jueves, 31 de julio de 2008

Aniversario de las noches de los bastones largos....Documental y dos Testimonios.



La Noche De Los Bastones Largos, documental del Canal Encuentro







  • Fuerte la imagen de Ongania entrando en la Rural...Y lo que dice el video del Canal Encuentro, los trabajos en que estaban los científicos cuando tuvieron que emigrar.

    ¿Será que este presente sojero transgénico tiene que ver con aquél pasado?






  • Documental del programa "Lo Pasado Pensado" de Felipe Pigna.

    Link: sevenload.com


    Documental sobre "La Noche de los Bastones Largos" realizado por el programa "Lo Pasado Pensado de Felipe Pigna".


  • La Noche de los Bastones Largos 30 años después, documento que salió junto con el Diario Página 12 para descargar.






    • Testimonio de Julio A.


      No estuve en la "noche de los bastones largos" versión 1.0, (julio de 1966) pero sí, me tocó vivir la "noche de ..." versión 2.0 de junio de 1969. Esta segunda fue mucho más violenta que la anterior, aunque muchas veces se mezclan las descripciones de una y otra.

      En esa oportunidad (1969) tiraron gases en el Aula Magna, cuando estaba repleta de alumnos. Es una experiencia horrible cuyo recuerdo te puede sobrevenir cuando visitás las cámaras de Auschwitz o cuando una noche de insomnio todas las radios comienzan a hablar de un lugar con nombre grotesco: República Cromagnon. Sabés de qué se trata.

      Fue en la noche, cuando se daba la teórica de Química Inorgánica 1. Antes de que cierren las puertas del aula magna, mi novia alcanzó a entrar desde el patio de la Facu, junto con un enorme grupo de alumnos de otras aulas, huyendo de los tiros y estampidos en la confusa escaramuza entre activistas de izquierda y de derecha, policías de uniforme y policías de civil. El aula magna en el turno noche de Inorgánica 1 siempre estaba llena y no alcanzaban los asientos. Estábamos acorralados.

      Al no poder entrar, los policías rompieron los vidrios y fue así como vi entrar trazando una parábola por el aire, un objeto que cayó a mis pies. Era idéntico a una lata de cerveza. Comenzó a soltar un chorro de gas blanco. Le grité a Rosario, mi novia, que no respire. Pero fue inútil: del susto aspiró y como era asmática, se desmayó.

      La desesperación y el pánico, las gradas que se van derrumbando, las chicas que se herían los brazos al romper con las manos los vidrios de las ventanas en la desesperación por respirar. Los gritos. No hay forma de escapar del gas.

      Conteniendo la respiración la sostuve a mi novia, y tuve la increíble reacción de recoger del piso una polvera que a ella le gustaba mucho, porque era un regalo de su padre. Siempre me pregunto como se puede tener cuidado en una nimiedad en el medio del caos más desesperante. Conteniendo la respiración y con los ojos ardiendo, enfilé trastabillando, con Rosario desmayada en mis brazos, hacia la pequeña puerta de bedelía, al frente del aula. Mi ventaja era que yo soy más bien grandote y ella era pequeña. Era la única salida: una salida estrecha, donde todos se apretujaban por salir. La otra puerta, la del patio interno estaba trabada, por las ventanas a la calle Perú saldría a la cornisa pero no podría saltar con Rosario desmayada. Nunca en mi vida habré aguantado tanto sin respirar hasta que todo se me puso de color rojo, azul, morado y, por el esfuerzo que hacía, el ahogo se hizo insoportable. La reacción instintiva me venció. Aspiré. La sensación de entrada del gas en mis pulmones fue espantosa. Es la sensación de morir, de quemarse la garganta, la tráquea, los bronquios, los alveólos, los ojos que ardían y lloraban. Creí por un momento que me desmayaba. Lo único que guiaba mis pasos era la puerta, pequeña, estrecha, con la luz de una lamparita desnuda de la sala de bedelía.

      Ya en bedelía, sentí que el aire era más fresco pero unos empujones y algún golpe me indicaron que no podía detenerme y seguí con Rosario en brazos hasta el pasillo de salida a Perú 222. Tal vez me hayan golpeado y pateado los policías que flanqueaban el camino pero para ese momento yo ya era insensible a todo. Las rodillas se doblaban, y pensaba que no iba a aguantar el peso en los brazos. Tenía que llegar a la salida, a los escalones de mármol y no caerme al bajarlos con el doble peso.

      Trastabillando cada escalón, llegué a la vereda. Apoyé los pies de Rosario en el piso, mientras la sostenía por las axilas. Aspiré unas bocanadas de aire, completamente extenuado. Esos segundos de inmovilidad fueron suficientes para que un policía alto y pelado, de uniforme, me diera un garrotazo en la cabeza, mientras decía: ¡circule!.

      No alcanzamos a dar unos pasos que Rosario perdió nuevamente el conocimiento. De algún lado apareció Pepe, un amigo y me ayudó a llevarla hasta las escalinatas del monumento a mi tocayo Roca.

      Esa noche odié a todos los periodistas: me iluminaban con los focos, quemándome los ojos ardidos del gas. Sabía que me estaban fotografiando y filmando. Lo único que hacían era preguntarme como se llamaba la chica desmayada. Así fue como salí en todos los noticieros de medianoche, puteándolos: "¡Ayudáme, periodista hijo de puta!".

      La Guardia de Infantería tenía una táctica, simple y efectiva: avanzaban en doble línea a paso de marcha cerrando toda una calle o avenida. Empujaban como ganado a los manifestantes.

      En un minuto supe que mi situación iba a ser ir a la cárcel si no me movía de la base del monumento. Levanté nuevamente a Rosario y a los pocos pasos y muchas puteadas al cuarto poder, me percaté iba en mala dirección porque venía marchando la línea de la Guardia desde Avenida de Mayo hacia Alsina. A los que corrían por Diagonal Sur en dirección a la Plaza de Mayo los atrapaban antes de llegar a Bolívar. En un momento desaparecieron todos, hasta los periodistas. Estaba acorralado.

      En ese instante, veo que me llamaban desde un café, a corta distancia, sobre la esquina de Perú. Aunque estaba con la cortina metálica cerrada, se abre la pequeña puerta de chapa, y asomándose, un mozo de inconfundible acento gallego me llama. En cuestión de segundos estábamos adentro, junto con una docena de estudiantes. En menos de un minuto, sentimos el paso de las botas policiales que marchaban, mientras el gallego los puteaba a ellos y a todos los franquistas.

      Improvisamos una camilla con varias mesas de café unidas. En una media hora, Rosario fue recobrando el conocimiento y luego de un café fuertísimo, le volvió el ánimo. Cuando vimos que ya no estaba la policía en la calle, los que estábamos refugiados dentro del bar, fuimos saliendo a la calle de a uno o de a dos, agradeciéndole infinitamente al mozo que nos evitó ser arrestados.

      La ropa que tenía puesta tardó varios días en perder el olor del gas.

      La edición '66 tuvo una consecuencia tremenda en la universidad y la ciencia argentina. Tuve una larga relación personal con el Dr. Germán Busch, que debió emigrar a Venezuela por varios años y luego enseñó en Chile en tiempos de Allende. Las materias de matemáticas las debí estudiar con los libros de Sadosky, pero a Don manuel no lo conocí hasta su regreso definitivo con la democracia del '83.

      Sí la conocí a "Clementina", pero se la empleó hasta los inicios de los años '70, ya con serias deficiencias y que funcionaba por la habilidad y el ingenio de quienes la reparaban y mantenían.

      En 1971 nos mudaron a todos los alumnos de Química y Geología de la "Manzana de las Luces" a la Ciudad Universitaria. Poco después comenzaron a demoler la vieja Facultad.

      queda el marco de entrada de Perú 222, con el simple adorno de un letrero que dice: UNIVERSIDAD.

      Comparado con lo que sobrevino algún tiempo más tarde, lo ocurrido aquella noche de junio del '69 es una anécdota.



      En la Revista La Ménsula de historia de la Facultad de Ciencias Exactas encontramos:

      Descargar la "La Ménsula" N°6: 1966: La noche de los bastones largos. El final de una etapa (3.3 MB), es un archivo pdf.




      Testimonio de Nastenka.



      Qué día fue ése, en el '67 o el '68, cuando en santa fe nos persiguieron con un vehiculo flamante (en buenos aires quizas ya estaba de antes), que lanzaba chorros de tintura y nos marcaba como culpables. Antes, unos meses antes, nos perseguian con los percherones y les tirabamos bolones. Pobres caballos y porque el que quedaba debajo. Pero era un poco como cuenta julioa, algo hasta si se quiere romantico, los vecinos nos ayudaban, corriamos por los techos, nos descolgabamos por un patio como gatos, y cuando ellos llamaban a la casa, los mismos que nos tenian escondidos ponian cara de inocente y decian que no habian visto nada, o los increpaban si osaban asomar la nariz al living. Yo siempre la saque barata, salvo volver a casa de color verde o rojo...empapada, con el corazon a mil y muerta de risa. Era como un juego.

      Luego vino Juan Santiago Pampillon... en cordoba, para la misma epoca del che en bolivia...supongo que la muerte del primer estudiante en una asamblea, marco un antes y un despues. Estoy hablando desde mi experiencia personal. Habra otras fechas, otros quiebres, otra gente mas esclarecida. Yo provenia de una familia que conjugaba una parte catolica y otra anarquista, en casa me enseñaron a leer los periodicos "vendidos al oro yanqui", que rimbombantes suenan esas palabras ahora y a festejar a los rusos en su carrera espacial. Estaba enamorada de yuri gagarin y despues del che, por supuesto. Mi primer hijo se llama ernesto y me lo reprocha siempre que puede.

      En el '72, embarazada de ernesto, en humanidades de la unlp, ya en la plata, con una panza que me impedia correr como con los neptuno, entraron con los caballos por los pasillos, en lo que ahora es parte del rectorado, por la calle 47. Mi profesor de griego, Gamerro, un hombre maravilloso y caballero como los de antes, me tapo con su cuerpo y musito: usted no tiene que volver mas aqui, m'hija, por lo menos hasta que tenga a su hijo...Imposible olvidar el estruendo de esos cascos contra los mosaicos, no he visto jamas vision mas aterradora que la de un enorme caballo abalanzandose sobre mi por un pasillo estrecho, con mirada enloquecida. Forma parte de mis pesadillas. No volvi a cursar, termine la carrera como pude, en los tiempos oscuros, teniendo un hijo tras otro como para balancear las perdidas, y estudiando el quijote o chomsky mientras amamantaba o lavaba pañales, puesto que no llegue a los descartables. Quizas eso me salvo. Quizas por eso este viva, contando esto. Quien sabe.



      Nastenka


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