Megaupload tiene dos semanas de gracia para que se arregle la situación de los datos de 50 millones de usuarios, o bien, serán destruídos. Dos semanas para esa cantidad de gente y datos me parece muy poco tiempo pero además, deberíamos de tener claro que lo que esta en juego aquí no son solo datos crudos, sino también la cultura que construyen los datos.
Los libros no son su páginas de papel, el cine no es una sala de proyección ni las cajas en las que se empaquetan para venderse, la música no son Ipods, ni tracks de 99 centavos o nuevos modelos de negocio. La cultura es experiencias, ideas, conocimiento - no objetos ni terabytes únicamente: el sistema cultural en nuestros días es post-artefacto.
Megaupload no es únicamente un servicio que cubría a demanda de acceso a la cultura que los monopolios intelectuales no cubren, era también una librería en donde la gente almacenaba, compartía y experimentaba bienes culturales que ellos mismos producían: consumidores y a la vez productores de música, libros y cine en su forma digital. Mucho de este material no pertenece ni siquiera a quienes promovieron el linchamiento a Kim Dotcom, quien por cierto, no es peor que los magnates de la industria del entretenimiento.
La destrucción de los datos de Megaupload, además de que seguramente implicaría violaciones de derechos de propiedad intelectual de muchos usuarios quienes utilizaban Megaupload para distribuir sus creaciones fuera del régimen corporativista de la propiedad intelectual, también significa la destrucción de un archivo cultural.
En la historia de humanidad, grupos de poder han decidido que la mejor forma de suprimir ideas que no les gustan o no les convienen, es destruyéndolas de forma intencional. Borrandolas de la memoria colectiva. La Biblioteca de Alexandria es el referente más frecuente, sin embargo existen casos de destrucción de acervos culturales mucho más cercanos a nuestro tiempo.
Hace 15 años la UNESCO publicó un reporte titulado “Memoria perdida: librerias y archivos destruidos en el siglo XX”. (PDF)
Varios de los casos que repasa el reporte se deben a desastres naturales, pero predomina la destrucción intencional debido a conflictos políticos, invasiones y guerras. Algunos ejemplos que vale la pena no olvidar:
Alemania: Durante la Segunda Guerra Mundial los encargados de las librerías crearon una “lista negra” de autores prohibidos que equivalía al 10% de las colecciones que se ofrecían al público. El 10 de mayo de 1933, se realizó la primera quema pública de libros. La “lista negra” llegó a 5,500 ejemplares y se estima que un tercio de los libros que existían en Alemania fueron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Checoslovaquia: En 1938 y hasta 1945 todos los libros de geografía e historia fueron confiscados. Muchos fueron quemados, destruidos o enviados a Alemania. La Librería de Ciencias Naturales, incluyendo su índice (de tarjetas) fue también destruido.
Polonia: Durante la ocupación alemana, se destruyeron intencionalmente las librerías, archivos y museos polacos. La Librería Militar que contenía 350,000 libros de historia de Polonia fue completa destrozada. La estimación final de la pérdida durante de este período es de 22.5 millones de libros.
Unión Soviética: 100 millones de libros fueron destruidos durante la invasión alemana.
China: De 1966 a 1976 se purgaron los libros que no eran “políticamente correctos”. Muchas librerías fueron cerradas y otras fueron quemadas. El reporte de la UNESCO considera que esta destrucción fue de una escala “sin precedente”.
Kuwait: En 1990 después de la invasión iraquí, las librerías y los centros de cómputo fueron quemados. El Centro Nacional de Investigación Científica y Tecnología de la Información fue trasladado a Bagdad.
Bosnia: En 1993 el 90% de la colección de la Librería Nacional de Sarajevo, la cual albergaba la historia de la cultura bosnia, fue completamente destruida durante el sitio de Sarajevo.
El repaso histórico de la destrucción de archivos de ideas y conocimiento de la UNESCO concluye:
La pérdida de archivos es una seria pérdida de memoria en un ser humano: las sociedades simplemente no pueden funcionar propiamente sin una memoria colectiva de sus archivos.
La infracción al derecho del autor, legalmente no es correcta (y no es un robo, es una infracción) puede que para algunos hasta políticamente incorrecta— pero la infracción masiva que sucede en nuestros días demuestra que tal vez lo que no es políticamente correcto es el sistema de propiedad intelectual que se pretende imponer a la fuerza en la era de la digitalización.
La destrucción de la infraestructura de Napster equivalió al cierre de un club comunitario (para el público, no estatal) de música. El cierre de OiNK a la quema de las tarjetas de un índice bilbiotecario. Pero Megaupload, es en sí, el archivo.
La situación es importante, por eso Electronic Frontier Foundation de hecho ha comenzado una campaña para ayudar a recuperar sus datos a los usuarios en Estados Unidos de Megaupload:
La batalla legal entre el gobierno y Megaupload no terminarán pronto. Mientras tanto, de cualquier forma muchos usuarios de los servicios de Megaupload han sido atrapados en las redes del gobierno, y, como consecuencia, han perdido acceso a sus propios datos.
Megaupload claro, tenía muchos clientes legales, pero esta gente no recibió notificación de que podrían perder acceso a sus datos y ninguna señal de como recuperar lo que les pertenece. Haciendo a un lado el caso contra Megaupload, el gobierno debería de evitar esta clase de daños colaterales, no crearlos.
La acción es coordinada con la iniciada por el Partido Pirata en Cataluña, a la cual puedes unirte sí eres afectado colateral del caso Megaupload.
Evidentemente, hablar solamente de “proteger la propiedad intelctual” provoca que dejemos a un lado las implicaciones culturales que tiene. Los resultados los estamos viendo. La digitalización y los respaldos son dos grandes ventajas que la tecnología ofrece al ecosistema cultural. Pero ¿qué pasa cuando el respaldo, es decir el archivo, es destruido? El borrar los datos en los servidores de Megaupload, equivaldría a borrar un pedazo de la memoria colectiva.
Carajo, no hemos aprendido nada…
Imagen Librería Nacional de Sarajevo vía Wikipedia