A menudo se oye decir en los ámbitos especializados que estos combustibles están lejos de poder satisfacer la demanda energética de un planeta cada vez más exigente. Pero en los medios sólo se refleja la esperanzadora y muchas veces ilusa idea de que la invasión de los eco-combustibles es algo imparable. Esta semana, sin embargo, hemos conocido dos noticias que parecen arrojar algo de realismo y cautela sobre la euforia verde.
John Beddington, asesor científico del primer ministro británico, ha publicado un informe demoledor sobre los biocombustibles. "La fiebre por los combustibles ecológicos puede conducir a millones de personas a la inanición", ha advertido públicamente Beddington. Y es que, asegura, "es imposible imaginar un modo realista de conseguir una producción global de cereales lo suficientemente grande como para generar biocombustibles y satisfacer a la vez la demanda de alimentos".
Según sus cálculos, en 2030 será necesario que la producción de alimentos sea un 50% mayor que la actual, y para 2080 quizás haya que duplicarla. Paralelamente, las proyecciones sobre el uso de cultivos de cereal destinados a la fabricación de biodiesel (que supuestamente es ecológico) apuntan a una drástica reducción del suelo cultivado para la obtención de alimentos.
En otras palabras: es probable que los combustibles verdes nos libren del cambio climático, pero antes de que el calentamiento nos achicharre a todos millones de personas habrán muerto de hambre.
El discurso de Beddington ha caído como un mazazo, sobre todo si se tiene en cuenta que recientemente la UE ha decretado que para 2020 el 10% del combustible empleado para el transporte en Europa sea
eco. Además, los agricultores de Estados Unidos andan embarcados en un esfuerzo sin precedentes por reestructurar su estrategia de cultivos para adaptase al creciente mercado del biofuel. George Bush ha llamado a un incremento masivo del uso del etanol en USA para la próxima década, y el aumento del suelo destinado a plantar maíz ha registrado unos niveles desconocidos desde 1944.
Según Beddington, si los Estados Unidos logran su objetivo y el 40% del maíz cultivado se destina a fabricar gasolina, "el mundo tendrá graves problemas para alimentarse". "El cambio climático puede ser un grave problema, pero les estoy hablando de un problema mucho más grave y que se producirá en la misma escala de tiempo".
No se agotan aquí los aspectos negativos de los combustibles verdes. Esta semana, el ayuntamiento de Tampa (Florida) recibió una petición de suministro de 1,5 millones de litros diarios de agua por parte de la primera planta de producción de etanol que tiene previsto instalarse en su territorio. Ello convertiría a dicha instalación en uno de los diez mayores consumidores de agua de la ciudad. Entre tanto, Florida se enfrenta a una de las peores sequías de su historia reciente.
El proyecto de Bush contempla producir, en 2022, 36.000 millones de galones de biocombustibles para el transporte. Para producir sólo 50 millones en un año sería necesario gastar 1.800 litros de agua al minuto.
No estamos ante un problema que afecte sólo a la producción directa de estos combustibles. También hay que tener en cuenta la cantidad de recursos necesarios para mantener los cultivos de la materia prima cereal. Cada vez son más los expertos que creen que la fiebre por las eco-gasolinas tendrá consecuencias nefastas, en forma de subidas del precio de los alimentos (como ya sucedió la temporada pasada), costes de producción demasiado altos, usos extravagantes de los recursos naturales, especulaciones crecientes con los stocks de cereal y amenazas de desequilibrio de la producción de alimentos en las zonas más necesitadas.
Así las cosas, quizá quepa concluir que lo ecológico no siempre es bueno para la naturaleza...
Así que sería bueno que algún partido político parara un poco la mano con lo de los biocombustibles y propusiera simplemente consumir menos.....Usar menos el auto, comprar menos autos, gastar menos nafta y esas cosas...
Pero supongo que ningún partido hará eso.
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