Fuente Página 12.
La décima edición del encuentro reúne en un parque de Canoas, cerca de Porto Alegre, colectivos de todo el continente para intercambiar pareceres sobre artes, conocimientos, software, licencias, unidad y democratización.
Por Facundo García
Desde Canoas
Debe haber pocos temas en esta décima edición del Foro Social Mundial que susciten tanta incertidumbre y posiciones encontradas como el de la cultura, y los primeros dos días dejaron la certeza de que la polémica atraviesa a toda la región. El Parque Eduardo Gomes, en la localidad de Canoas –a pocos kilómetros de Porto Alegre–, reúne colectivos de Brasil, la Argentina, Uruguay y otros países del continente en un maratón de conversaciones donde se intercambian pareceres vinculados con la música, el cine y los libros, pero también con los saberes tradicionales, la agricultura sustentable y las identidades de las minorías. Hay, desde luego, apreciaciones que se comparten. Acaso la principal sea que no habrá distribución de riquezas sin distribución de los conocimientos, lo que transforma la discusión en una instancia estratégica a la hora de pensar en una sociedad más justa.
Metáfora del futuro
“Así como a lo largo del siglo XIX se pensó que el socialismo consistía en gestionar la sociedad como si fuera un servicio de ferrocarriles, hoy la metáfora que se utiliza es la de la cultura libre, con el software como referencia más clara. Hay que ver hasta dónde se puede usar esa analogía”, sostuvo al inicio el investigador francés Christophe Aguiton, miembro de Attac (siglas correspondientes a lo que podría traducirse como “Asociación por el impuesto a las transacciones económicas y la ayuda de los ciudadanos”). El diagnóstico de partida era bien conocido: en una etapa del capitalismo en que el manejo de datos se ha convertido en eje de desarrollo, los cercos legales que el gran capital pretende imponer sobre la circulación de saberes representa una avanzada sobre el pueblo. “En este contexto –resaltó Aguiton– se pueden y deben abrir nuevos espacios de lucha contra el sistema.” Para el especialista, el campo de batalla está definido por varios ejes. Existen, entre otros fenómenos, nuevas formas de innovación colectiva –el mash up y el remix se han posicionado como formas de creación dominantes–, más un nuevo individualismo que no se contrapone con la colaboración, y una cultura política emergente que prefiere las redes antes que los partidos tradicionales. “Antes, lo importante era pertenecer a un grupo. En colectividades pequeñas, no se podía elegir porque apartarse significaba morir. Hoy estamos en una sociedad más fluida, en la que nuestras interrelaciones se establecen por otros motivos. Paralelamente, el aislamiento ha traído nostalgia de las viejas maneras de interactuar. Y la tecnología puede ayudar en eso –vía redes sociales y similares–, aunque conlleva varios peligros, porque puede otorgar a firmas muy poderosas detalles minuciosos acerca de nuestra existencia.”
A la hora de compartir lo vivido en 2009, la delegación argentina festejó la confluencia de luchas que otrora se consideraban incompatibles. Grupos relacionados con la agricultura, el copyleft y la edición independiente –por citar tres rubros al azar– están aunando esfuerzos en la búsqueda de un frente común. “Este entendimiento se ha visto favorecido por sucesos como el reciente juicio al profesor Horacio Potel (perseguido por subir a la web textos de filosofía que no se consiguen en castellano); y por el avance de las semillas patentadas y sus consecuencias”, resaltó Beatriz Busaniche, de Vía Libre Argentina. Desde Buenos Aires Libre, una red de vecinos conectados a través de un sistema inalámbrico que no depende de ningún proveedor privado, Nicolás Echaniz convocó a seguir profundizando las coincidencias. “Si vamos a formar parte de un movimiento de cambio, necesitamos tender lazos para lograr un relato completo de lo que somos y lo que buscamos, porque los que tenemos enfrente sí tienen un relato completo”, exhortó. La socióloga Marilina Winik y varios integrantes de FM La Tribu escuchaban con atención, listos para continuar el cronograma con sus propias conferencias. Pero al caer el sol, la conceptualización sesuda dejó paso al samba.
Por la unidad
“Voy a hablar en portuñol por la unidad.” No es raro que empiecen así las intervenciones en las cabañitas que se reparten entre los árboles de Canoas. Es que a pesar de que pasó ya una década desde aquel primer foro, la certeza de estar comprendiéndose en la diferencia no deja de causar satisfacción. En ese sentido, Pablo Ortellado, de la organización paulista Epidemia (www.aepidemia.org), reconoció que una perspectiva latinoamericana sobre el concepto de cultura libre requería “ir más allá de la cuestión de las licencias”. Discutía así con toda una corriente de activismo que se centra en los asuntos legales. “Definir según esos parámetros no basta. Las megaempresas ya están creando productos culturales con licencias ‘liberadas’ que se pueden alterar y copiar, por ejemplo. Sin embargo, eso no significa que estén en contra de la mercantilización de la cultura. Y sabemos que la mercantilización congela a la cultura, ya que desde un punto de vista capitalista la innovación es considerada primordialmente un riesgo.”
Las posturas del gobierno de Lula alrededor de esos debates suscitan cantidades equivalentes de apoyos y suspicacias. De cualquier modo –y a pesar de que el discurso que el presidente brasileño dio el martes tuvo mucho de puesta en escena–, el paso del ministro interino de Cultura Alfredo Manevy por los galpones donde se llevan a cabo las conversaciones dejó en claro que la posición del PT en lo que respecta a software libre y propiedad intelectual es muchísimo más moderna que la que defiende el oficialismo en Argentina. “Es hora de que estos asuntos sean llevados a una discusión pública. Hay que consultar a los artistas populares sin dejar de lado a los usuarios comunes, que tienen todo el derecho a defender su acceso a las canciones, las películas y los saberes. Desde el gobierno sabemos perfectamente que la forma en que se resuelvan estas tensiones será determinante sobre la economía del siglo XXI. Aparte, no puede ser que la música de aquí sea conocida en todo el planeta y el pueblo no consiga gozar de la riqueza que él mismo produce”, planteó Manevy. El funcionario había aparecido de golpe con su barba, su pelo largo y un traje que provocaba piedad en los que habían optado por pasar la calurosísima tarde en bermudas y chancletas. Se retiró poco después, para que el ida y vuelta continuara en un marco de comidas típicas, sonido de tambores y jugos de fruta. “La cultura libre se vive en el cuerpo”, lanzó alguien en mitad de la tertulia. En eso, Brasil colabora bastante.
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