lunes, 3 de agosto de 2009

Algunas delicias de ceder derechos de autor: Carver y Hemingway



















Raymond Carver(arriba) y
Ernest Hemingway (a la izquierda)



A veces ceder los derechos de autor o lo que hacen sus herederos puede causar algo de verguenza.

Por suerte los herederos en un caso ayudaron a recrear la historia y en otros no...

Vamos a ver la parte positiva:

Los cuentos como los escribió Carver editados, de la wikipedia:

En 1998, diez años después de la muerte de Carver, un artículo en la revista New York Times Magazine suscitó polémica al alegar que su editor Gordon Lish no sólo dio consejos a Carver, sino que reescribió párrafos enteros de sus cuentos, hasta el punto de cambiar el final innumerables veces. En el caso de los relatos del libro De qué hablamos cuando hablamos de amor, Lish llegó a reducir a la mitad el número de palabras originales y reescribió 10 de los 13 finales de los cuentos del libro. Por ejemplo, el cuento "Diles a las mujeres que nos vamos" ("Tell The Women We're Going") gana una dimensión más abstracta en manos de Lish, que suprime las relaciones de causa y efecto que llevan a dos adultos a matar a dos adolescentes, y añade torpeza, profundidad y silencio donde antes había — según D.T.Max, autor del artículo— demasiadas palabras.

Es notable también el caso de "Parece una tontería" ("A Good Thing, Small Thing"), con el que Carver ganó el premio O. Henry en 1983. La versión original del relato sobre un niño en coma se ve reducida a la mitad, tiene el título cambiado a "El baño" ("The Bath") y la muerte del niño al final de la versión de Carver se convierte en un final abierto, donde el lector no sabe si el niño vive o no. "El baño" fue publicado en De qué hablamos cuando hablamos de amor (What We Talk About When We Talk About Love) (1981) y "Parece una tontería" vio la luz posteriormente en Catedral (Cathedral) (1983).

Según el escritor Alessandro Baricco, quien revisó los manuscritos anotados que sirvieran de base para el artículo del New York Times (véase este artículo publicado en La Reppublica y reproducido por La Jornada), Carver «construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables.» La opinión de Baricco es que las versiones de Carver —en un momento u otro edulcoradas por emociones que Lish sistemáticamente suprimía— añadían humanidad a los personajes y permitían vislumbrar en Carver algo «terrible pero también fascinante.»



No se si ya salió la versión en español de "De Qué Hablamos cuando hablamos de Amor" sería cuestión de ver las diferencias entre la versión "podada" y la versión escrita por el autor.

Por lo menos tiene un final feliz.




La versión que les gustó a los descendientes de Hemingway:

Parece que a los descendientes de Pauline Pfeiffer, la segunda esposa de Hemingway, no les gustó mucho la descripción que hizo de ella en el libro "Paris era una fiesta", así que resolvieron reescribirla...:

"La edición de 1964, que es la que se ha podido leer hasta ahora, se encargó de publicarla su cuarta esposa, Mary Walsh. En el último capítulo del original Hemingway culpaba a Pauline y a sus escarceos amorosos del posterior distanciamiento de Hadley Richardson, madre de su primer hijo y de quien el autor acabó divorciándose para casarse con Pauline. «Cuando volví a ver a mi mujer [Hadley] parada en el andén a medida que se acercaba el tren deseé haber muerto antes de haber amado a otra», rememoraba Hemingway.
A nadie se le escapa que esa versión de los hechos nunca sentó bien entre los descendientes de Pauline y por eso ahora su nieto Sean propone una versión revisada de aquellos años locos parisinos para «aclarar» ciertos aspectos de la vida de su abuelo y el «conflictivo» final de su primer matrimonio."



El tema es que según el biógrafo y uno de los mejores amigos de Hemingway la "reescritura" de Paris era una fiesta es un insulto al escritor.

En inglés Star Tribune:

"The grandson has removed several sections of the book's final chapter and replaced them with other writing of Hemingway's that the grandson feels paints his grandma in a more sympathetic light. Ten other chapters that roused the grandson's displeasure have been relegated to an appendix, thereby, according to the grandson, creating "a truer representation of the book my grandfather intended to publish."


Y bueno...Si no se cedieran derechos...




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