domingo, 14 de agosto de 2011
Evgeny Morozov-Internet:: Plaza o Shopping
Fuente Suplemento Link de "O Estado de São Paulo"
Por Evgeny Morozov*
Muchos avances aparentemente no relacionados con el sector de la computación fueron de vital importancia. La idea de una computación descentralizada y personalizada ya empezaba a ser pensada por empresas como Apple y Microsoft en los años 70. Por otro lado, el concepto de computación de IBM era de una actividad centralizada y cara. Si esta visión hubiera prevalecido, internet no habría ido más allá del e-mail. El hecho de que su telefóno celular funcione como un computador no es el resultado de tendencias tecnológicas inevitables, sino de una lucha profundamente ideológica entre visiones diferentes de la computación.
Gran parte del mérito por los avances de la red es de personas como Vint Cerf, creador del primer protocolo de comunicación intraredes, que ayudó a unificar las redes preinternet; y de Tim Berners-Lee, que creó la World Wide Web.
Pero es imposible estudiar la historia de internet sin conocer las aspiraciones de sus primeros incentivadores, un grupo distinto de ingenieros, entre ellos Stewart Brand, Kevin Kelly, John Perry Barlow, y el púbico que se formó en torno de la revista Wired, cuando fue lanzada en 1993. En general, hombres de California que tenían tiernos recuerdos del hedonismo de los años 60.
Ellos enfatizaban la importancia de la comunidad y del intercambio de experiencias. Encaraban al Estado y sus instituciones como obstáculos a derribar. y ¿qué mejor manera de hacerlo sino es en el espacio virtual?
Pero había también un lado serio. Figuras como Nicholas Negroponte, cofundador del Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnologia de Masachusetts (MIT), Bill Gates, de Microsoft y Esther Dyson, comentarista y empreendedora, contribuyeron para que internet no se transforme apenas en el refugio predilecto de los hippies de la Costa Oeste sino también un lugar para hacer negocios. y a medida que los pontífices del espacio virtual insistian en sus promesas, internet se tornaba el lugar para “tener poder”.
Y ese poder supuestamente seria conseguido por medio de la remoción de intermediarios. Las empresas de medios tradicionales serían sustituídas por los bulletin boards, fanzines electrónicos y, después, por foros y blogs. Los representantes electos serían sustituídos por “comunidades virtuales electrónicas”, con elecciones directas online.
De un modo general, la visión de un mundo sin intermediarios satisfacía a los antiguos hippies comunitarios y especialistas cibernéticos libertarios. Ambos querian que internet nivelase al mundo, haciéndolo más justo.
Por que los inversores se vieron tan atraídos por internet es un misterio: el mercado de la publicidad online en la época era minúsculo y el número de usuarios de la red era despreciable. En 1995, eran apenas 15 millones, de acuerdo con Internet World Stats.
Nuevas empresas aparecían, pero, en el caso de la mayoria, las apuestas eran promesas de un futuro brillante y no en servicios reales. La despreocupación de los inversores con los métodos tradicionales de evaluar el desempeño financiero indica que su juicio fue eclipsado por una combinación tóxica: la retórica de los incentivadores New Age de internet y las promesas neoliberales de nuevas maneras de hacer buenos negocios.
Muchas empresas de internet concentraron su actividad en la publicidad y, así, quedaro a merced de las tendencias de aquel sector – la personalización es la más importante de ellas. Los anuncios online eran ajustados a los intereses de un dado usuario. Cuanto más el website conoce del usuario, más eficaz es la promoción hecha.
Como fin lógico de esa creciente personalización, cada usuario acabó teniendo su propia experiencia online. Algo muy distante de la visión inicial de internet como espacio colectivo. En vez de internet, podemos comenzar a hablar de un billón de “internets”: una para cada usuario.
El poder soñado se reveló una ilusión. Los usuarios de la red pueden creer que disfrutan de libre acceso a servicios interesantes, pero están pagando por ese acceso con su privacidad. Gran parte de nuestro intercambio de información parece banal. Pero cuando la información es analizada con datos de otros servicios similares, ella puede generar insights sobre indivíduos y grupos profundamente interesantes para marqueteros y agencias de inteligencia.
Si saben lo que comés, pueden también descubrir lo que leés; a partir de ahí, no es difícil conocer tus preferencias políticas y manipularlo. Estamos yendo a un futuro donde la privacidad será un bien caro. Ya hay empresas, creadas recientemente, ofreciendo privacidad mediante el cobro de “una taza”.
Aunque estén delegándonos poder como consumidores, estamos perdiendo esa capacidad como ciudadanos, algo que los profetas digitales que anunciaban la liberación por medio del espacio virtual no previeron. Las “reuniones comunitarias electrónicas a nível de gobierno ” jamás decolaron. Cuando el presidente Barack Obama intentó realizar una luego después de ser electo, la pregunta más frecuente fue sobre la legalización de la marihuana. Internet no substituye a la política – ella la aumenta y amplifica.
Tal vez la incompatibilidad entre ideales digitales y la realidade pueda ser atribuída a la ingenuidad de los pontífices de la tecnologia. Pero el problema real es que los primeros visionarios de internet jamás consiguieron traducir sus aspiraciones de un espacio virtual compartido en un conjunto de princípios concretos en base en los que serian creadas reglas de uso de internet.
¿Quién quita la basura? Algunos temas fundamentales involucrando los aspectos colectivos de internet fueron abandonados. ¿Quién se encarga de quitar la basura? O sea, ¿quién debe lidiar con los spams y fraudes online? ¿Quién es el responsable por la preservación de la memoria histórica?, o sea, los efímeros tweets y posts de blogs que tienden a desaparecer en el vacío digital. ¿Quién protegerá a la dignidad de los ciudadanos? ¿Quién se encargará de la protección de la privacidad contra la difamación y la calumnia?
Los fundadores de internet tenían intenciones loables. La visión utópica de internet como un espacio compartido de modo a aumentar al máximo el bienestar colectivo es un buen modelo para trabajar. Pero ellos fueron atraídos por la posibilidad de “grandes lucros” y se vieron atrapados en la trampa del discurso de la “autonomia y poder personal”, simplemente un ardid ideológico para ocultar los intereses de las grandes compañías y reducir la intervención del gobierno.
La situación como está hoy não es irreversible. todavía tenemos alguna privacidad y las empresas todavía pueden ser controladas por medio de reglamentos inteligentes. Pero precisamos parar de pensar en internet en primer lugar como un mercado y después como un foro público. Lo que falta, hace mucho tiempo, es un reexamen fundamental de la primacía de las dimensiones cívicas de internet. Estamos en el momento de decidir si lo que queremos de internet es que sea un shopping privado o una plaza pública.
*Evgeny Morozov es periodista y autor del libro The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom (La Ilusión de la Red: El Lado Oscuro de la Libertad en Internet”.
Por Evgeny Morozov*
Muchos avances aparentemente no relacionados con el sector de la computación fueron de vital importancia. La idea de una computación descentralizada y personalizada ya empezaba a ser pensada por empresas como Apple y Microsoft en los años 70. Por otro lado, el concepto de computación de IBM era de una actividad centralizada y cara. Si esta visión hubiera prevalecido, internet no habría ido más allá del e-mail. El hecho de que su telefóno celular funcione como un computador no es el resultado de tendencias tecnológicas inevitables, sino de una lucha profundamente ideológica entre visiones diferentes de la computación.
Gran parte del mérito por los avances de la red es de personas como Vint Cerf, creador del primer protocolo de comunicación intraredes, que ayudó a unificar las redes preinternet; y de Tim Berners-Lee, que creó la World Wide Web.
Pero es imposible estudiar la historia de internet sin conocer las aspiraciones de sus primeros incentivadores, un grupo distinto de ingenieros, entre ellos Stewart Brand, Kevin Kelly, John Perry Barlow, y el púbico que se formó en torno de la revista Wired, cuando fue lanzada en 1993. En general, hombres de California que tenían tiernos recuerdos del hedonismo de los años 60.
Ellos enfatizaban la importancia de la comunidad y del intercambio de experiencias. Encaraban al Estado y sus instituciones como obstáculos a derribar. y ¿qué mejor manera de hacerlo sino es en el espacio virtual?
Pero había también un lado serio. Figuras como Nicholas Negroponte, cofundador del Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnologia de Masachusetts (MIT), Bill Gates, de Microsoft y Esther Dyson, comentarista y empreendedora, contribuyeron para que internet no se transforme apenas en el refugio predilecto de los hippies de la Costa Oeste sino también un lugar para hacer negocios. y a medida que los pontífices del espacio virtual insistian en sus promesas, internet se tornaba el lugar para “tener poder”.
Y ese poder supuestamente seria conseguido por medio de la remoción de intermediarios. Las empresas de medios tradicionales serían sustituídas por los bulletin boards, fanzines electrónicos y, después, por foros y blogs. Los representantes electos serían sustituídos por “comunidades virtuales electrónicas”, con elecciones directas online.
De un modo general, la visión de un mundo sin intermediarios satisfacía a los antiguos hippies comunitarios y especialistas cibernéticos libertarios. Ambos querian que internet nivelase al mundo, haciéndolo más justo.
Por que los inversores se vieron tan atraídos por internet es un misterio: el mercado de la publicidad online en la época era minúsculo y el número de usuarios de la red era despreciable. En 1995, eran apenas 15 millones, de acuerdo con Internet World Stats.
Nuevas empresas aparecían, pero, en el caso de la mayoria, las apuestas eran promesas de un futuro brillante y no en servicios reales. La despreocupación de los inversores con los métodos tradicionales de evaluar el desempeño financiero indica que su juicio fue eclipsado por una combinación tóxica: la retórica de los incentivadores New Age de internet y las promesas neoliberales de nuevas maneras de hacer buenos negocios.
Muchas empresas de internet concentraron su actividad en la publicidad y, así, quedaro a merced de las tendencias de aquel sector – la personalización es la más importante de ellas. Los anuncios online eran ajustados a los intereses de un dado usuario. Cuanto más el website conoce del usuario, más eficaz es la promoción hecha.
Como fin lógico de esa creciente personalización, cada usuario acabó teniendo su propia experiencia online. Algo muy distante de la visión inicial de internet como espacio colectivo. En vez de internet, podemos comenzar a hablar de un billón de “internets”: una para cada usuario.
El poder soñado se reveló una ilusión. Los usuarios de la red pueden creer que disfrutan de libre acceso a servicios interesantes, pero están pagando por ese acceso con su privacidad. Gran parte de nuestro intercambio de información parece banal. Pero cuando la información es analizada con datos de otros servicios similares, ella puede generar insights sobre indivíduos y grupos profundamente interesantes para marqueteros y agencias de inteligencia.
Si saben lo que comés, pueden también descubrir lo que leés; a partir de ahí, no es difícil conocer tus preferencias políticas y manipularlo. Estamos yendo a un futuro donde la privacidad será un bien caro. Ya hay empresas, creadas recientemente, ofreciendo privacidad mediante el cobro de “una taza”.
Aunque estén delegándonos poder como consumidores, estamos perdiendo esa capacidad como ciudadanos, algo que los profetas digitales que anunciaban la liberación por medio del espacio virtual no previeron. Las “reuniones comunitarias electrónicas a nível de gobierno ” jamás decolaron. Cuando el presidente Barack Obama intentó realizar una luego después de ser electo, la pregunta más frecuente fue sobre la legalización de la marihuana. Internet no substituye a la política – ella la aumenta y amplifica.
Tal vez la incompatibilidad entre ideales digitales y la realidade pueda ser atribuída a la ingenuidad de los pontífices de la tecnologia. Pero el problema real es que los primeros visionarios de internet jamás consiguieron traducir sus aspiraciones de un espacio virtual compartido en un conjunto de princípios concretos en base en los que serian creadas reglas de uso de internet.
¿Quién quita la basura? Algunos temas fundamentales involucrando los aspectos colectivos de internet fueron abandonados. ¿Quién se encarga de quitar la basura? O sea, ¿quién debe lidiar con los spams y fraudes online? ¿Quién es el responsable por la preservación de la memoria histórica?, o sea, los efímeros tweets y posts de blogs que tienden a desaparecer en el vacío digital. ¿Quién protegerá a la dignidad de los ciudadanos? ¿Quién se encargará de la protección de la privacidad contra la difamación y la calumnia?
Los fundadores de internet tenían intenciones loables. La visión utópica de internet como un espacio compartido de modo a aumentar al máximo el bienestar colectivo es un buen modelo para trabajar. Pero ellos fueron atraídos por la posibilidad de “grandes lucros” y se vieron atrapados en la trampa del discurso de la “autonomia y poder personal”, simplemente un ardid ideológico para ocultar los intereses de las grandes compañías y reducir la intervención del gobierno.
La situación como está hoy não es irreversible. todavía tenemos alguna privacidad y las empresas todavía pueden ser controladas por medio de reglamentos inteligentes. Pero precisamos parar de pensar en internet en primer lugar como un mercado y después como un foro público. Lo que falta, hace mucho tiempo, es un reexamen fundamental de la primacía de las dimensiones cívicas de internet. Estamos en el momento de decidir si lo que queremos de internet es que sea un shopping privado o una plaza pública.
*Evgeny Morozov es periodista y autor del libro The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom (La Ilusión de la Red: El Lado Oscuro de la Libertad en Internet”.
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