jueves, 1 de julio de 2010

Dossier sobre Islandia VIII


Fuente Revista Piauí-João Moreira Salles



Ísi Thórhallson, el productor musical, plantea la pregunta que angustia al país: ¿qué significará ser islandés después de la hecatombe? "Ahora que dejamos de ser cool, nos damos cuenta que no pasamos de una isla en el Mar del Norte. En los últimos diez años surgieron muchas oportunidades, pero en el momento en que el barco se hundió, nos dijimos: 'Que se jodan los extranjeros!' El gobierno sólo garantizó los depósitos en coronas islandesas. Entonces, si, robamos. Ellos depositaron en nuestros bancos y después de todo no podemos pagar. No eramos tan buenos como pensábamos. Los millonarios ahora se tranformaron en villanos, pero antes eran heróes. Ser banquero era cool. Nadie se detuvo a pensar: '¿Por que diablos?' No era mejor que ellos fueran aburridos? Deberiamos pensar que es mas sensato confiar el dinero a un tipo prudente, no a un cabeza fresca. Pero no, ellos eran cool. Nadie desconfió, y mucho menos criticó. Ni los artistas. Ellos también estaban en el bolsillo de los banquiros. Recibian patrocínio, eran contratados para tocar. Fue una fiesta. Nos romimos la cara nosotros."

El profesor Gudmundur Jónson es cauteloso a la hora de atribuir responsabilidades. "Soy reacio en decir que todos tenemos la misma cuota de culpa. Es absurdo pensar que el islandés común es responsable por la crisis. Faltó prudencia, pero no es esta la causa de lo que nos pasó." De hecho, la deuda de los islandeses no se compara a la de los bancos. Aun así, en las calles no siempre está claro si las pesoas están protestando contra la farra o contra el fin de ella.

El país vive el dilema de querer o no ser nuevamente la Islandia de modestas expectativas. "Está el riesgo de sentirnos irrelevantes y provincianos", dice Jón Steinson, de Columbia. Incluso Hördur Torfason, que todos los sábados comanda la resistencia al gobierno, vive el conflicto: "Hace 33 años, cuando dije publicamente que era gay, el mundo se vino abajo. Acá era la Edad Media. Por eso estuve anos en Dinamarca." Hördur huyó de la vieja Islandia y protesta contra la nueva.

Björn Hrafnson, un periodista especializado en economia, no tiene dudas. En un café en la Plaza del Parlamento explica: "Nadie mas quiere ser un país de pescadores. Estamos asustados, con rabia, pero no cueremos volver al pasado. En dos o tres años, tendremos que reprivatizar los bancos y hacer todo de nuevo." Será difícil. Kristján Davídson, un ejecutivo de Glitnir, despedido en octubre y recontratado semanas después para liquidar al banco, me dijo al mismo día en que decretó oficialmente la moratoria de la institución: "Los bancos serán reprivatizados, pero, por culpa de la falta de confianza, no tendremos acceso a grandes líneas de crédito. Seremos bancos pequeños, que prestarán apenas lo que los islandeses sean capaces de ahorrar. Con eso no se va muy lejos. No construiremos mas nada." Un diplomatico extranjero resumió: "Ellos tendrán que pescar mucho."

Para muchos, la primeira salva de útrás fue dada en diciembre de 1998, cuando el Parlamento cedió a la presión del governo de Oddson y aprobó una ley espantosa. No se trataba de la privatización de un servicio público, sino del patrimonio genético islandés.

Siendo tan aislada, la población de Islandia desciende de los mismos vikings que desembarcaron ahí en el siglo IX. Todo islandés es capaz de armar su árbol genealógico hasta aquellos primeros hombres y mujeres. Ese patrimonio común es uno de los grandes tesoros de la medicina moderna. Las enfermedades pueden ser rastreadas a lo largo de generaciones, y sus causas genéticas, si existieran, identificadas. Todo cáncer de mama en Islandia tiene origen en una única mutación genética ocurrida en el siglo XVI, en el ADN de un monje llamado Einar.

En 1996, un neurólogo y profesor de medicina de Harvard fundó una empresa habilitada para usar ese inmenso banco de datos genéticos para identificar patologias y desarrollar tratamientos. Le hizo sólo una exigencia al gobierno: que la propiedad intelectual de los descubrimientos fuese suya. Dos años después el gobierno aprobó el proyecto, y cedió entonces a DECODE, la empresa fundada por Kári Stefánson, el derecho no sólo de explorar los prontuarios médicos del servicio nacional de salud - meticulosamente preservados desde 1915 -, sino sobretodo de apropiarse, para fines científicos y comerciales, de las informaciones genéticas de la población. Fue la primera vez en la historia que se concedió este derecho a una empresa.

La comunidad científica se opuso violentamente. Ya la población islandesa, el 95% de ella, cumpliendo un deber cue juzgava cívico, respondió a la convocatoria de DECODE y donó voluntariamente su sangre. La empresa posee hoy un banco de datos con la historia familiar de practicamente todas las 800 mil almas que ya vivieron en Islandia. En los últimos años, 70% de los descubrimientos que relacionan una mutación genética a determinada patologia - de ezquizofrenia a cáncer de pulmón, de dependencia a la nicotina a diabetes - fueron hechas en los laboratorios de la empresa, en Reykjavík.

Kári Stefánson trabaja en una sala inmensa. Desde su escritorio, a través de las amplias ventanas, se ven las montañas heladas que cercan a la bahía de Reykjavík. Con más de 1,90m, vestido de negro, en contraste absoluto con el branco alvísimo de su barba y del cabelo viking, tiene cerca de 60 años y la vitalidad de un toro. Parece haber atravesado la vida con la certeza de cue fue siempre el animal mas bello e inteligente de la clase. Dicen que es el hombre más brillante de Islandia, opinión que no se preocupa en refutar. Es simultáneamente agresivo ("¿Usted es así tan mal periodista como parece?") y seductor ("Nadie comprendió mejor que yo lo que está pasando aqui"), una combinación no tan rara en hombres a los que les gustan ser temidos y temem no ser gustados. Vanidoso de su inteligencia y de su erudición, es capaz de interrumpir una respuesta para recitar, completos, poemas de Auden o de Octavio Paz.

"No puedo responder", dice con condecendencia mal disfrazada, al ser indagado si la empresa que fundó dió inicio al proceso desenfrenado de desregulación. "no puedo responder por el simple hecho de que la pregunta no tiene sentido y es una absoluta tontería. ¿Cómo me compara a esa gente que destruyó mi país? Invertí en Islandia. Ellos invirtieron afuera, tomando dinero prestado y dando al puebo islandés como garantia. Traje científicos para acá, transformé este lugar en el laboratorio genético más importante del mundo.¿ Y ellos? ¿Qué dejaron?"

Una gran parte de los islandeses perdió dinero con Stefánson. Cuando DECODE lanzó acciones en Nasdaq - fue la primera compañía islandesa a abrir capital en una bolsa extranjera -, el gobierno incentivó a toda la población a invertir en ella. Era una actitud patriótica. Lanzadas a 30 dólares, las aciones en poco tiempo cayeron a veinte y hoy valen menos de un dólar. La empresa está àl beorde de la ruina. En octubre, no cumplió con todas sus obligaciones con sus acreedores. El tiempo de maduración de una empresa de biotecnologia es larguísimo, y la crisis mundial secó el flujo de inversiones.

En su inmensa escritorio, mirando por las enormes ventanas, Stefánson no dá señales de sentirse derrocado. Tal vez imagine que venció como científico y perdió apenas como emprendedor. Tiene aversión a ser comparado a los otros - a los igualmente derrotados. "Cuando Auden vino aqui, casi no habia que comer. Él cuenta eso. Yo vivia con hambre hasta mas o menos el período de Navidad, cuando las cosas mejoraban un poco. Mis heróes eran los antiguos poetas. Éramos esto: una nación que leía a los poetas. En esta última década, nos transformamos en una nación de especuladores. Ellos eran poco interesantes, repulsivos y extremadamente vulgares. Ahora la vulgaridad se termino. Nadei pasará hambre. Vamos a ayudarnos, como siempre lo hicimos, y saldremos de esta situación como un pueblo mucho mejor. Espero estar aqui para verlo."

Sabiendo que su interlocutor precisa irse, Kári Stefánson se levanta y extiende la mano: "Buen viaje." En el camino al aeropuerto paso delante de como mínimo setenta grúas, todas inmóviles, alrededor de barrios fantasmas. no era feriado.

Primera parte del Dossier sobre Islandia.

Fuente Revista Piauí.

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