La leche aumentó un 35 por ciento en los últimos dos años. No en Buenos Aires, sino en Nueva York, y en Boston, y en Washington, y en al menos toda la costa Este de Estados Unidos. Era un cálculo fácil de hacer en un supermercado de Brooklyn, donde el cartón de un litro (un “quart” de 974 miligramos) costaba un dólar a fines de 2005 y hoy se cotiza a 1,35 en la misma góndola. Pero desde la semana pasada es oficial: Charles Schumer, senador demócrata por Nueva York, hizo la denuncia, causando poco revuelo y escasa repercusión en los medios, con el Indice de Precios al Consumidor en la mano.
Aumentos similares y mayores se ven en el pan, el transporte, ni hablar del combustible. Hasta estos días, inaugurada la temporada en la que los medios y la élite política se autorizan a sí mismos para ventilar malas noticias económicas, la pregunta era cómo se las ingeniaban los norteamericanos para expandir su capacidad de compra si sus salarios no aumentaban ni remotamente en la misma proporción. La respuesta estaba ahí, no muy oculta, en el incremento del endeudamiento, un bombeo de fondos a la economía que –pocos saben de esto tanto como los argentinos– mientras existe parece ser inocuo, igualitario, infinito. Hasta que deja de serlo.
Por la leche, Schumer le echó la culpa al etanol. Dijo que los productores de maíz (en Estados Unidos el etanol se produce sobre todo a base de maíz) dejaron de usar la siembra para alimentar ganado y ahora derivan el grano para extraer etanol, cuya inclusión como componente del combustible es una obligación impuesta por el gobierno federal. Esto produciría escasez de maíz, encareciendo la ruta que va desde el nacimiento de la vaca en Vermont hasta la llegada del cartón de leche a la ciudad.
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Así que como otros autores y economistas comentan los combustibles compiten con los alimentos, por suerte algunos políticos se dan cuenta (aunque no hagan mucho por solucionarlo).
Los otros artículos relacionados con el tema en el blog son:
- El problema de la inflación, conozcan el concepto de "Agflation"
- El auto del rico disputárá la comida del pobre.."¿Qué hacer con el biocombustible?"
- Bruno Parmentier dice que habrá que elegir entre el alimento o el combustible para el automóvil....Los políticos y la dirigencia argentina la tienen clara...Que se mueran los pueblos originarios del Chaco...
Un libro interesante que comenta el autor del artículo de página 12:
"En Catch-22, una novela que se regodea con lo más bizarro del país, uno de los personajes es un hombre de campo que ha logrado los mejores pagos del gobierno por cada tonelada de alfalfa que no produce:
“Trabajaba sin descanso a fin de extender la cantidad de alfalfa que no producía, invertía inteligentemente para incrementar la tierra no sembrada, y en poco tiempo estaba ‘no produciendo’ más alfalfa que ningún otro hombre en los Estados Unidos.” Catch-22 fue publicada en 1961."
Buscando en la web encontramos la siguiente información:
En Estados Unidos la gente se queja de haber caído en una “trampa 22” cuando se da cuenta de que la aparente solución a un problema de hecho lo acrecienta. La expresión viene de una novela, Catch 22, ambientada en una base militar durante la Segunda Guerra Mundial. Yossarian, el aviador protagonista de la obra de Joseph Heller, no quiere morir en combate y se obsesiona buscando maneras de evadir las misiones de bombardeo. Fingir locura (o arreglárselas para volverse loco de verdad) parece ser el único camino de escape.
Pero la salida no es tan fácil, porque si alguien se vuelve loco o es declarado loco en una situación de guerra entra en un círculo maligno burocrático, típico de la lógica militar. En breve, la “trampa 22” de la novela estipula que es razonable volverse loco de miedo en una situación de peligro real e inmediato; es lo lógico e indica que la mente está operando de manera racional. Si un aviador reclama su derecho a quedarse en tierra por estar loco de terror, esa misma petición lo cataloga como cuerdo. Si el loco no reclama, está obligado a combatir, porque eso es lo “normal”. Por lo tanto, el loco (es decir, el lúcido) está jodido: tiene la obligación de volar, aunque volar, en vista del peligro, sea un acto de locura.
Y así, hasta el infinito. Los mandos superiores nunca pierden: lo esencial es que se obedezca la orden, por loca que sea.
Me he acordado mucho de esa novela (y de la película, protagonizada por el genial Alan Arkin) últimamente, al ir siguiendo el reality sangriento de la guerra de Irak. Primero fue por el extraño caso del teniente primero Ehren Watada, el oficial del ejército estadounidense que llegó a la conclusión de que la guerra de G.W. Bush era ilegal y que por lo tanto él tenía la obligación,
según convenciones internacionales y principios militares básicos, de rehusar sus órdenes de traslado al frente. En sus propias palabras: “Mi participación me convertiría en cómplice de crímenes de guerra”
También se hizo una película:
ITULO ORIGINAL Catch-22
AÑO
1970
DURACIÓN
121 min. Sugerir trailer/vídeo
PAÍS Estados Unidos
DIRECTOR Mike Nichols
GUIÓN Buck Henry (Novela: Joseph Heller)
MÚSICA Richard Strauss
FOTOGRAFÍA David Watkin
REPARTO Alan Arkin, Orson Welles, Jon Voight, Anthony Perkins, Paula Prentiss,
Martin Sheen, Martin Balsam, Richard Benjamin, Arthur Garfunkel, Jack Gilford,
Buck Henry, Bob Newhart
PRODUCTORA Paramount Pictures / Filmways Inc
GÉNERO Y CRÍTICA
Más información
Bélico (II Guerra Mundial). Drama / SINOPSIS: Narra la historia de un pequeño
grupo de pilotos en el Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial, en 1944.
(FILMAFFINITY)
"Farsa antimilitarista llena de humor negro, pero que desvirtúa la novela
original de Joseph Heller" (Augusto M. Torres: Diario El País)
Film Affinity
Buscando el libro (en versión digital) por los lugares conocidos no lo encontré (libros-gratis.com.ar) así que si lo encuentran por ahí y quieren compartirlo, envíenlo a:
(reemplacen # por @)
Y lo pondremos a disposición de todos.
Escena de la película catch 22.
Otra escena con Art Garfunkel (el de Simon & Garfunkel)
Orson Welles en Catch 22
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