LA CAMPAÑA INFAME
He estado recopilando algo de esta basura que acompaño por el gusto (¿masoquismo?) de comprobar hasta qué punto puede llegar la bajeza de quienes motorizan y difunden semejante “publicidad”. Y aunque desde que empezaron a aparecer estos engendros decidí opinar al respecto, la repugnancia que me inspiran me ha demorado hasta ahora. Lamentablemente, he debido seleccionar los más cortos para el adjunto; los más canallescos están entre los que quedaron afuera por su extensión.
Digo, pues, que los autores de esta propaganda son la última hez de los más rancio de las ideologías reaccionarias que medran en la conciencia de la humanidad. Son los mismos que en Venezuela, en Santa Cruz de la Sierra o en la desintegrada Yugoeslavia vomitan su odio racista e irracional sobre sus congéneres que consideran inferiores, fundamentalistas de ocasión autoconstituidos en representantes del “bien”, de la “pureza” racial, ideológica o religiosa, de la “decencia” y del “derecho” a someter, oprimir, utilizar o exterminar a todos los que no consideran comparables con ellos. En este país, los representantes de tal “corriente de pensamiento” son el mediopelo de las capas medias, propietarios de tierras, pequeños y medianos comerciantes y empresarios practicantes de la evasión, la tramoya y la deslealtad comercial, quienes, sabedores de su condición minoritaria, en lugar de intentar un debate político donde se desnuden los defectos y debilidades reales del kirchnerismo en el gobierno, se dedican a difundir estos libelos infames, donde se trasluce la índole de su condición reaccionaria perversa y potencialmente genocida.
Y digo “potencialmente genocida” porque son los mismos que en Bolivia, si tuvieran poder suficiente, no pararían hasta exterminar del territorio al último portador de sangre indígena, excepto a quien lograran someter a su servidumbre; los mismos que ya demostraron de lo que son capaces en las guerras libradas entre las etnias de la ex Yugoeslavia y en otras semejantes; los mismos que acá dicen: “al que mata hay que matarlo”, retrocediendo, como confusamente lo sugirió un sacerdote devenido “tribuno de la democracia(?)”, casi 4.000 años atrás en la historia de la civilización, a la ley de ojo por ojo, diente por diente del rey Hammurabi. Si hay una diferencia entre los de aquí y los de otras regiones, es que los pichones de nazi incubados en la Argentina quiza jamás se atrevan a ejecutar con sus propias manos la matanza de marginales, esos “negros de mierda” que cartonean, hacen piquetes, se drogan, roban y matan, a quienes desearían ver eliminados pero por alguna providencial “fuerza del orden” que hiciera por ellos el trabajo sucio. Los marginales, como su nombre lo indica, lo son porque alquien (nosotros) los marginó, los margina y, no conforme con eso, pretende desaparecerlos, para apelar a un término acuñado en nuestra lamentable historia reciente.
La campaña me recuerda la que hacíamos en mi pueblo contra el peronismo en los 50; de hecho, tratábamos a Eva de “yegua” y otras lindezas, tal como ahora lo hacen estos con Cristina. Pero yo era entonces un analfabeto político quinceañero, recién llegado del campo y con el cerebro prolijamente lavado por una sociedad pueblerina de un reaccionarismo difícil de concebir.
Dije que se pueden cuestionar a este gobierno chingadas sin cuento, de esas que mañana servirán para decir, como del supuesto “prócer” Rivadavia, que “cayó por sus propios errores”. Es notoria su incapacidad de expresar los contenidos del modelo que proyectan de modo convincente y movilizador para las masas; la falta de perspectiva políticosociológica para comprender por qué mientras logran resultados económicos impresionantes la sociedad se desintegra ante sus ojos sin que logren verlo; la imposibilidad aparente de formular consignas capaces de aglutinar y encolumnar a distintos sectores detrás de objetivos claros, concretos, concatenados progresivamente según el grado de posibilidad de alcanzarlos y capaces de crear un creciente consenso social; la forma errónea de adoptar las medidas de fondo, sin preparar el terreno, buscar aliados, fragmentar, persuadir y debilitar los frentes que van o creen que van a ser afectados; la inexplicable circunstancia de que, mientras han conseguido solidez económica suficiente para paliar mejor que países “centrales” la crisis mundial y permitir a sectores medios un nivel de ingresos motor de escalas de consumo casi inéditas, todos esos sectores y aun otros se sientan y manifiesten completamente disconformes; la falta de autoridad para hacer cumplir las reglas vigentes y ejecutar sus nuevas disposiciones, alimentada por una convicción de permisividad que en la práctica es debilidad, aunque estos panfletistas lo acusen contínua y ridículamente de autoritario y dictatorial en nombre de su “democracia de dominio por las minorías”; etc., etc., etc.
Pero es infame agitar banderas de distracción sobre la vida privada de los funcionarios para ocultar que este gobierno asumió en un país que apenas asomaba de la peor crisis económica de su historia y ha sostenido un índice de crecimiento que no veíamos en muchas décadas; que ha encarado e impulsa (con las fallas señaladas) un modelo económico basado en la redistribución, negada por décadas, del ingreso nacional; que ha controlado en buena medida el endeudamiento externo, ha consolidado la reserva en divisas, ha eludido la tutoría económica yanki, ha desarrollado una política previsional de la que no teníamos memoria, ha fortalecido el ingreso destinado al consumo interno, etc., etc., etc.
Y, por añadidura, los difamadores demuestran su verdadera ideología cuando arremeten sin pudor contra los representantes del grupo de países latinoamericanos (afortunadamente mayoritario) que ha logrado eliminar dictaduras y gobiernos minoritarios sumisos al poder del norte, grupo que hoy también integra este país. Estos fascistoides, cuyo objetivo es someter a las mayorías a gobiernos que expresen sus ideas minoritarias y, por ende, esencialmente antidemocráticos, mencionan con frecuencia y cinismo, sin embargo, la “democracia” en sus libelos. Hoy por hoy no hay ideas más antidemocráticas que las que profesa esta gente.
Javier Pandorena
Abril de 2009
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