lunes, 19 de mayo de 2008

Comunicación y percepción pública de la biotecnología agropecuaria

Copié la entrada con el artículo de la Dra Alicia Massarini sobre lo que estaba causando la soja en la Argentina. El artículo es de julio de 2005, así que tenemos algo de perspectiva para saber como sigue la historia.


Para entender a qué se refiere el Dr. Burachik, lea primero el artículo de la Dra. Massarini.

¿Quién tendrá razón?

¿Quién descalifica más al otro en lugar de dar argumentos? y .... ¿Por qué el Grupo de Reflexión Rural rechaza al Dr Burachik en COP-MOP 4



En esta sección se intenta responder a aquellas publicaciones
que contienen aseveraciones no fidedignas en cuanto a los hechos que
se vinculan con la agrobiotecnología.



Respuesta de los Doctores
Moises Burachik y Esteban Hopp al artículo firmado por la Dra.
Alicia Massarini y publicado en la página de Internet del CONICET.




Respuesta del Dr. Burachik

Respuesta del Dr. Hopp






Dr.
Burachik


Tecnociencia, Naturaleza y Sociedad: el caso de los cultivos transgénicos.
Otra Visión.







Estoy muy asombrado por el contenido de la nota publicada en el sitio
del CONICET, cuya autora es la Investigadora de Conicet Alicia Massarini.
Quiero felicitar a la investigadora Massarini, pues ha logrado instalar
un tema de enorme importancia para el país, y lo ha hecho con
un escrito de lenguaje impecable y abundantes argumentos.



Sin embargo, cuando dije arriba que estoy asombrado, quiero decir ingratamente
asombrado. No deseo entrar ahora en debates puntuales sobre las numerosas
inexactitudes, afirmaciones no fundamentadas e interpretaciones equívocas
que la investigadora Massarini hace en su magníficamente redactado
artículo. No dispongo del tiempo necesario en este momento.



Sólo deseo corregir en esta oportunidad algunas afirmaciones
que considero injustas, inexactas y lesivas para con la labor de esta
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos
(SAGPyA), la de la Comisión Asesora de Biotecnología Agropecuaria
(CONABIA) y la de la Oficina de Biotecnología de la SAGPyA. Esas
afirmaciones se refieren al marco regulatorio que rige en el país
desde 1991 para la experimentación, desarrollo y liberación
al ambiente de los organismos genéticamente modificados para
la agricultura (OGM). Este marco normativo, con las modificaciones impuestas
por la dinámica del progreso científico, ha resultado
(luego de la subsecuente verificación satisfactoria de la inocuidad
de los alimentos derivados de ellos y de la determinación de
que no tendrán un impacto no deseado en nuestro comercio internacional),
en la aprobación comercial de nueve cultivos genéticamente
modificados (ver nuestra página: www.sagpya.mecon.gov.ar, luego
ir a biotecnología y elegir conabia, y luego los enlaces que
desee). Ningún incidente atribuible a fallas regulatorias se
ha producido desde la implementación de este marco regulatorio.



Sin embargo, es otra la impresión que trasmite el artículo
de la investigadora Massarini. Las expresiones:



"el cultivo y consumo de OGMs no debería ser autorizado
hasta que existan mayores y mejores criterios de evaluación."
(párrafo 7)

"ejerciendo presión sobre los estados para obtener un marco
legal relajado que favorezca la introducción y comercialización
de OGMs." (párrafo 9)

"El liderazgo en el mercado se estableció debido a la rápida
y masiva adopción de esta tecnología, favorecida por la
relajación de los procedimientos para autorizar el cultivo y


el consumo de transgénicos. " (párrafo 12)

son francamente distantes de la realidad.



Nuestro marco regulatorio es uno de los más estrictos del mundo.
Con orgullo afirmamos que nuestro país regula los OGM con una
rigurosidad excepcional, que ha sido incluso elogiada y tomada como
modelo por diversos países de la región (por ejemplo,
Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Venezuela y Uruguay), al
mismo tiempo que criticada (por excesivamente estricta) por funcionarios
de empresas transnacionales. La regulación de los OGM en Argentina
es una referencia para muchas naciones, y en esta capacidad hemos participado
en varios eventos internacionales para tratar la problemática
de las normas ambientales y alimentarias involucradas y sus impactos
en los países en desarrollo.



Curiosamente, la posición que expone la investigadora Massarini
es extraordinariamente similar a la sostenida por los países
europeos (de donde provienen ideologías que, pasando por ambientalistas,
condenan a los OGM en base a argumentos pseudo-científicos).
Los países de la Unión Europea (UE) subsidian su ineficiente
agricultura al mismo tiempo que se oponen fuertemente a los OGM, en
abierta discrepancia con los dictámenes de sus propios organismos
técnicos de evaluación. Las modalidades de las prácticas
agrícolas europeas (que casi no utilizan OGM) han conducido a
una irreversible degradación de su ambiente y, por otra parte,
las necesidades políticas de los países líderes
de la UE (particularmente Francia, en relación con la denominada
Política Agrícola Común, PAC) han resultado en
la provisión de subsidios cuya clara finalidad es electoral.
Véase, por ejemplo, fragmentos del discurso del Presidente de
Francia, Jacques Chirac en Nontron, Francia, en plena campaña
electoral contra el derechista Jean-Marie Le Pen, promotor de la salida
de Francia de la Unión Europea (y consecuentemente, de la salida
de la PAC): ".si la política agrícola común
fuera suprimida, el rédito de los agricultores disminuiría
de un solo golpe en un 40 %" (Cable desde París, agencia
ANSA, publicado en Clarín, Buenos Aires, 29 de abril, 2002, pág.
27). Es probable que las fuentes de información de la investigadora
Massarini provengan de tal ambiente político-ideológico.
Si así fuera, sería conveniente recordar que esta política
de subsidios y de resistencia a la aprobación de nuevos OGM (por
la que la UE no acepta OGM desde 1998) es altamente perjudicial para
nuestra economía, así como la de los países exportadores
de la producción agrícola primaria y alimentos (tanto
OGM como no-OGM), muchos de ellos del tercer mundo. Si la investigadora
Massarini está preocupada por las consecuencias socio-económicas
de la adopción de OGM en la agricultura, sería bueno que
reflexionara, en este caso, sobre quiénes se benefician y quiénes
se perjudican con esta posición.



Muchos otros aspectos del artículo de la investigadora Massarini,
con los que estoy en desacuerdo, darían lugar para una interesante
discusión, mientras con muchos otros puedo afirmar que los comparto.
Razones de tiempo (la regulación de los OGM es una actividad
que demanda muchísimo tiempo y concentración) me impiden
extenderme en esta oportunidad. Solo me queda una reflexión:
el artículo de la investigadora Massarini me recuerda fuertemente
una aseveración del Sr. Richard Horton, editor de la prestigiosa
revista The Lancet, a raíz de la publicación del trabajo
del Dr. Arpad Pusztai. En ese trabajo los Dres. Pusztai y Ewen demuestran
que si se alimenta a ratas con papas crudas, en cantidad insuficiente
para



las necesidades proteicas del animal, pero (atención) conteniendo
un gen que expresa una proteína tóxica introducido mediante
técnicas de ADN recombinante, entonces las ratas tendrán
serios problemas de salud.



El Sr. Horton dijo, para justificar la publicación, "que
publicó las investigaciones del Dr. Arpad Pusztai porque, aún
siendo mal realizadas, sus resultados promoverían un debate útil),.
(Se sabe que varios de los evaluadores del trabajo, generalmente anónimos,
reclamaran al Sr. Horton que declarara claramente que el trabajo de
los Dres Pusztai y Ewen era considerado profundamente defectuoso y que
sus conclusiones eran altamente especulativas y no sustanciadas.)



Si la intención de publicar el artículo de la investigadora
Massarini fue similar a la del Sr. Horton, sin duda los felicito pues,
a raíz de algunos comentarios que ya han circulado por vía
electrónica, han conseguido su objetivo.



La saludo cordialmente,







Dr. Moisés Burachik Coordinador General Oficina de Biotecnología
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos
Av. Paseo Colón 982, piso 2, of. 236 C1063ACW - Buenos Aires
Argentina Tel.: 54-11-4349-2200 Fax: 54-11-4349-2178 mburac@mecon.gov.ar.











Dr.Hopp



Estimados responsables de la página Web del CONICET (Área
de Comunicación y Prensa):



Me dirijo a Uds por la desagradable sorpresa que me causó ver
incorporada a la página Web http://www.blogger.com/diarios/2005/julio/056.php
un panfleto que falta el respeto a muchos investigadores del área
de biotecnología y biología molecular y que se ubica ideológicamente
en las antípodas de lo que es la actual política de estado
tanto de la Secretaría de Ciencia y Técnica como de la
de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación después
de la inclusión, en el Boletín Oficial de un decidido
apoyo del Estado Argentino a la Biotecnología, incluyendo particularmente
a la Agrobiotecnología.



Por un lado, el libelo publicado tiene poco que ver con los principios
científicos de vuestra Institución. Se entiende que el
responsable del Área de CyP trate de difundir ciertos temas publicados
por los miembros de CONICET, pero no se puede aceptar que no revise
la fuente de origen de lo que publica, especialmente en lo que hace
al rigor científico de las mismas. Primero debería verificarse
si realmente la Dra. Massarini, una conocida citogenetista de roedores,
realmente escribió esta nota o la misma fue elaborada por el
sitio Web en base a otro artículo. Resulta el menos sorprendente
que una especialista tan alejada de los temas agronómicos y de
la salud se ponga a opinar y a desvariar tan ligeramente sobre tantos
campos del conocimiento que incluyen un análisis ecológico-económico-social
de la situación de un país a partir de los avances en
biotecnología agrícola. Digo esto porque conociendo la
formación de la Dra. Massarini también sorprende que se
cometan tantos errores en conceptos muy básicos de genética,
en la cual se conoce desde hace muchos años la relativa frecuencia
natural de la transferencia horizontal (interespecífica) de genes
(lo que hoy llamaríamos transgenes) siendo un fenómeno
que se remonta a tiempos evolutivos muy remotos muy anteriores a la
aparición del hombre como especie. Llama la atención parte
de la terminología empleada como ser "contaminación"
genética, "alteración" (que suena a adulteración)
genética cuando la palabra técnicamente empleada es modificación
(como en la sigla OGM) lo que indica una falta de rigurosidad científica
en el lenguaje lo que resulta incongruente con el currículum
de Massarini.



Tal vez la respuesta deba buscarse en la frase: "la discusión
no puede restringirse a la evaluación de argumentos científico-técnicos",
otorgándole al artículo un alto grado de carencia de argumentos
científicos.



En la primera parte de su ensayo se expresa: "Asumiendo que ésta
-como toda nueva tecnología- involucra riesgos aun no dimensionados,
…..,es indispensable evaluar quiénes son los beneficiados
por el cambio tecnológico, y quiénes los afectados por
los impactos negativos y los riesgos asociados".



Como la misma autora afirma, resultaría importante ver qué
intereses representa esta postura. Estos intereses surgen de la lectura
del sitio de Internet en el que fue publicado y son los siguientes:
1) el sistema de subsidios agrícolas (particularmente el europeo)
que debe aumentarse a medida que los costos de producción disminuyen
y sus agricultores son cada vez menos competitivos, 2) las empresas
de agroquímicos perjudicadas por la drástica eliminación
o reemplazo de prácticas de manejo que se operó después
de la adopción de los cultivos OGM y 3) las multinacionales que
supuestamente defienden la ecología y que sacaron un excelente
provecho y popularidad usando procedimientos fundamentalistas que recuerdan
a las tristemente célebres cazas de brujas de la edad media que
afectaron a Galileo, por ejemplo. Como prueba de lo antedicho, es interesante
comprobar que la que escribe esto no muestra la misma preocupación
escribiendo ensayos similares sobre otras nuevas tecnologías
como pueden ser la informática, la nanotecnología, la
automotriz o la robótica, todas ellas con efectos socioeconómicos
en cuanto al desempleo que tanto le preocupa.



Para no dejar todo esto en un plano meramente ideológico, se
refutan a continuación sólo algunas de sus afirmaciones
sobre la base de argumentos científicos porque son los únicos
que otorgan objetividad en una discusión de esta índole.




Ya en las primeras frases resulta polémico pensar que los científicos
no podemos opinar sobre el "mejoramiento de la competitividad"
del sector productivo o de la necesidad de "obtener nuevas variedades
mejoradas". Se ve que los autores de la nota están muy alejados
de lo que es la ciencia aplicada, la que no tendría mucho sentido
si no se vinculara con estos dos aspectos. Tampoco la ciencia es ajena
a aportar herramientas tecnológicas que ayuden a solucionar el
hambre del mundo (claramente un problema político y económico-social
pero que sería necio negar que puede verse facilitado con apoyo
científico-técnico).



“Dado que la introducción de genes extraños en un
organismo puede tener efectos inciertos sobre su fisiología y
bioquímica, se ha señalado el posible impacto en la salud
humana que podría ocasionar a corto, mediano o largo plazo, la
ingesta de alimentos que contengan OGMs, potencialmente portadores de
sustancias nocivas ….En virtud de la magnitud de los riesgos y
de la incertidumbre propia del conocimiento científico disponible
para evaluar estos riesgos, se ha invocado la pertinencia de aplicar
el Principio Precautorio como marco legal para el tratamiento de este
problema. Ello significa que .... el cultivo y consumo de OGMs no debería
ser autorizado hasta que existan mayores y mejores criterios de evaluación".
Nuevamente estas sentencias demuestran falta de conocimiento sobre el
sistema regulatorio existente en todos los países donde se han
aprobado los OGMs para sus distintos usos, incluyendo los países
miembros de la UE. Además de no aportar ni una mínima
evidencia científica real para tan fuertes aseveraciones (por
algo se ponen en tono potencial aunque no así las conclusiones),
estas frases denotan una injustificada falta de conocimientos científicos
e históricos. Desde el punto de vista científico resultó
siempre claro que es absurdo el análisis de riesgo de los OGM
desde el punto de vista de la tecnología en sí misma,
sino que debe hacerse caso por caso para cada OGM en particular. No
es lo mismo para la salud humana un tomate que tiene agregado un gen
que permite la síntesis de una vitamina que un tomate al que
se le agregó el gen que codifica para la toxina del cólera.
Si, como parece, el artículo es reciente, no se entiende por
qué se ignora que la comercialización de OGMs no es nueva
(lleva más de 20 años de experiencia desde que casi el
100% de los diabéticos se inyecta en la sangre en forma diaria
insulina humana producida por una bacteria OGM: la Escherichia coli
transgénica para el gen humano de la insulina). El consumo masivo
de cultivos OGM también lleva 10 años, sin que ningún
científico haya podido comprobar ninguno de todos los riesgos
que apocalípticamente fueron predichos. Se calcula que ya se
cosecharon más de 300 millones de hectáreas, las cuales,
procesadas para alimentación humana y animal se estima que han
sido consumidas en más de 100.000 millones de alimentos con alto
contenido de OGM, sin reportes de alergias, intoxicaciones u otras alteraciones
para la salud, el crecimiento o el desarrollo de las personas o afecciones
para la salud humana o animal. La autora afirma que no hay estudios
científicos sobre las posibles consecuencias negativas sobre
la salud, lo que es falso, ya que desde 1985, se realizaron 81 proyectos
de investigación tan sólo en Europa (la más interesada
en encontrar efectos negativos para poder seguir defendiendo su postura
agrícola) que incluyeron 600 estudios de bioseguridad alimentaria,
los que demostraron la inocuidad de los alimentos OGM en el mercado
actual.




La Organización Mundial de la Salud en su página Web www.who.int/foodsafety/publications/biotech/20questions/en/index.html
claramente define que “Los alimentos GM actualmente presentes
en el mercado internacional han pasado las evaluaciones de riesgo del
caso y no es probable que presenten riesgos para la salud humana. Además,
no se observaron efectos sobre la salud humana como resultado de su
consumo en los países en que fueron aprobados”. ¿Qué
resulta más confiable para el CONICET? ¿La palabra sin
fundamento científico de un artículo publicado en el sitio
www.rebelion.org o la de la OMS?. A la OMS podría agregarse una
enorme lista de instituciones como la FAO y Academias de Ciencias, Asociaciones
Médicas y Asociaciones de Nutricionistas y Dietistas de muchos
países del mundo.



Dice la autora que hacen falta mayores y mejores criterios de evaluación.
Por supuesto que se pueden mejorar y agregar nuevos criterios, pero
lo claro es que la experiencia y los resultados demuestran que los actuales
criterios han sido muy eficientes para prevenir los potenciales riesgos
que fueron planteados en el curso de la evaluación. Es más,
las últimas publicaciones de expertos en el tema en prestigiosas
revistas como Nature están planteando que las normativas actuales
que regulan a los OGM (algunas de ellas surgidas por sobre-reacción
del sistema ante los grupos de presión fundamentalista como los
del sitio Web que CONICET usó como fuente) son excesivas y deberían
ser flexibilizadas excepto para aquellas de uso farmacéutico
(las cuales no son mencionadas por el artículo ni por los otros
opositores a la tecnología ¿acaso no son OGMs también?).
Estaba muy bien invocar el Principio de Precaución hace 20-30
años, por ejemplo cuando se realizó la conferencia de
Asilomar a fines de los '70 después de que se descubrieran las
aplicaciones potenciales del ADN recombinante (en ese momento se temía
mucho más por las consecuencias en las investigaciones biomédicas
en bacterias que las investigaciones agronómicas en plantas).
Pero hace mucho que esta tecnología dejó de ser una novedad
y hace falta algo más que inspirar miedo irracional para fundamentar
lo que tan livianamente afirma la nota.



En otro fastuoso párrafo se desacredita la capacidad de los “reduccionistas”
biólogos moleculares para evaluar los efectos de largo plazo
dado que “se trata de alteraciones que pueden afectar drásticamente
a sistemas coadaptados, complejos y dinámicos, que son el resultado
de miles o aun millones de años de evolución” y
sólo los ecólogos sistémicos son los adecuados
para opinar. Lamentablemente, parece que la autora tampoco conoce mucho
de este tema. De su frase se deduce que confunde un ecosistema natural
(como el que encontraríamos en un parque nacional) con un agroecosistema
que es de naturaleza artificial: el hombre elimina toda la diversidad
natural para reemplazarla por un cultivo (es la esencia de la agricultura
que, nos guste o no, es la base de nuestra civilización moderna).
Nadie duda de su complejidad y de que tiene factores poco predecibles,
pero no tiene millones de años de evolución y tiene bastantes
factores predecibles, como lo demuestra la constante evolución
y mejoramiento de las prácticas agrícolas. Es más,
ya es una cuestión demostrada que la incorporación de
OGMs en los agroecosistemas ha ayudado a hacerlos más sustentables
gracias a la sinergia con métodos conservativos como la siembra
directa o gracias a un control más focalizado de los insectos
plaga respetando otros insectos benéficos. Pero el reduccionismo
del artículo intenta extrapolar conceptos de los ecosistemas
naturales a ecosistemas artificiales en los que estos conceptos son
claramente inadecuados.



Hay otro punto ligado al anterior que comete la falacia de no considerar
algunos conocimientos muy básicos de la genética. Todo
genetista sabe que para estudiar la evolución de una especie
es esencial estudiar los mecanismos reproductivos de dicha especie.
Las especies cultivadas son especies altamente domesticadas por el hombre
que difícilmente sobreviven en condiciones naturales. Además,
sus semillas son cosechadas año a año por lo que todos
los años asistimos a una masiva extinción de estas especies
en más del 99% de su área de distribución. ¿Dónde
sobreviven y se seleccionan las nuevas generaciones? En los semilleros
o en los campos que los agricultores dedican a la multiplicación
de su propia semilla. Por eso, la catastrófica frase “Debido
a la naturaleza multicausal y contingente de estos procesos, resulta
claro que una vez desatadas, estas transformaciones no son reversibles”
se ridiculiza cuando aprendemos de la experiencia que eventos OGMs liberados
en Argentina o en otros países como son el maíz con resistencia
a glufosinato de amonio o el tomate de aroma y sabor (Flavr-Savr) que
fracasaron comercialmente o fueron retirados del mercado, desaparecieron
totalmente del ambiente de un año para el otro. A nadie se le
ocurriría multiplicar una planta que se coma crudos a los chicos.
Finalmente, la autora parece ignorar la existencia de ecólogos
y genetistas poblacionales en todas las comisiones científicas
reguladoras de OGMs del mundo.



Respecto a la larga disquisición sobre la agricultura argentina
y en particular, la soja, prefiero remitirme a la última edición
de la revista Ciencia Hoy (http://www.ciencia-hoy.retina.ar/hoy87/index.htm)
que dedica todo el número a la modernización de la agricultura
Argentina, donde escriben los que verdaderamente saben del tema y se
refutan todos los argumentos expuestos. Simplemente me voy a detener
en 2 puntos particulares:



En el caso del monocultivo de soja mi posición contraria, es
coincidente con la de INTA y está muy bien expresada por el Ing.
Agr. Casas en varios medios de difusión incluyendo el citado
número de Ciencia Hoy. Sin embargo, frases como: “La soja,
tiene la particularidad de ser un extractor de nutrientes muy eficiente
… de manera tal que la concentración de fósforo,
potasio, nitrógeno y azufre en el suelo está bajando drásticamente…
de modo que el monocultivo se ha convertido prácticamente en
una actividad extractiva” olvidan que la soja es una leguminosa
y, como tal, es capaz de fijar nitrógeno atmosférico por
lo que requiere menor fertilización nitrogenada que otros cultivos,
por lo que en gran medida, el nitrógeno es, para la soja, un
recurso renovable y estamos hablando del principal fertilizante en la
agricultura.



El otro punto es la preocupación por el reemplazo de ecosistemas
naturales por artificiales (expansión de la frontera agrícola)
que es, en varios aspectos, una preocupación legítima
(caso de las yungas). Sin embargo, me da la sensación que para
la autora, el sobrepastoreo que está desertificando la Patagonia,
el reemplazo de bosques nativos por exóticos en el NEA (y muchos
otros) parecen ser problemas inexistentes frente a la tremenda amenaza
del monocultivo de soja y no puedo evitar pensar, ante esta dualidad,
que existen otros intereses más allá de una legítima
preocupación por la ecología.







La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos
publicó en su sitio de internet un documento donde responde a
las preguntas que frecuentemente se hace la gente sobre los transgénicos:



http://www.sagpya.mecon.gov.ar/new/0-0/programas/biotecnologia/respuestas.php







Para más información sobre el sistema regulatorio
en Argentina:





a




http://www.sagpya.mecon.gov.ar/new/0-0/programas/conabia/index.php







Dr. Esteban Hopp



Profesor Titular FCEyN UBA



Investigador Principal del INTA



Investigador cIentífico de la CIC








Ud. ¿A quién le cree?

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