Fernando explica lo que vio y escuchó en las 36 horas que pasó recluido en la sala de inadmitidos del aeropuerto de Barajas por no llevar una "carta de invitación"
Fue devuelto a Argentina y volvió a España en coche a través de Francia donde entró sin carta
"Todo depende del policía que te toca y de la cara que tengas ese día"
Una odisea de 36 horas. En eso se convirtió el 22 de julio el viaje de Fernando Raynaudo. Era la cuarta vez que el joven ingeniero de telecomunicaciones argentino venía a España, quería a visitar a unos amigos durante las vacaciones. Fernando bajó del avión confiado, como otras veces. Sus amigos le estaban esperando fuera. Al llegar a la cabina policial mostró, como otras veces, el pasaporte, el dinero, el seguro médico, dijo que el motivo de su viaje era el turismo… Toda la retahíla. Pero esta no fue como otras veces, esta vez lo pararon, le dijeron que tendría que esperar a un abogado porque no tenía carta de invitación y lo subieron a la sala de inadmitidos del aeropuerto madrileño de Barajas. Allí empezaron a pasar las horas, una, dos, tres, así hasta 36. Después lo metieron en un avión de vuelta a Argentina.
Lo peor de la experiencia, asegura Fernando, es que le hicieran sentir como un delincuente. “Te quitan tus pertenencias, cogen tu bolso, eligen lo que tienes que sacar, te quitan la correa del cinturón como si fueses a ahorcar a alguien, te quitan el teléfono, te dicen ‘tenés que apuntar los teléfonos de la agenda que puedas llegar a necesitar’ y te quitan la cámara de fotos, supongo que para no mostrar lo que pasa ahí adentro. La gente se pone muy mal, yo también. Las mujeres lloraban todas, y los hombres insultaban en todos los idiomas. Te tratan como a un delincuente por entrar en España”. En el vuelo en el que llegó la policía paró a otras tres personas por no tener, como él, carta de invitación. “A mí nunca me la habían pedido antes. Después de un rato a dos de ellos les dejaron pasar, sin carta. A un chico que traía las cenizas del padre a España, menos mal, y a una señora que venía a ver a su familia. Yo me quedé con otra chica que iba a ver a su novio. En Barajas todo depende del policía que te toca y la cara que tengas ese día o la que tienes siempre”.
En la sala de inadmitidos el único movimiento es el de los que entran procedentes de los vuelos y el de los que salen para ser deportados a sus países. Durante las horas que pasó en ella Fernando se dedicó conocer sus historias, como la del venezolano que iba con su hija camino a Italia haciendo escala en España al que enviaron de vuelta a Venezuela poco después de conocerse. Algo parecido a lo que le ocurrió a Johanna, una chica embarazada que iba a coger otro vuelo con destino a Francia donde le estaba esperando su novio, o el de una chica de la que no consiguieron saber su nacionalidad que pasó las horas llorando sin que nadie pudiera consolarla porque no había traductor. “Fue lo peor que vi en ese tiempo, la chica lloraba y lloraba. Yo le decía al guardia que de qué país venía para llamar a la embajada y conseguir que alguien hablara con ella, pero no lo sabía. El policía le decía ‘no llorar, traductor venir luego’, como si fuese a entender algo. Se la llevaron de vuelta y delante de mí nadie habló con ella. Allí arriba ni siquiera hablan inglés, llegó un árabe que hablaba inglés y le tuve que explicar yo lo que estaba pasando”, denuncia Fernando.
El recinto está vigilado permanentemente y sólo por las noches abren las puertas de las habitaciones, donde duermen en literas quienes no han podido ser devueltos durante el día. “Tuve que pedir que le abrieran a una chica embarazada para que descansara. Allí tienes que pasar todo el día sentado sin hacer nada. Sólo queda la televisión y dos teléfonos a los que pueden llamarte y puedes llamar si compras una tarjeta de cinco euros que no te da para nada y que tienen que comprarte, no puedes hacerlo tú. Hay un baño para cada sexo que no tiene agua caliente, si quieres ducharte tiene que se ser con agua fría”, describe Fernando. A pesar de que cabía alguna esperanza, sabía que era casi imposible quedarse en España. “La abogada me dijo que el 99,9 por ciento de los que terminan allí son devueltos y eso fue lo que pasó”.
Mientras, desde el otro lado, sus amigos se afanaban en buscar la manera de sacarlo. “Lo llevaron peor que yo, se estuvieron moviendo todo el día, corriendo a todos lados, se la pasaron horrible y están muy indignados. Cuando me llamaban por teléfono se echaron a llorar un par de veces. Yo siempre trataba de demostrar que estaba bien ¿Para qué hacer sufrir a los demás? De Argentina sólo se lo dije a mi hermana que se había quedado atendiendo mi negocio, al resto se lo conté al volver, cuando ya estaba en Buenos Aires”. A sus amigos los llegó a ver en los juzgados, su abogada presentó un recurso que fue admitido a trámite y paralizó por unas horas la vuelta del argentino, sólo por unas horas, una vez ante el juez, y a pesar de los intentos y la documentación que aportaron, ordenaron su devolución.
En verano ha sido noticia la deportación de dos mujeres argentinas de 88 y 72 años, pero hay otros muchos casos anónimos. Sólo el año pasado más de 1200 argentinos fueron “inadmitidos” en Barajas. “¿Por qué la gente no lo sabe en Argentina? En los medios no sale, la gente se entera porque alguien se lo ha dicho a otro alguien. Cuando yo lo he contado no lo pueden creer. En Barajas la gente que venía por primera vez decía que no volvería nunca más, es normal. En Sudamérica se les recibe bien y en ese momento todos pensábamos que porqué allá no les hacemos lo mismo, se genera mucho odio”. A pesar de todo, su viaje no acabó del todo en Barajas, días después Fernando ha vuelto a España pero esta vez a través de Francia. “Me quedé muy mal por lo que pasó y mis amigos peor, con la vergüenza de lo que me había hecho su país, así que me compraron un billete a Francia. Allí enseñé mi billete de vuelta y entré sin problemas. En España creen que si no vienes con un itinerario cerrado es porque vas a quedarte, no piensan que haya otra forma de hacer turismo”. Fernando volvió a su país con el mismo billete de vuelta que mostró cuando lo pararon en Barajas en verano. No venía para quedarse.
En sus días de vacaciones ha conseguido hacer lo que dejó pendiente, visitar Barcelona, beber sidra en Asturias, y pasear por Toledo, eso era todo. Dice que poco a poco se ha ido reconciliando con España, pero la inquietud no se la ha quitado nadie. Mientras estaba aquí nos contaba: “Ahora tengo miedo de que me pidan la documentación por más que tenga la visa de turista, el miedo a que me paren lo tengo, no tengo nada que esconder, pero después de la experiencia… Trato de no llevar mochila y no llamar la atención. En España hay que buscar otras formas de buscar a las personas que entran ilegalmente pero no criminalizar a todo el que viene de fuera”. No lo pararon.
Las 36 horas las ha descrito en una carta que ha movido a través de las redes sociales.”No me podía guardar todo eso para mí. Quiero que se sepa lo que me pasó a mí y lo que le pasa a todos los hermanos de otros países, que sepan cómo nos han tratado”.
En primer lugar me quiero disculpar ante las excelentes personas que tengo como amigos y conocidos en España. Muchos de ellos mejores personas que muchos argentinos, o que mucha gente del país que sea. No es una reacción motivada x la bronca, ya que el minitour de 3 días y una noche con visita a “su señoría” incluida me salío barato, ya que mi gran amigo Pachi prácticamente me regaló el pasaje.
El fin de este mail no es ofender ni fomentar el odio racial hacia un país, tampoco detener las atrocidades cometidas dado que esto parece imposible. Lo primero que hay que hacer es informar. De vez en cuando sale a la luz algún que otro caso, como la mujer que no pudo ver a sus nietas.
La triste verdad es que, todos los días, suceden numerosos casos, iguales a este con suerte. Antes de seguir, no sea cosa de que te canses de leer, ya mismo te digo, si no tienes pasaporte de la comunidad europea, no vayas a España, ni siquiera hagas escala para ir a otro país europeo. Aunque tengas la famosa carta de invitación, aunque tengas pasaje de vuelta y 3000 euros para gastar, no hagas que un avión te baje en España, porque sólo es cuestión de que estos racistas no encuentren 2 o 3 compañeros de vuelo en una situación peor que la tuya para que te devuelvan a tu país, no importa de dónde venís, y no importa si vas a Roma, París, o Ámsterdam, tienen la obligación de deportar 2 o 3 de cada país por día y lo harán.
Ya lo dijo un policía no tan malo, no me dejó pasar por el free-shop cuando me llevaba al avión, pero no era racista. El mismo reconoce que “al gobierno le sale caro deportar a alguien que se queda a vivir o trabajar ilegalmente”, por lo tanto comete estas atrocidades para amedrentar y ahorrarse algunos mangos, aunque violen los tratados internacionales y los derechos de las personas inocentes.
Como le pasó a Silvia, salió de Buenos Aires a ver a su novio, un español, hace tiempo no lo ve, él le regaló el viaje, está ansiosa por encontrarse con él, pero lamentablemente para ella el policía eligió dejar pasar a España al joven que iba a tirar las cenizas de su padre al cual también estuvieron a punto de deportar. El policía ahora no tiene dudas de que Silvia tiene claras intenciones de entrar de forma fraudulenta a España, trabajar ilegalmente y quedarse a vivir durante 30 años ilegalmente en España (la cabeza no le da para otra cosa al pelado inútil). Desde ese momento ella atravesará una serie de pasos, oirá una mentira tras otra, le dirán que esperan un abogado que debe presenciar la entrevista para que sea legal entonces sí podrá pasar, pero ya no hay nada que hacer, el policía la eligió y pasará el resto del día en el “hotel” del aeropuerto, no verá su valija, le quitarán su teléfono y otras pertenencias que al que vigila el “Hotel” se le antojen y volverá en el próximo vuelo al lugar de donde vino. Ella llora y llora todo el día, habla y habla por teléfono con su novio, los dos no paran de llorar, alguien llama a la embajada, los policías les dicen a los de la embajada que si llega la famosa “carta de invitación” la dejarán pasar. Para obtener la carta hay que pedir cita, te la dan para dentro de varios días, el avión sale antes.
Este caso parece increíble, y que hay del venezolano que viaja frecuentemente a Italia a ver a su hermano, nunca tiene problemas, pero esta vez decide llevar a su hija, como debe comprar dos pasajes en vez de uno, compra un vuelo con escala en España para abaratar costos, grave error. Ahora él y su hija están en la misma situación que Silvia, pero parece tener una ventaja. En Italia, parece que se puede obtener la famosa “Carta de Invitación” en el día, y por suerte esta se puede hacer llegar por fax al aeropuerto. Si llega la carta te dejaremos seguir a Italia le dicen a él también. Las horas pasan, la carta está en italiano, los policías no tienen tiempo de obtener una traducción oficial. Ni siquiera viajaba a España, pero él y su hija vuelven de España a Caracas.
¿Se puede poner peor la cosa?
Johanna está embarazada de varios meses, vive en Buenos Aires y su novio trabaja en distintos lugares del mundo, ahora está en Francia, le compra el pasaje a su novia y comete el grave error. El policía tiene la certeza de que con panza bebé y todo ella va a trabajar ilegalmente, se quedará ilegalmente varios meses y dará a luz ilegalmente en Europa. Yo le digo, ya en el Hotel, “mirá que los policías me dijeron que ellos avisaban a la aerolínea que yo estoy acá para que guarden la valija. Y es mentira! AirEuropa llamó al número que yo dejé en la valija para avisar que la valija estaba extraviada. No sabían que yo estaba acá. Si vos hacías escala para ir a Francia, capaz que estos animales dejaron que tu valija se vaya a Francia”. Johanna les preguntó a los policías si estaban seguros de que su valija iba a volver con ella a Argentina, ella tiene medicamentos importantes en la valija. Los policías le dicen “quédate tranquila que la Aerolínea está avisada, aquí nunca perdemos la valija a nadie”. Por supuesto, Johanna llegó a Buenos Aires conmigo. Su valija no apareció. El vuelo de Madrid a Francia era con otra aerolínea y AirEuropa no tiene la más puta idea de donde mierda está su valija.
Repire un poco antes de seguir leyendo.
Pero ¿qué pasa cuando la víctima de racismo no habla español?
“Alguien habla inglés?” pregunta el policía a los huéspedes del “Hotel”. Con mucho esfuerzo le explico al extranjero que las habitaciones del “Hotel” sólo se abren de noche, que puede realizar llamadas telefónicas siempre y cuando tenga dinero encima, y que si está en el “Hotel” va a volver al lugar de donde vino, no hay nada que hacer. No importa si viene de un largo viaje y lleva 30Hs sin acostarse. Las habitaciones se abren de noche.
La hindú no tuvo tanta suerte, nadie entiende su idioma, nadie la puede ayudar, nadie consigue que logre llamar por teléfono. El policía le dice, “No llorar! Traductor, venir luego! Ella por supuesto sigue llorando.
Antes de que realmente digas “Basta! No leo más!” tenemos el caso de los dos niños venezolanos que viajan solos con un permiso, la madre los recogerá en el aeropuerto. Pero parece ser que el permiso se perdió en algún lugar del camino desde el avión a la oficina del policía, no importa, en el “Hotel” hay camas, lástima que su madre no tiene reserva en el “Hotel”, no sólo no los podrá llevar a su casa en España, ni si quiera podrá entrar a verlos, ni a calmarlos ni a consolarlos. Se podría reenviar el permiso por fax, pero por supuesto, en el departamento hacer algo lógico está prohibido. Ellos deberán volver a Caracas.
Pero ¿tanta gente?
La tía de Shirley fue a visitarla a Paraguay, y la convenció de ir a conocer España, sólo la tía llegará a su casa en España. No importa si Shirley trabaja, estudia, y a demás es dueña de una Boutique en San Lorenzo, Paraguay. Al policía no le cabe ninguna duda, la sudaca viene a España porque en su país se muere de hambre.
Elva y otro flaco llegaron de Guinea Ecuatorial. Este destino no tiene vuelos frecuentes, deberán pasar cuatro días sin ver su equipaje, sin cambiarse los calzones, y si se quieren duchar el agua sale bien fresquita.
Elva tiene sus dos hijos en España, su permiso de residencia venció y cometió el error de ir de vacaciones fuera de España. El policía sabe que los hijos de Elva no necesitan una madre sudaca y delincuente, ella puede pagarse el viaje a Ecuador su país natal, o será devuelta a Guinea Ecuatorial donde tampoco tiene residencia legal.
El uruguayo, la chilena, la que iba a Portugal sólo por cuatro días, otra paraguaya, siete brasileros incluyendo una madre con dos niños pequeños, una madre con su niña, otra argentina más desde San Luis con su niña, una señora que iba de Marruecos a Francia, familia tipo venezolana, y de cuantos me estaré olvidando. Todos ellos cometieron el error de ir o hacer escala en España.
Con un pasaporte en regla bastará para entrar en Francia, Italia, cualquier país menos racista, de cumplirse con los tratados internacionales en vigor, los españoles deberían exigirnos los mismos requisitos que les exigimos nosotros a ellos, presentar un pasaporte válido, nada más.
A ellos no les importa que, en realidad, en muchos de los casos, el que pagó el viaje es alguien que vive y trabaja legalmente en España, a veces mismísimos españoles que ven cómo el esfuerzo de mucho tiempo de trabajo se va a la basura, además de sentir la vergüenza de ver como su país tiene este comportamiento racista, el cual desconocían hasta este momento.
Ella le compró el pasaje a su hermana venezolana, hace años que no la ve, junto con su marido y su dos niñas. Ella llora y pregunta, “¿pero por que?, ¿por qué no los van a dejar pasar?”, y yo le digo “me gustaría que exista un por qué, pero no lo hay”. El teléfono del “Hotel” suena y suena, no sabemos para quién será el llamado, así que hacemos de telefonista un rato cada uno, e intentamos explicarles a los que están del otro lado, a veces a metros en el aeropuerto esperando al ser querido, lo que ni nosotros entendemos, lo van a mandar de vuelta de donde vino, los van a mandar de vuelta de donde vinieron.
Quizás viendo a través de las cámaras que vigilan el “Hotel” cómo los niños que hablan diferentes idiomas, sin entenderse ni una sola palabra, son capaces de compartir, jugar, divertirse, ser amistosos y cordiales entre ellos sin importar de qué país vienen ni por qué fueron a parar allí, estos policías bestias pudiesen aprender algo. Pero el policía no mira las cámaras, disfruta más “leyendo la mente de los sudacas que no tenemos trabajo y nos morimos de hambre en nuestro país y vamos a allá a cometer delitos”.
“¿Te gusta el hotel?”, le pregunto a la pequeñita venezolana, “Si!” me contesta, mientras juega y se divierte con la niña que habla portugués (supongo que era de Brasil, nunca le entendí nada).
Pero todos estos casos, son los acontecidos durante el 2010?, en toda España?
NO! Esto es una parte, de lo ocurrido en 36Hs, un una sola de las 4 terminales, de uno solo de los más de 15 aeropuertos internacionales de España.
El 1 de julio Juana y Rommy se preocuparon cuando sus maridos no volvían a casa.
Tres días más tarde, y sin siquiera haber podido verlos y despedirse de ellos, sus maridos volaban rumbo a Bolivia.
En 2009 se realizarón 13.278 deportaciones.
La tarde del pasado 1 de julio, Juana se extrañó de que su novio Richard, boliviano como ella, no hubiera vuelto a casa. Cuando sonó el teléfono recordó las historias que había oído sobre redadas, centros de internamiento y expulsiones de los sin papeles a sus países de origen. Dos días después, Juana se encontraba en el aeropuerto de Barajas, preguntando sin éxito por su pareja.La llamada que recibió Juana provenía del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), situado en el barrio madrileño de Aluche. La Policía Nacional le informaba de que Richard había sido detenido “por estar indocumentado” y le reclaman que fuera a llevarles su pasaporte a este centro.
Juana obedeció, y pese a su embarazo (le quedan poco más de tres meses para dar a luz) se dirige a Aluche con la documentación de su pareja. Dio el pasaporte a la Policía Nacional, pero a cambio no obtuvo ninguna explicación. Espera hasta las tres de la mañana a que alguien le diga dónde se encuentra su novio y cuál es su situación. Pero su paciencia no da ningún resultado.
Al día siguiente se repite la escena. Juana ante la ventanilla del cuartel de la Policía Nacional en Aluche, sin conseguir más información que la que ya sabe. Richard está detenido en el CIE. A Juana se le viene el mundo encima. “Yo sí tengo los papeles en regla”, explica. Aunque ahora es su compañero “quien trae el dinero a casa”. Ella trabajaba “con contrato y todo” limpiando en una casa, pero fue despedida mientras estaba de baja, “ingresada en el hospital”, y no ha vuelto a encontrar otra oportunidad.
La tarde del 3 de julio, Juana vuelve a las carpas situadas en el exterior del CIE donde esperan durante horas los familiares y amigos de los internos para una visita que no suele superar los diez minutos. Esta vez Juana va acompañada de su madre, Sonia, quien es la única entre los presentes que no se deja llevar por el desánimo y el calor. “Hay que denunciar, decir lo que pasa aquí”, protesta. “Todos tenemos derecho a un trato justo. Estamos en un país aportando. A otra hija mía la tuvieron aquí y luego la deportaron. Ya no quiere volver más”.
Gracias a los otros familiares que esperan fuera del CIE, Juana se va enterando del funcionamiento de este centro. Todavía no ha podido hablar con su pareja, por lo que sospecha que está “en las celdas incomunicadas”. Pero más allá de las intuiciones, le domina el miedo y la incertidumbre.
“Se lo llevan a Barajas”
Es entonces cuando Juana conoce a Rommy, una mujer en una situación calcada a la suya. Lleva viviendo 10 años en Madrid, y también su pareja, boliviano sin permiso de residencia, fue detenido hace unos días y está dentro del CIE. Sólo que en vez de estar embarazada, Rommy va de la mano de su hijo de 5 años.
A las siete de la tarde, Rommy recibe una llamada fugaz de su pareja, Jesús. “Estoy en Barajas. Creo que me van a deportar hoy mismo”. Minutos después, Juana escucha un mensaje idéntico de labios de su pareja. Le dice que serán tres los bolivianos que serán deportados esa misma noche en un vuelo comercial.
Inmediatamente, las dos mujeres -una acompañada por su madre y otra por su hijo- cogen un taxi que les lleva al aeropuerto. Entre llantos, Juana llama a un abogado para que intente impedir en el último suspiro la expulsión. En cambio, Rommy ni lo intenta. Está convencida que les estafó el que contrataron ella y su novio justo para evitar este momento. Así que sólo se lamenta entre sollozos de que Jesús, que vive en España desde hace tres años, va a llegar Bolivia “con lo puesto”. Es entonces cuando el niño pregunta a Rommy, “mamá, ¿también te están expulsando a ti?”.
Una vez en Barajas, desde la oficina de la Policía Nacional les niegan ponerse en contacto con sus parejas y darles cualquier información. Ni siquiera les confirman que están en el aeropuerto. “Si les deportan será que han hecho algo ilegal”. Ante la insistencia y los lamentos de Juana (que ni siquiera protesta, sólo pide saber qué pasa) el policía zanja la conversación. “Usted ve muchas películas americanas. Aquí no tienen derecho a hacer una llamada”
Las dos mujeres se ponen cada vez más nerviosas y se dirigen al mostrador de AeroSur, la compañía boliviana que podría encargarse de las deportaciones. Allí sí les confirman que serán “tres los hombres que se van a desplazar”. Pero nada más. Juana siente chocarse una y mil veces “contra un muro de hormigón”. Nadie le explica nada, nadie se hace cargo. No encuentra
A las 9 de la noche, Juana y Rommy se desploman cuando en las pantallas de información ven que el avión con destino Santa Cruz (Bolivia) ha despegado a la hora prevista. Las dos mujeres siguen sin saber si sus parejas viajan en él, ni cómo harán desde mañana sin ellos.
Cuatro días después, Rommy nos responde al teléfono. Su marido le ha confirmado que “los tres” fueron deportados a Bolivia esa misma noche. Desde entonces, ella ha cancelado su boda, que iba a celebrarse el 9 de septiembre, y sólo se ha preocupado de sacar el pasaporte a su hijo (español), para volver junto a su Jesús. “Me han destrozado la vida”, asegura, mientras se prepara para recomenzarla en algún lugar de Bolivia. Tampoco quiere dar más detalles, “¿para qué hablar más?, si no sirve de nada denunciar estas cosas”.
Una historia entre 13.278
La historia de Juana y Rommy es una entre miles, concretamente, una entre 13.278. Ese es el número de expulsiones que el Ministerio del Interior afirma haber realizado durante el pasado año, un 25% más que en el 2008. Historias que se repiten día a día, protagonizadas por extranjeros que viven en España sin permiso de residencia.
El número de personas que emigra a España sigue descendiendo, y por tanto también las personas que son detenidas en la frontera. Según este ministerio, cada vez se producen menos “devoluciones” de extranjeros cuando apenas pisan suelo español -lleguen en patera o en avión-, y más expulsiones de personas que llevan años viviendo y trabajando en nuestro país. Esto provoca una ruptura drástica en la vida del inmigrante, que ya había tenido tiempo de obtener un trabajo, encontrar una pareja, reunir a su familia…
Para la asociación de apoyo a los inmigrantes, Ferrocarril Clandestino, en Europa “las políticas migratorias” se utilizan como “ajuste de los mercados laborales”. En ese sentido, el alto índice de desempleo en España explicarían la polémica circular de enero de este año, en la que el Ministerio del Interior animaba a la Policía Nacional a aumentar las detenciones de extranjeros sin papeles y agilizar su deportación.
La consecuencia de esta directiva sería el aumento de las detenciones policiales a las puertas de locutorios, a la salida de estaciones de metro y autobuses, o en plazas concurridas por inmigrantes. Así, desde las ONG que trabajan en inmigración, se empieza a hablar de “fronteras interiores”. El inmigrante no tendría que atravesar la frontera una sola vez, sino que en cualquier momento podría ser detenido, y expulsado, igual que si estuviera “saltando la valla”, “tocando la costa” o “pisando Barajas” cada vez que sale a la calle.
El abogado Ignacio Trillo, miembro de Ferrocarril Clandestino, denuncia además el criterio de las redadas en la vía pública. “Se detiene a las personas según las posibilidades que se tiene de deportarles”. La Policía se centraría en personas que pueden venir de países como Marruecos o Senegal, países cercanos y con acuerdos de deportación, para que la expulsión resulte “más fácil”.
Desde esta organización subrayan que las redadas “en busca” de extranjeros sin permiso de residencia suponen “una amenaza para la persona que pretende regularizarse”. Así, muchos sin papeles dejan de buscar trabajo o de hablar con su familia en locutorios y apenas salen a la calle. Saben que si les detienen serán internados en un Centro de Internamientos de Extranjeros (CIE). Y de ahí su futuro tendrá dos posibilidades: “una es la deportación”, y de no producirse ésta, serán “clandestinos permanentemente”, puesto que la orden de expulsión les impedirá tener cualquier tipo de contrato legal.
El modo en que se producen las expulsiones ha provocado múltiples denuncias e interrogantes. En el informe “Voces desde y contra los CIE” de 2009, las organizaciones SOS Racismo, Médicos del Mundo y la propia Ferrocarril Clandestino señalan que “la totalidad de los entrevistados que opusieron resistencia” en el momento de la deportación dicen haber sufrido “golpes e insultos” por parte de los agentes de la Policía Nacional encargados de la expulsión y distintos testimonios así lo aseguran
En otras ocasiones, son los propios extranjeros los que se autolesionan gravemente con el fin de que les tengan que atender y retrasar así su deportación, ya que “así no les dejan entrar” en los aviones de las líneas comerciales. Según varios de los familiares que esperaban junto a Juana y Rommy a las puertas del CIE de Aluche, esta táctica se utiliza con frecuencia pero “no da ningún resultado”. En su reciente informe “La situación de los CIE en España”, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), recuerda la preocupación de las ONG en el año 2007 por “diversas expulsiones masivas” llevadas a cabo con el uso de “fármacos psiquiátricos”.
Fuentes del Ministerio de Interior niegan todos estos abusos y señalan que, tanto el internamiento en los CIE como las expulsiones de los extranjeros, se realizan “con todas las garantías judiciales” y el control institucional “propio de un estado de derecho”.
Deportada antes de conocer a su nieto canario
Madrid y Buenos Aires pactan flexibilizar los requisitos de ingreso tras el rechazo de 600 turistas en las fronteras españoles durante 2010.
La “máxima voluntad” expresada el pasado viernes por el Gobierno español para evitar arbitrariedades en las prohibiciones de ingreso al país a los ciudadanos argentinos llega tarde, más de semanas tarde, para Victoria di Salvo, de 59 años, casada con tres hijas y limpiadora en un hospital de la ciudad de Rosario. Aterrizó el 12 de octubre de octubre en Barajas en tránsito hacia Gran Canaria para acompañar a su hija Analía Armendariz durante el embarazo y nacimiento de su primer bebé, pero resultó detenida en el control fronterizo y obligada a regresar a su país tras dos días en la sala de inadmitidos del aeropuerto madrileño.
“Hice todos los trámites y no me faltaba ningún papel. No lo entiendo y me da mucha bronca”, relata, en conversación telefónica desde la provincia de Santa Fe, Victoria di Salvo, que enumera el pasaporte en regla, la reserva de hotel, el seguro médico, el pasaje de vuelta, el dinero en efectivo y hasta un certificado laboral entre los documentos mostrados a los agentes policiales y funcionarios aduaneros. Sin resultado, porque personal de la frontera consideró que “en ningún lado del mundo le dan a una mucama tres meses para viajar”. Y de nada sirvieron las explicaciones en persona o las confirmaciones vía telefónica sobre la licencia especial sin salario concedida por el Sanatorio de Niños en Rosario, su visita de casi un mes durante 2005 al Archipiélago, el previsto alumbramiento en Las Palmas de Gran Canaria a finales de noviembre de su quinto nieto o el permiso de residencia y próximo enlace de su hija con un ciudadano español. “Tengo una vida hecha en Argentina, llevo 18 años en la empresa y me jubilo en un año, no quiero ir a trabajar a España”.
Pese a las gestiones realizadas por el abogado de oficio, un juez decretó la expulsión de España y el regreso a Argentina “escoltada hasta el avión por unos policías como si fuera una delincuente, cuando jamás estuve en una comisaría y el único trato en mi vida con un agente fue para preguntar algo”. Tras varios meses para la preparación del trayecto con consultas en el consulado español y en una agencia de viajes, Victoria di Salvo no pudo desplazarse a Gran Canaria para conocer a su primer nieto español y, a pesar de las reclamaciones presentadas ante diversas autoridades argentinas y españolas, “nadie se hace cargo ni dice nada”.
Malestar nacional por el “maltrato”
Alrededor de 600 argentinos sufrieron este año un tratamiento similar en el aeropuerto de Barajas y se generó un creciente malestar en la opinión pública con los casos de María Cecilia Tonón, embarazada de tres meses y becada por la Universidad Complutense de Madrid, las ancianas Luisa Ormeño y Ada Ghiara de Rodríguez, de 72 y 88 años, respectivamente, o el grupo de cumbia Los Pibes Chorros, con una gira de conciertos programada por España. Desde la República Argentina, un país receptor histórico de emigrantes europeos, diversos representantes políticos reclamaron responder con un trato recíproco a los turistas españoles, a semejanza del endurecimiento adoptado en su momento por las autoridades de Brasil tras el ascenso de las deportaciones en la frontera sur de la Unión Europea, pero las medidas oficiales se limitaron a la aprobación de una queja formal por parte del Senado de la Nación y al envío de una misión diplomática urgente hasta Madrid la pasada semana para frenar el “maltrato”, según definió el ministro argentino de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman.
Finalmente, el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner motivó el encuentro de la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, con su homólogo argentino durante el velatorio de Estado celebrado en Buenos Aires, una reunión que aprovechó el canciller Timerman para abogar por la constitución de mecanismos que resuelvan “entre amigos, buena fe y mucha voluntad” los puntos de “fricción” entre ambos países. Igualmente, la ministra Jiménez subrayó que “existe la máxima voluntad de los dos gobiernos para llegar a acuerdos que permitan que esos sucesos no se vuelvan a repetir” y apostó por aumentar la difusión de los requisitos de entrada a su país. Mientras, la delegación desplazada a Madrid logró el compromiso español de revisar y flexibilizar las condiciones de ingreso de acuerdo a una próxima propuesta argentina sobre las características de las cartas de invitación, la acreditación de recursos económicos o la supresión del visado de estudios para estancias inferiores a 90 días sin actividades remuneradas, al tiempo que pactaron agilizar los trámites y mejorar la información.
“Espero que sirva para solucionar el problema, pero ya es tarde para nosotros. Somos laburantes, costó mucho tiempo y sacrificio juntar y ahorrar tanta plata, hasta pedimos prestado”, lamenta Daniel Armendáriz, marido de Victoria di Salvo y chófer jubilado de 59 años y marido de Victoria di Salvo. Aunque disponía de un billete para reunirse con su esposa a finales de noviembre en Gran Canaria, ya no sabe si sufrirá similares problemas en la frontera o si lograrán un nuevo pasaje para ella. “Queremos viajar en las próximas semanas, pero no nos dan ninguna garantía”, añade Di Salvo. Y concluye Armendáriz: “Me duele como descendiente de españoles, porque este país recibió muy bien a mis abuelos y tengo hermosas historias de allá”.
2 comentarios:
La mayor parte que usted cuenta es mentira,y las personas que trabajan en el hotel como dice usted,deben de ser racistas?porque no explica que les ponen abogado gratis,desayuno comida merienda y cena,ropa de cama limpia,hay maquinas de refrescos y agua gratis,una señora de la limpieza todo el dia,servicio medico,trabajadora social,Y POR CIERTO TRADUCTOR TAMBIEN LES PONEN ,etc,porque no lo dice,claro porque no le interesa
Tiene razón!!!, Fíjese acá lo que dice el diario La Nación.
ALgo más acá!!!
Lo mejor sería que existiera reciprocidad que a los españoles que vienen a la Argentina los trataran igual que a los argentinos que van a España...Ahí, tal vez, algo mejoraría.
Saludos.
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