen agua envasada y purificada con tratamientos muy estrictos, Gustavo. En la Argentina el 80 o 90 por ciento de la población consume aguas contaminadas que son dudosamente tratadas. Y como se cortan bosques enteros y el glifosato está descontrolado, la contaminación se extiende a las nuevas áreas sembradas.

  6. Decís que “la desocupación es menor a la que hubiera habido sin soja” y que falta industrializar la soja en origen para “dar más trabajo”.

    Esto también es discutible. Hay muchísimos cultivos sin mano de obra, y el 70 por ciento de los que trabajan están en negro. Sobran datos sobre esto. Pero además aquí se dice que no es posible industrializar porque la demanda (es decir, China) la requiere tal como se exporta: puro poroto. Lo que es una condena adicional. Un amigo empresario al frente de una pyme me dice: “De aquí sale tabla aserrada pero nada de muebles. Yo visité la región de La Marca, en Italia, y en una zona que no es más grande que Tucumán hay 5000 fábricas de muebles, y exportan 20.000 millones de euros al año. ¡Todo con madera importada!” Eso es lo que hace China: nos compra el poroto, nuestra tierra queda exhausta y el agua contaminada, y la industrialización la hacen ellos.

Finalmente, imagino que a vos te han reprochado haber entrado en este debate. A mí también me pasa. Pero sostengo que si algo vale de este intercambio es que ni vos ni yo escribimos para la tribuna, sino para saber.

Y me consta que hay empresarios tanto o más poderosos que vos, que se esconden todo el tiempo; procuran que nadie los conozca y algunos convierten sus empresas en asociaciones ilícitas. Por eso te respeto: porque vos ponés el pecho y la cara, y tenés ideas, y aunque tu modelo productivo puede no convencerme yo valoro tu perfil de empresario y me encantaría que la Argentina tuviera muchos más como vos.

Un abrazo.








7 comentarios:

Anahí dijo...

Video de Grobocopatel que da mucho miedo...
Sí, pero quién se enganche con Grobocopatel lo hace a sabiendas, es más que claro lo que el tipo es...
A mí me da muuuuuuuuuucho más miedo "la ambigüedad" de Mempo. En realidad me da terror.
Slds.

Eduardo dijo...

Anahí, no soy un exégeta de Mempo, supongo que al contestarle a Grobocopatel intenta mostrar las contradicciones de lo que él plantea.

Leo en la nota que escribió Grobo en Clarín:
Los beneficios están presentes en el conjunto de la sociedad y el modelo económico se sustenta, entre otros pero sobremanera, en el aumento de la producción de alimentos, su exportación y provisión asegurada al mercado interno .

Y uno piensa en la gente que tiene hijos con malformaciones, los que se enfermaron con leucemia....A ellos también los beneficia el modelo?, en la Argentina existe un encarecimiento de los lácteos y de la carne, de hecho estamos importando carne, pero a eso no lo ve Grobo.

Creo que Mempo no quiso salir con los tapones de punta él recorre el Chaco y ve y sabe lo que está pasando...Es un intelectual y su testimonio tiene mucha más trascendencia que otros.

Será cuestión de ver qué pasa.

Acá dejé algo más sobre lo que está pasando en el Chaco y lo que le pasó al Dr. Andrés Carrasco por allá.

Eduardo.

Anahí dijo...

OK, Eduardo, yo respeto mucho a Mempo, y compartí el Manifiesto Argentino con él allá por el 2002-03.
Me parece que, sin necesidad de salir con "los tapones de punta", hay argumentos más sólidos y contundentes si se quiere, que decir que Grobocopatel es un hombre "sensible", que la culpa es de los "economistas que le sacan la plata", y sobretodo que "soja sí, pero..."
Es un intelectual y su testimonio tiene mucha más trascendencia que otros.
De ahí mi miedo: además de ser un intelectual de fuste, es el autor de esa maravillosa novela "Imposible equilibrio"... Pero también debo decir que en otras cuestiones y situaciones Mempo puede ser ambiguo. Me consta.
Igual tenés razón: veamos como sigue.
Slds.

Anónimo dijo...

Che, ¿qué pasó con el video que no aparece?

Eduardo dijo...

Acá está el video lo estoy viendo.
Pero da mucho miedo verlo....

Saludos.

Anónimo dijo...

Mempo Giardinelli dice “Eso es lo que hace China: nos compra el poroto, nuestra tierra queda exhausta y el agua contaminada, y la industrialización la hacen ellos”.

Disiento con Mempo, sólo se exporta un 10% de poroto de soja, el resto se lo hace en harinas (el senador amigo de los Kirchner) para producir carne, proteína por excelencia. En cambio a los productores de carne argentinos no nos lo dejan hacer, nos ponen tantas trabas que pareciera que les molesta la gente que trabaja dignamente. Subsidian al feedlotero, (la carne parece de chancho la que produce colesterol y no la pastoril) los amigos del poder y no al productor genuino, al criador. El que se vio obligado por la política de bajos precios de Moreno a deshacerse de sus rodeos. Lo mismo pasó con la lechería. Esto favoreció la gran concentración, expulsando al pequeño productor. Llegando a su desaparición. O convirtiéndose en rentista. Quién va a seguir con un tambo que implica trabajar los 365 días del año fundiéndose, si a ese mismo campo de 100 ha. lo alquila para soja y saca una renta superior y le permite mejorar su calidad de vida. Si no se hubiesen pisado los precios de la carne y la leche, el productor hubiera seguido produciendo y rotando con unas hectáreas de soja, pero la política de los Kirchner fue todo lo contrario.
Hoy la ganadería, a diferencia de la época de Sarmiento, es la que puebla los campos, pues se necesita estar en forma permanente mañana y tarde. Las condiciones de vida, al menos en la pampa bonaerense cambiaron radicalmente de sólo hace 20 años, los campos ya tienen luz eléctrica, la calidad de vida mejoró notablemente. No así la precariedad de vivir en una Villa miseria. Pero no se consigue gente para trabajar, pues prefieren aferrarse a un subsidio denigrante, antes que ir a trabajar al campo y estar en blanco. Por otra parte los procesos se han complejizado y se necesita personal competente. Y lamentablemente el deterioro del nivel educativo es alarmante. Chicos de 20 años que no pueden completar un formulario porque no saben interpretar lo que se les pregunta.
Lo que dice Mempo del agua con arsénico eso ya es histórico, en nuestro caso en la zona de Gral. Villegas desde las inundaciones de 1986 cuando se contaminaron las napas, no se pudo tomar más agua de los aljibes, se empezaron a hacer análisis. Antes no se hacían. No es el glifosato el que trae el arsénico. Ni siquiera se puede tomar el agua procesada con ósmosis inversa, se tienen que comprar los bidones de agua que provengan de zonas sin arsénico.
Tengo mis serias dudas sobre el glifosato, necesitamos estudios serios si es perjudicial o no para la salud. Hasta ahora son sólo conjeturas. Por otro lado volver a una agricultura orgánica implicaría retroceder a niveles de producción bajísimos. Ahí sí que los precios de los alimentos se dispararían. Cuántos quisiéramos consumir productos orgánicos, pero lamentablemente son para la mesa de unos pocos argentinos.
La industrialización trae contaminación. Hasta qué punto estamos dispuestos a bajar el consumo de gas, electricidad, petróleo. ¿Queremos más Riachuelos?
Comparto plenamente la necesidad de un debate en serio y consensuar qué modelo de país queremos. No podemos estar cambiando las reglas de juego con cada gobierno de turno que busca el beneficio personal y el de unos pocos amigos, distribuyendo pobreza, denigrando al ser humano con jubilaciones paupérrimas y subsidios miserables. No hay un modelo de desarrollo a largo plazo para mejorar la calidad de vida de toda la sociedad argentina.

Eduardo dijo...

Es bueno su comentario, le dejo la respuesta de Enrique Martínez al tema de las retenciones .

Y es verdad, no hay un modelo de desarrollo a largo plazo mara mejorar la calidad de vida de toda la sociedad, imagínese a Gioja como vicepresidente (el gobernador de San Juan amigo de la Barrick Gold)....

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