Pensando en la muerte de Alfonsin recordé esta fábula de Robert Louis Stevenson:
El barco que se hunde:
“Señor”, dijo el teniente primero, irrumpiendo en el camarote del capitán, “EL BARCO ESTA HUNDIENDOSE”.
“Está bien, señor Spoker”, dijo el capitán. “Pero esa no es razón para que usted se presente a medio afeitar. Haga uso de su inteligencia por un momento, señor Spoker, y usted verá que para una mente filosófica nada nuevo ha ocurrido. Puede decirse que el barco, si es que está hundiéndose, estaba hundiéndose desde el momento en que fue botado”.
“Está hundiéndose aprisa”, dijo el teniente primero, cuando volvió afeitado.
“¿Aprisa, señor Spoker?“, preguntó el capitán. “Esa frase me extraña, porque pensándolo bien, el tiempo es relativo.”
“Señor”, dijo el teniente, “creo que no vale la pena embarcarnos en esta discusión ya que estaremos en el fondo del mar dentro de diez minutos”.
“Razonando de esa manera”, dijo el capitán suavemente, “sería inútil iniciar cualquier investigación importante.
Lo más probable es que muramos antes de haberle dado fin. Usted no ha considerado, señor Spoker, la situación del hombre”, agregó sonriendo y moviendo la cabeza.
“Prefiero considerar la situación del barco”, dijo el señor Spoker.
“Como buen oficial”, contestó el capitán, poniendo la mano sobre el hombro del teniente.
Desde la cubierta anunciaron que los marineros se habían metido en la bodega, donde ahora están emborrachándose.
“Marineros, esto es insensato”, dijo el capitán, “el barco está hundiéndose. En diez minutos ustedes me dirán: y entonces ¿qué? Para una mente filosófica, nada nuevo ha ocurrido. En el curso de nuestra vida, se nos podría haber roto una arteria, o nos podría haber partido un rayo, no sólo dentro de diez minutos, sino dentro de diez segundos; yeso no nos ha impedido almorzar ni depositar dinero en el banco. Les aseguro con la mano en el corazón que no acabo de entender su actitud”.
La tripulación ya estaba demasiado borracha para oir sus razones.
“Se trata de una escena muy penosa, señor Spoker”, dijo el capitán.
“Sin embargo, para la mente filosófica”, dijo el teniente, “podría decirse que empezaron a emborracharse desde el momento en que se embarcaron”.
“No sé si usted sigue mi razonamiento, señor Spoker”, dijo el capitán suavemente. “Pero sigamos”.
En la santabárbara dieron con un viejo lobo de mar que estaba fumando su pipa.
“Dios mío”, dijo el capitán. “¿Qué está haciendo?”
“Bien, señor”, dijo el viejo marinero, como disculpándose, “me dijeron que el barco estaba hundiéndose”.
“Y aunque así fuera”, dijo el capitán, “para la mente filosófica, nada nuevo ha ocurrido”. La vida, viejo amigo, la VIDA , en cualquier momento, desde cualquier punto de vista, NO ES MENOS PELIGROSA QUE UN BARCO QUE SE HUNDE.
Sin embargo, la gente suele usar paraguas y zapatos de goma y emprende grandes obras, y se conduce como si fuera inmortal. En cuanto a mí, desprecio al hombre que, aun a bordo de un barco que se hunde, deja de tomar una píldora o darle cuerda a un reloj. Semejante conducta no sería humana.
“Disculpe, señor”, dijo el señor Spoker. “¿Pero qué diferencia hay entre afeitarse en un barco que se hunde y fumar en la santabárbara?”
“0 hacer algo en cualquier circunstancia”, dijo el capitán:
“Estoy convencido; convídeme con un cigarro capitán".
Dos minutos después el barco estalló con una gloriosa detonación.
Ésta y otras fábulas en el libro Fábulas de Stevenson.
Pensaba en lo que cuenta la fábula y pensaba en tantos que todavía no se murieron pero que ya lo van a lograr:
- Nemen
- Felipe Solá (el candidato transgénico)
- Videla
Y pensaba en que en definitiva todos ellos se van a morir, que, seguramente, ninguno de ellos tendrá una despedida como la de Alfonsín. Y en qué también a ellos no les importe este humilde partido político.....
Pero bueno, se morirán dejarán su legado terrible de muerte y destrucción. Sabrán de lo que son responsables y bueno...Sólo eso, en algún momento se morirán también aunque hayan pensado que eran todopoderosos y que nunca les llegaría el ocaso.
Pero su herencia la bancaremos nosotros...
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