Antecedentes:
Al atardecer del 20 de noviembre de 1818 el centinela de guardia en Punta Pinos avisó que dos velas se acercaban al puerto. A pesar de todos los preparativos, Don José Vicente Solá contaba con solo cuarenta hombres: veinticinco soldados de cuera de la guarnición del presidio, cuatro artilleros de línea y once artilleros milicianos.
Solá se dio a la tarea de colocar personalmente a los artilleros de la batería apostada en la playa a quienes dejo al mando del teniente Manuel Gómez y del alférez José Estrada. Al parecer Gómez se volvió al castillo donde tomó el mando de la artillería pues el alférez José J. Vallejo tomó el mando de la batería de la playa, donde hoy se encuentra la antigua casa de la aduana. Luego ordenó que las mujeres y los niños se dirigieran inmediatamente hacia el rancho del Rey, la actual ciudad de Salinas.
Al anochecer, la "fragata chica" que más tarde sería llamada también "Santa Rosa o "Libertad", ancló cerca de la playa mientras la nave de mayor porte se mantenía a la distancia. Estas maniobras obedecían al plan de Bouchard que era tomar el fuerte por sorpresa mediante un desembarco en sus inmediaciones y como la Chacabuco , de menor tonelaje que la fragata, corría menos riesgo de encallar, se concentró en ella la tropa de desembarco. Pero había todavía otra razón, Corney conocía bien la bahía de Monterey y podía buscar el surgidero más conveniente. La versión argentina, dice que Corney cometió dos errores: uno anclar demasiado cerca del fuerte y otro no haber bajado a tierra a parlamentar. Lo cierto es que Corney no ancló demasiado cerca del fuerte. Sin que el supiera, Solá había instalado dos baterías en la playa para proteger el desembarcadero.
Los de tierra no notaron que la calma reinante había puesto en peligro a la nave capitana y ésta tuvo que ser remolcada por sus botes hasta anclar en quince brazas de agua. Los botes para esta maniobra tuvieron luego que llevar la tropa hasta la Chacabuco , desde donde se esperaba, desembarcarían para tomar el fuerte. Se escogieron 200 hombres armados de fusiles y lanzas y se les puso al mando del teniente Sheppard. Al parecer, la actuación del uruguayo Juan María Piriz había sido deficiente, pues en ésta y en ocasiones siguientes, veremos que el comodoro dio el mando de la tropa de infantería a otros oficiales.
Durante la noche se hicieron varios esfuerzos para comunicarse con la bocina, pero desde abordo se pretendió no entender el castellano y se contestó en inglés, hasta que se dio a entender que el capitán haría todos esos arreglos a la mañana siguiente. Pero al alba, en vez de enviar un bote, el buque abrió fuego contra la playa. Los californios contestaron el fuego de inmediato con sus seis cañones y con tal precisión y constancia por poco más de dos horas durante los cuales" el alférez y los artilleros--dice Solá en su informe al Virrey--mantuvieron un fuego constante y efectivo, haciendo mucho daño a la fragata, asistido por los soldados presidiales que llegaron hasta la batería con serenidad intachable, a pesar de las muchas balas que les caían."(17)
Abordo de la Chacabuco Corney se dio cuenta que no podía retirarse, ni tampoco contestar con efectividad el fuego que se hacía de tierra. Ordenó que la gente se retirara en los botes desabracando por el socaire del fuego que le caía desde la playa y ante la sorpresa de los californios, arrió su bandera. La versión de Corney no reconoce haberse rendido pero todas las otras relaciones lo comprueban. Incluso el propio Bouchard escribía: "a los diez y siete tiros de la fortaleza tuve el dolor de ver arriar la bandera de mi patria." Bouchard contó 17 tiros, pero no vio, pues probablemente la "fragata chica" se lo ocultaba, el fuego nutrido que se hacia desde la batería provisional. Y un narrador argentino diría más tarde: "Por primera vez Bouchard con lágrimas de ira vio descender la bandera de la patria que había afianzado con tanta gloria en su mástil".(18)
Rendida la presa, los artilleros exigieron que el capitán bajara a tierra. Se le contestó que se había alejado en uno de los botes. Un parlamentario que bajó a tierra fue apresado y puesto en el calabozo por el gobernador. Un nuevo emisario, venido desde La Argentina trajo un segundo mensaje. Según Bouchard, solo pedía que se le permitiera sacar la fragata de donde estaba sin molestarla. Según Solá el emisario exigía que se rindiera la provincia a los insurgentes. Las respuestas varían también. Bouchard dice que se le contestó que debía pagar un fuerte rescate. Solá dice haber contestado altivamente que defendía la provincia en nombre del Rey y que mientras hubiera un habitante vivo, este derramaría hasta la última gota de sangre en la defensa de la provincia.
No hubo acciones por el resto de ese día en que la fragata chica permaneció anclada frente a la playa. Fue un grave error de Solá no abordarla, pues al parecer estaba allí todavía la mayoría de la tropa, cansada y sin dormir, con frío, pues el tiempo era lluvioso y sin botes con que escaparse.
Durante la noche se levantó el viento que permitió a Bouchard entrar con la Argentina al puerto y pudo, amparado por la oscuridad enviar los botes a recoger la gente que todavía estaba en la fragata chica. A las ocho de la mañana del día siguiente, nueve botes, incluyendo cuatro con un cañón abordo, se vieron acercarse a remos hacia Punta Potreros, lugar intermedio entre Punta Pinos y el fuerte. Solá envió a Estrada con su piquete de caballería que al ver a "cuatrocientos hombres armados y cuatro cañones de campaña" se retiró, replegándose hacia el presidio.
Al mismo tiempo, la fragata chica abría otra vez fuego contra la batería. Se dio orden a los artilleros de clavar los cañones, reventar la pólvora y retirarse hacia el presidio. En el presidio se hizo una punil resistencia y Solá, que dice que el número de asaltantes era abrumador, se retiró con su gente llevando un cañón de dos libras, dos cajas de pólvora, seis mil cartuchos de fusil y todos los documentos del archivo, hacia el rancho del Rey.
Es interesante comparar los verdaderos números de los californios con los que creyó ver Bouchard. La fuerza de desembarco dice haber puesto en fuga a una tropa de caballería de 300 a 400 jinetes, eran 25. Luego dice haber escalado las paredes del fuerte sin encontrar mayor resistencia. La verdad es que no había resistencia alguna pues la tropa había huido. Una versión dice que la tropa de Bouchard avanzó con su jefe al frente, con abanderado y al son de pífanos y tambores, versión probablemente cierta, ya que como veremos, un prisionero o desertor, resultó ser músico.
Bouchard dice haber luchado con la tropa para conquistar el pueblo "nos hacían vastante rexistencia y por ello, por sangre y fuego logramos rendir todo aquel pueblo y salvar a sus prisioneros." Esta versión, a todas luces inexacta, habla de prisioneros que no existían. Se izó entonces la bandera argentina sobre Monterey y por seis días la tropa se dedicó al saqueo y la borrachera. No había más, todos los artículos de valor habían sido llevados al interior. No había mujeres pero según Corney, a quien los locales llamaron "Conde", los kanakas se vistieron con los vestidos de "españolas" ( en realidad californias), que encontraron en las casas dando al saqueo un gran colorido.
Se lograron embarcar dos cañones y unas barras de plata encontradas en una de las casas. Luego se intento arrasar el presidio hasta los cimientos poniéndole fuego por los cuatro costados. Se incendiaron las casas, el cuartel, la residencia del gobernador, se destruyeron los jardines y las huertas y se sacrificó todo el ganado y caballares que habían quedado atrás. Un borrachín llamado Molina que había quedado rezagado o que en su alcohólico estado se aventuró a Monterey, fue capturado. Fue el único prisionero. ¿Cuál fue el objeto de semejantes destrozos? Afuera del presidio, toda la ciudad estaba habitada por pacíficos habitantes que probablemente simpatizaban con la causa criolla. Ahora, costaría mucho atraérselos a la causa de la Independencia.
Solá recibió refuerzos de los otros presidios y custodias pero no se atrevió a atacar a los corsarios. Limitó sus actividades a observarlos mientras, reparaban el buque averiado y el 26 de Noviembre, con gran alivio suyo, los vio zarpar hacia el sur dejando la ciudad en ruinas y dos prisioneros en manos del gobernador."El ataque de Bouchard fue un rudo golpe para la provincia. No fue sólo la destrucción material sino también el convencimiento de que era imposible defenderse ni de la más insignificante agresión extranjera. Los soldados impagos, las misiones sin más defensa que la que podían ofrecer las diminutas escoltas contra los indios,el estado sicológico de la población civil, todo habría de presagiar las más funestas consecuencias. Afortunadamente no sucedió así. Si puede criticarse a Solá por su falta de determinación y su excesiva prudencia ante Bouchard hay que reconocerle su gran mérito de haber logrado mantener la cohesión y la existencia misma de la tropa."
Mucha más información en nuestra biblioteca especializada en Hipólito Bouchard
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Sobre San Juan Capistrano y el paso de Bouchard por ahí, ellos siguen llamándolo pirata, es un corsario!!!
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