Desmontando mitos piratas entendemos cómo fuerzas económicas ocultas generan orden social
Por: Michael Shermer en scientificamerican.com - Traducción: Carmen Casariego
Will Turner: “Si podemos correr más que ella, podemos tomarla. Deberíamos girar y combatir.”
Capitán Jack Sparrow: “¿Porqué combatir cuando puedes negociar?”
(De Piratas del Caribe - El cofre del hombre muerto)
De innumerables libros y películas hemos aprendido que, históricamente, los piratas eran criminales locos, ladrones traidores, torturadores y terroristas. Reinaba la anarquía y no tenían ley.
El economista Peter T. Leeson de la George Mason University disiente en su libro El Hook invisible (Princeton University Press, 2009) en el que desmonta mitos y nos muestra cómo la mano invisible de los intercambios económicos produce cohesión social incluso entre los piratas. Los mitos en torno a los piratas, de hecho, no pueden ser ciertos porque ninguna comunidad podría tener éxito en nada durante un periodo de tiempo en una sociedad completamente anárquica. Con este argumento, Leeson afirma que la vida de los piratas era “ordenada y honrada” y tenía que arrojar beneficio para cumplir los fines económicos de los bucaneros. “Para poder cooperar y obtener una ganancia común -para consolidar su organización criminal- los piratas tenían que evitar que su sociedad fuera de la ley degenerara en un infierno.” Como apuntaba Adam Smith en su Teoría de Sentimientos Morales, hay un sentido del honor entre los ladrones: “No puede haber trato entre aquellos que están siempre preparados para herir o dañarse el uno al otro … Si hay algún trato entre los ladrones y asesinos, al menos deben abstenerse de robarse y asesinarse mutuamente.”
Las sociedades piratas, de hecho, prueban la teoría de Smith de que las economías son el resultado de una organización espontánea que surge de abajo hacia arriba que aparece de manera natural por la interacción social, contrapuesta a un diseño burocrático que opera desde arriba hacia abajo. Al igual que los historiadores han demostrado que el “Salvaje Oeste” en la América del siglo XIX era una sociedad relativamente ordenada, en la que ganaderos, agricultores y mineros había creado sus propias normas e instituciones para la resolución de conflictos, mucho antes de que el largo brazo de la ley federal les alcanzara, Leeson nos muestra cómo las comunidades piratas elegían democráticamente a sus capitanes y elaboraban constituciones. Estos documentos generalmente esbozaban normas en cuanto a la bebida, el fumar, el juego, el sexo (no se permitían niños ni mujeres a bordo), el uso del fuego y de las velas, las peleas y conductas desordenadas, la deserción y el abandono de las tareas propias durante la batalla. (Esto último llevaba al problema que causaban los aprovechados, al participar en la división en partes iguales del botín entre aquellos que habían participado en su obtención de manera desigual provocaba resentimiento, la toma de represalias y el caos económico.) El cumplimiento de las normas era clave. Al igual que las cortes civiles requerían que los testigos juraran sobre la Biblia, las tripulaciones piratas tenían que asumir el código del capitán antes de zarpar. Según relata un observador: “Todos las juraban, sobre un hacha a falta de una Biblia. Cuando uno se unía a uno de esos barcos voluntariamente, se le obligaba a firmar todos los artículos del acuerdo … para prevenir disputas y peleas luego”. Así, el código pirata surgió de interacciones e información compartida, y no de un rey pirata que de manera centralizada diseñara e impusiera un código común a todos los actuales y futuros bandidos del mar.”
¿De dónde sale entonces el mito de la anarquía y la falta de ley entre los piratas? De los propios piratas, que ayudaron a perpetuarlo para minimizar las pérdidas y maximizar los beneficios. Piense en la Jolly Roger (la bandera pirata), que mostraba la calavera y los huesos cruzados. Leeson dice que se trataba de una señal para los barcos mercantes, que les avisaba de que estaban a punto de ser abordados por una merodeante horda de paganos sin corazón. Con ello, la opción de rendir el botín sin violencia parecía una opción preferible a la de presentar batalla. Y desde luego, para mantener esa reputación, en ocasiones los piratas tenían que ejercer la violencia y hacer llegar la descripción de la misma a los editores de los diarios, quienes las publicaban con detalles sanguinarios y exagerados. Pero, tal y como explicó el capitán pirata Sam Bellamy en el siglo XVIII, “Desdeño cometer un delito si no es para obtener una ventaja”. Leeson concluye “Señalizando la identidad de los piratas a víctimas potenciales, la Jolly Roger prevenía batallas sangrientas que herirían o matarían innecesariamente no sólo a piratas sino también a inocentes marineros mercantes.”
Este análisis económico también nos explicaría porqué los piratas somalíes a menudo reciben el pago de rescates en lugar de resistencia violenta por parte de las tripulaciones y los armadores. Económicamente, a todos les interesa negociar las transacciones tan rápida y pacíficamente como sea posible. Los mercados que operan en las sociedades sin ley se parecen más a los mercados negros que a los mercados libres y, dado que el gobierno somalí no tiene ningún control sobre su sociedad, los piratas somalíes son esencialmente libres para ejercitar sus propias leyes. Hasta que Somalia no establezca el orden de la ley y un libre mercado bajo la misma para sus ciudadanos, la piratería fuera de la ley, regida como un mercado negro, continuará siendo de provecho. Hasta entonces, reinará la “arrgh-arquía”. (N.T.)
Nota: Este artículo se publicó originariamente con el título “El Capitán Hook se encuentra con Adam Smith”.
Nota de la traductora: He traducido “arrgh-chy” por “arrgh-arquía”. Hace alusión a la anarquía, introduciendo la onomatopeya “arrgh”, de grito de guerra.
No encontré al libro por ahí, en inglés es posible que haya algo, el título:
The Invisible Hook The Hidden Economics of Pirates, by Peter T. Leeson (Princeton University Press, 2009)
- Esta es la página del autor del libro "The Invisible Hook".
- En la página del autor hay varios papers interesantes para descargar, todos en inglés.
- "Pirational Choice: The Economics of Infamous Pirate Practices." (pdf)
ppirataargentino#gmail.com
(reemplace # por @)
Entrevista en el diario El Mundo de España.
«El capitán de un barco pirata afronta dilemas similares a los de Bill Gates» |
FORMACIÓN: Doctor en Economía en la Universidad George Mason / LUGAR DE NACIMIENTO: Chicago / EDAD: 30 años / SUEÑO: Ayudar a la gente a entender mejor el mundo a través de la Economía / OCUPACIÓN: Titular de la cátedra BB&T para el estudio del capitalismo en la Universidad George Mason / AFICIONES: Jugar al golf y el arte |
PABLO PARDO A los 30 años, Peter Leeson ha conseguido algo que la mayoría de los economistas no logran en toda su carrera: ver su nombre en la portada de la revista The New Yorker y ser entrevistado por Stephen Levitt, el autor del best-seller Freakonomics, en The New York Times. Para lograrlo, le ha bastado con escribir un libro: The Invisible Hook. The Hidden Economy of Pirates (El garfio invisible. La economía oculta de los piratas), en el que sostiene que los piratas del siglo XVIII fueron pioneros del libre mercado y de la democracia. En otras palabras: los barcos piratas eran mucho más democráticos y tenían estructuras mucho más participativas que los mercantes. Y, de haber existido una verdadera libertad económica, muchos piratas habrían sido comerciantes. Las tesis de Leeson proceden en parte de Elinor Ostrom, la experta en Ciencia Política que acaba de ganar el Nobel de Economía: los grupos humanos tienden a organizarse de forma cooperativa y frecuentemente igualitaria para explotar recursos, sean éstos agua o pastos (en el caso de Ostrom) o barcos mercantes a los que robar (en el de Leeson). Pero este profesor de la Universidad George Mason va un paso más allá. Leeson es un economista de la Escuela Austriaca y, como tal, sostiene que la sociedad se organiza espontáneamente, sin necesidad de gobierno. Los barcos piratas -primero, los del siglo XVIII y, cada vez más, los del siglo XXI, como los que han secuestrado al pesquero Alakrana- son, para este economista, un ejemplo de esas sociedades cooperativas sin gobierno. Pregunta.- ¿Los piratas del siglo XXI, ¿son como los del siglo XVIII? Respuesta.- La información que tenemos sobre la organización de los piratas de Somalia es poca comparada con lo que tenemos con respecto a los piratas de los siglos XVII y XVIII. Pero, con los datos de que disponemos, hay que decir que hasta ahora hemos visto pocas similitudes. Fundamentalmente, porque los somalíes han estado muy poco organizados. Pero eso está empezando a cambiar. Ahora estamos asistiendo a la emergencia de instituciones entre los piratas de Somalia que los acercan a sus predecesores del Caribe. P.- ¿Hay casos concretos de esos cambios? R.- Sí. Los secuestradores del yate francés de lujo Le Ponant, en 2008, se repartieron el botín siguiendo un modelo similar al de los del siglo XVIII, y establecieron una compensación de 15.000 dólares [9.517 euros de entonces] si alguno de ellos fallecía. Los piratas también están empezando a crear códigos especificando cómo tratar a los prisioneros. P.- ¿A qué se debe esa sofisticación de los piratas? R.- La razón es totalmente consistente con la tesis del libro: los piratas cada vez pasan más tiempo juntos, sobre todo en el mar. En cierto sentido, los piratas se están empezando a convertir en grupos autónomos, que necesitan normas de buen gobierno [governance] y están empezando un sistema de constituciones similar al de sus predecesores. Pero no son normas tan elaboradas como las del siglo XVIII, y eso se debe a una razón: aunque pasan más tiempo juntos que antes, los piratas del siglo XXI aún están mucho rato en tierra firme y, por tanto, separados. P.- Usted explica que los piratas del siglo XVIII, una vez que se hacían al mar, funcionaban de forma autónoma. Los del siglo XXI parecen estar más coordinados, entre sí, por un lado, y por otro con organizaciones criminales e incluso bufetes de abogados en tierra firme. R.- Exacto. La piratería en Somalia está formada por una constelación de pequeños grupos en la costa, y están siendo financiados por organizaciones criminales, dentro o fuera de Somalia. Eso es algo que no pasaba en el siglo XVIII. Y, finalmente, los somalíes obtienen sus recursos no del saqueo, sino del secuestro de bienes y personas. Eso exige intermediarios, negociadores, para fijar el pago de los rescates. Pero insisto: todavía tenemos una información muy fragmentaria sobre la piratería en Somalia. P.- Su análisis llega justo en un momento en el que una serie de libros, desde Illicit, hasta McMafia, pasando por Holy War Inc., tratan de analizar las organizaciones criminales -desde la mafia hasta Al Qaeda- desde el punto de vista del management. Y todos ustedes llegan a la conclusión de que las redes delictivas son fundamentalmente empresas muy bien gestionadas. R.- Las que duran -como los piratas, la mafia siciliana o ciertos grupos de narcotraficantes-, están muy bien gestionadas. Pero cada una tiene un modelo de gestión diferente. Los piratas, por ejemplo, son muy igualitarios y democráticos. La mafia siciliana, por el contrario, es muy jerárquica. Pero el resultado de esas diferentes formas de organización es el mismo: lograr un beneficio y batir a la competencia. Si la mafia de Sicilia no hace un buen trabajo protegiendo a gente y suministrando heroína, quedará fuera del mercado. Desde el punto de vista del management, el capitán de un barco pirata afronta dilemas similares a los de Bill Gates. P.- Usted demuestra que, al igual que las empresas, los piratas cuidaban mucho su identidad corporativa, que iba desde la Jolly Roger -la bandera negra con la calavera y las tibias- hasta las torturas más brutales a los prisioneros que se negaban a cooperar con ellos y a darles información sobre otros barcos o rutas de navegación. R.- Los corsarios eran actores económicos, así que no me sorprendió que cuidaran mucho su reputación. Y en su caso les interesaba tener una reputación terrible, algo así como: «Si colaboras con nosotros, no te pasará nada, pero si te rebelas preferirás estar muerto». Ésa es otra diferencia con los piratas somalíes: no torturan como sus predecesores. Estoy hablando de memoria, pero sé que hubo un año en el que unas 850 personas fueron secuestradas por los piratas somalíes. Sólo murieron cuatro de ellas, y fueron fallecimientos por muerte natural. La evidencia sugiere que los piratas somalíes tienden a tratar bien a sus cautivos, al menos para los parámetros de Somalia. Les dan de comer, les dan teléfonos móviles para que hablen con sus familias… y es lógico. Los piratas somalíes son también actores económicos. Nadie puede cobrar un rescate por un rehén muerto. Y nadie quiere que sus potenciales víctimas estén tan asustadas ante la posibilidad de ser secuestradas que luchen cuando son capturadas. P.- Según esa tesis, los siete barcos atuneros españoles que acaban de partir para el Índico con guardias armados a bordo están cometiendo un error. R.- No sólo eso. Incluso teniendo en cuenta que exijan un rescate inusitadamente alto por cada tripulante, las posibilidades estadísticas de que un barco sea atacado por piratas somalíes es tan baja que no tiene sentido económico llevar guardas. P.- Y esos grupos derrotan de forma sistemática a los estados. ¿Son más eficientes los criminales que los gobiernos? R.- Depende de lo que quieras decir. Si miras a los piratas de Somalia, sí, están derrotando a los gobiernos. Ahora, miremos a los piratas del siglo XVIII. Los reyes eran lo suficientemente fuertes como para derrotarlos y aniquilarlos. Pero el coste de hacerlo excedía a los beneficios derivados de ello, así que no lo hicieron. P.- Hasta que la piratería se convirtió en un problema demasiado grande. Y entonces los gobiernos la barrieron del mapa en menos de 10 años. R.- Exacto. Lo mismo pasa con los piratas o la mafia hoy en día. Si quisiéramos librarnos de ellos, podríamos. En todo caso, una de las tesis de mi libro es que, en cierto sentido, no hay diferencia entre las organizaciones criminales y los gobiernos. Mucha gente critica a los piratas por robar. Pero, fundamentalmente, eso es lo que los gobiernos hacen. La única diferencia es que unos lo hacen a escala gigantesca, y otros a pequeña escala. P.- En su libro usted destroza a los gobiernos. R.- No. Lo que hago es decir que la gente depende mucho de la idea de que el gobierno produce un orden social, cuando el orden social está alrededor nuestro, sin que el ejecutivo intervenga. Creo que la mayor parte de la cooperación que se da en la sociedad no tiene nada que ver con el gobierno. P.- A los países sin gobierno ni estado, como Somalia, no les ha ido demasiado bien. R.- Eso es cierto. Pero hay otros factores. Esas sociedades no funcionaban muy bien con gobierno tampoco. De acuerdo con el Índice de Estados Fallidos, la mayor parte de los gobiernos del mundo son un fracaso. Puedo mostrarle una tabla que revela que cuanto más grande es un ejecutivo, menor es el PIB per cápita. P.- Esas clasificaciones son a menudo un chiste. Hace unos años, en el Doing Business Report del Banco Mundial, Afganistán salía como un país más favorable a las empresas que India. Y era cierto: en Afganistán sólo necesitas un arma para abrir un negocio. No hace falta pedirle permiso a nadie, con la posible excepción del tipo que controle el pueblo en el que vives. R.- De acuerdo, si no te sientes a gusto con eso, olvidémoslo. Pero mi tesis es que un gobierno más pequeño tiene unos ciudadanos más ricos. Por supuesto, la gran excepción son los escandinavos. Pero muchos de sus logros son totalmente falsos. El paro, por ejemplo, es bajo porque en sus estadísticas cuentan a gente que estaba recibiendo subsidios del estado como si estuviera trabajando. P.- Pero eso pasa con todas las estadísticas. Si España midiera el PIB como EEUU, la economía crecería un 0,75% más cada año. Y si California midiera el paro como España, su tasa de desempleo sería el doble, con lo que se aproximaría, precisamente, a la de España. R.- De acuerdo. Olvidemos los datos y vayamos a la cuestión: ¿está Somalia mal porque no tiene gobierno desde 1991? Mi respuesta es no. Somalia estaba mal antes. De hecho, cuando tenía Gobierno estaba peor. Porque era tan corrupto y depredador que no servía para nada. Mi tesis es que Somalia tiene que decidir entre el peor presidente posible y la peor anarquía posible y, si ese es el caso, la anarquía les funciona mejor. Hay que tener en cuenta que a Somalia no se le presenta una elección fácil. No se trata de optar entre el gobierno suizo y la anarquía, sino entre el gobierno somalí y la anarquía. Y, en ese caso, la segunda opción es la mejor. P.- Su trabajo sobre los piratas recuerda al de Elinor Ostrom, que acaba de ganar el Premio Nobel de Economía por sus estudios acerca de cómo determinados grupos logran gestionar los recursos de forma tradicional y con sistemas ajenos al mercado. R.- Lo que yo he tomado de Elinor Ostrom es la idea de que la gente, cuando se enfrenta a situaciones que podrían generar conflicto, encuentran formas privadas -es decir, sin intervención de los gobiernos- para solucionar los problemas. Y eso lo hacen porque tienen incentivos, y porque tratan de maximizar los beneficios que obtienen de ello. La solución es la misma, aunque el problema sea tan diferente como criar vacas en África en el siglo XXI o saquear barcos mercantes en el siglo XVII. No importa que el grupo esté interesado en robar o en producir, no importa que esté formado por granjeros o por ladrones, la propensión a cooperar es omnipresente. P.- ¿Puede convertirse la piratería en un gran problema, como lo fue en el siglo XVII? R.- No lo creo. De hecho, la piratería está en decadencia en Somalia desde hace algunos años. |
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