A veces parecería ser una guerra de malos contra peores:
El aparato del Estado vs. los grandes latifundistas y empresas agropecuarias. En el medio quedaríamos los que tenemos que comprar alimentos y nos vemos desabastecidos y los pequeños y medianos productores rurales que están siendo estrangulados por las retenciones.
Hay un artículo interesante del Grupo de Reflexión Rural (el logo que aparece a la izquierda es del grupo) que puede aclararnos un poco más el tema:
Existe una mezcla de verdades y de mentiras en los discursos de ambos supuestos bandos de este conflicto del campo que esta en los diarios y en el paro agrario. Para Lustou, que debe alimentar un sistema político clientelar insaciable, las retensiones diferenciadas aparentarían ser aunque mínima, una medida justificada, al menos para buscar recursos y exhibir una cierta voluntad de equilibrar la desmesura de la sojización. Es por otra parte, lo mínimo que se podría aguardar de un gobierno como política agraria cuando la Secretaria respectiva esta en manos de alguien que no parece conocer sino de pugilato y de disputar el sillón de secretario. Al respecto dice Alberto Ferrari Etcheberry “Con total conocimiento de causa, el Poder Ejecutivo está transfiriendo a los exportadores cerca de US$ 2.000 millones. ¿Cómo? Aumenta las retenciones a la soja que pagan los productores pero permite que los exportadores se queden con esa porción enorme; esto es, privatizando ese impuesto en su beneficio. ¡Ni Menem llegó a tanto!”
La soja, seguirá siendo un gran negocio para muchos, aunque se eleven aun más las retenciones. De paso el Ministro de Economía, le recuerda en el diario al campo que con esas retenciones comprará en el curso del año cuatro mil millones de dólares para mantener el dólar alto. Cuestión fundamental que aparece de modo solapado: el valor del dólar que posibilita una Argentina agro exportadora en que los sojeros hacen fortunas, está mantenido gracias a que todo el país aporta comprando ingentes cantidades de dólares mes a mes para mantener el tres a uno... Pero de esto no se habla o simplemente se lo da a entender solamente como instrumento de presión, frente a los también insaciables que protestan un poco....
Por otra parte, en algo el campo tiene razón de quejarse. Se ha instalado una enajenación respecto a visualizar solo los finales de las cadenas productivas. Suponemos que tiene que ver con una mirada urbana excluyente y con los intereses de los Agronegocios y en especial de las cadenas agroalimentarias. Resulta evidente que las preocupaciones, las políticas, el foco de atención mediático, etc. están solo sobre los finales de las cadenas. Se visualiza el sache de leche no al tambero. Se visualizan los silos no las tranqueras. Se ve el final de la cadena, el resto no se considera.
Como GRR, hemos recordado reiteradamente que los derechos a la exportación comúnmente mal llamados retenciones, mal llamados porque lo que se retiene se devuelve y ello aquí no sucede, fueron establecidos por el Presidente Duhalde en el año 2002 para ser pagados por los exportadores. El ex director de la Junta de Granos dice:”El precio del grano que cobra el agricultor es el del mercado internacional menos las retenciones. Hoy US$ 533, menos 44% que es el impuesto que paga. Pero el responsable del pago al fisco es el exportador, que actúa como un agente de retención del impuesto que lo pagará mucho más tarde: 15 días después de haber embarcado el grano”. Y aparentemente así es, aunque la trampa es que los exportadores le añaden estos costos a la producción, o sea que violando el espíritu de la Ley, y con anuencia del Estado, socializarían estas retenciones hacia abajo con los productores e inclusive con los consumidores que somos todos nosotros, porque pagamos las retenciones a la exportación del trigo aparentemente cada vez que compramos pan, con lo cual nosotros y cada productor, pagamos las retenciones con las cuales se mantiene el dólar alto para que el sistema continúe pedaleando, produciendo desempleo, cáncer y devastaciones, así como también dinero para paliar la pobreza que la soja produce y con esa pobreza "clientelizada" se pueda perpetuar el sistema político partidista que sostiene a la Republiqueta sojera minera...
Y lo paradójico es que, cuando los representantes del campo protestan, lo hacen contra el Estado que aplica las retenciones y no contra las corporaciones que, en nombre del Estado y abusando de su rol en la cadena de comercialización, las socializan con ellos. De tal manera que, abrevando en obsoletos criterios antiestatalistas de entraña liberal, hacen causa común con los mismos finales de la cadena que los abusan e invisibilizan, o sea con ADM, con Bunge, con Dreyfus, con Cargill... y la dependencia que sienten hacia las corporaciones es tan grande que siendo sus víctimas, prefieren operar como cómplices y acusar al Estado. ¿Acaso FAA, CRA o CARBAP son exportadores? Entonces, por qué razón van al paro agrario contra un impuesto a las exportaciones sino porque están cubriendo la aberración y la violencia de que las corporaciones les hagan pagar el tributo a ellos…
De hecho, tomemos conciencia que los que protestan por las políticas tributarias son los productores, no son Los Grobo, ni El Tejar, Cargill o ADM los que se quejan. Estos últimos le pagan al productor la Tonelada de Soja aproximadamente a 165 dólares cuando su precio es de trescientos dólares. Agrega el especialista Ferrari Echeverri:”En noviembre aumentaron las retenciones de 28 a 35% y a raíz de eso quedó en evidencia una situación inédita: cuando ni siquiera había comenzado la siembra de la soja, existían más de 18 millones de toneladas cubiertas por esos formularios, con sólo 4 millones compradas. Quedó así en claro que eran declaraciones que cubrían ventas falsas y efectuadas al solo efecto de quedarse con el previsible aumento de las retenciones, aprovechando la incapacidad del Gobierno que, desde al menos cinco o seis semanas antes, anunciaba el aumento sin haber cerrado el registro de los formularios”. O sea que el resto, 135 dólares aproximadamente, va para el gobierno como derecho a la exportación. Luego la venden en el mercado de Chicago a 550 y además, generalmente lo hacen luego de triangularla entre sus propias oficinas para subfacturarla y pagarle lo menos posible al Estado. El negocio de los exportadores y de las empresas a ellos vinculadas, es de ese modo fabuloso. Pero no se detienen allí las ganancias. Los exportadores y sus socios, también y en simultáneo, se transforman en productores de agrocombustibles, de carne vacuna a corral y también de pollos, tal como la empresa AVEX de Los Grobo. Las nuevas y extraordinarias dimensiones de los agronegocios, tales como la Granja Tres Arroyos que faena tres cientos mil pollos diarios, y que participa de los actuales convenios de la Argentina con Venezuela, sube la apuesta productiva a niveles donde solamente pueden jugar las Corporaciones.
Las corporaciones están en el poder, esto queda claro en lo que expresa F. Etcheverry:”Entonces, se calculó que con esos formularios los exportadores "privatizaban" US$ 400 millones. El escándalo llevó a que Diputados aprobara un texto que eliminaba esa privatización del impuesto (alícuota y precio FOB) con efecto retroactivo. Sin embargo, en el Senado se tropezaría el miembro informante, el oficialista Roberto Urquía, quien es dueño de Aceitera General Deheza (la más grande de capital nacional que actúa sin conflictos con las multinacionales Cargill, Bunge, Dreyfus, ADM)” y agrega “Pese a ese evidente interés personal, Urquía no sólo no se excusó, sino que con el secretario de Agricultura, Javier De Urquiza, y los interesados, consensuó un texto que limitó el de Diputados y así se sancionó la ley el 26 de diciembre último. Inclusive, según el senador Miguel Pichetto, violando la instrucción recibida del Gobierno de sancionar sin cambios el texto de
Diputados”.
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Los granos con que preparan los alimentos balanceados con el que hacen esa carne producida en forma industrial, también los pagan a 165 dólares como si fuera para exportación, cuando en realidad, esa soja no sale del país como grano, o sea que el alimento de sus criaderos, les cuesta la mitad que al productor común que hace carne, y con el que compiten en el mercado interno. En el caso que hagan biocombustibles estarían pagando como derechos para la exportación tan solo un 20% de retenciones, cuando le sacaron por los granos 45% al productor, o sea que el 25 por ciento es ganancia líquida, y estamos hablando en este caso, de aproximadamente 75 dólares de ganancia por tonelada, producto de una estafa lisa y llana aunque legalizada, que por otra parte no se denuncia, sencillamente por una dependencia ideológica de las víctimas que aceptan sufragar ese precio vil para continuar dependiendo de un liderazgo que viene de larga data.
De esa manera, podríamos afirmar que cualquier política tributaria que se establezca, en los marcos del actual modelo de agro exportación y de producción de commodities, no hace sino, fortalecer la tendencia a mayores cultivos industriales, a la vez que añadir riquezas a los que más tienen, los pooles y las Corporaciones. Las políticas actuales, acrecientan las prácticas de una agricultura industrial sin agricultores ni población en el campo. Las mayores retenciones a la Soja devienen paradójicamente, de esa manera, en una mayor sojización.
Respecto al actual paro agrario, entendemos que no se debería hablar más de la oligarquía, al menos tal como a ella nos referíamos hasta no hace demasiado tiempo, tal como continúan haciendo sectores “progresistas” funcionales al sistema de la Soja, porque en realidad una oligarquía es una clase que tiene poder propio o que tiene poder sobre el Poder y en este caso uno de los problemas de estos ricos ganaderos invernadores es que no solo no tienen suficiente poder sobre el Gobierno o sobre el Estado, sino que ni siquiera tienen la capacidad de negociar más o menos exitosamente con los Frigoríficos o con los Pooles, y por eso el pataleo y las tensiones en las que estamos, sin suficiente conciencia y con discursos antiguos, prejuiciosos y con connotaciones al pasado, en que sobrenadan enormes confusiones y nostalgias de la época en que tenían poder, y en especial en los que no queda claro, aparte de los propios fantasmas, contra quien se pelea o acaso qué es lo que se quiere conseguir. Volver al pasado para ellos es imposible, deberían en todo caso saber negociar en el presente con los gerenciadores del modelo, pero se les mezclan ideologías viscerales y los viejos discursos se les imponen absurda y patéticamente, sembrando aún más confusión en los escenarios políticos de la Argentina, donde todas las tendencias y vectores parecieran continuar alentando desde diversos abordajes a la Republiqueta Sojera.
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