Cristina, reina da Suecia, invitó a René Descartes para ser una especie de filósofo en residencia en su reino. Años después Catalina, zarina de todas las Rusias, invitó al enciclopedista francés Denis Diderot para serlo mismo en su palacio, el Hermitage, en San Petersburgo. Federico el Grande de Prusia también quiso tener a su francés y mandá a buscar a Voltaire para ser su interlocutor y consultor literario y legitimizar su pretensión de ser rey filósofo e hijo del Iluminismo.
Descartes fue hostilizado por los pensadores suecos como ya había sido combatido por la Iglesia en Francia. Escribió desde Estocolmo que allá las ideas se congelaban, "exactamente como el agua". y fue el frio de Suecia el que lo mató, aunque se desconfie que los celosos médicos de la corte hayan ayudado un que resfriado sea mortal. Denis Diderot se quedó dos años en San Petersburgo. Su relación con la zarina y su corte fue pacífico y la separación fue amigable. Ya la visita de Voltaire al palacio de verano de Sans Souci, cerca de Berlín, fue feliz hasta que Voltaire fue preso por orden del rey cando intentaba vover a casa, acusado de quiebra de contrato y corrupción y de haber robado algunos de sus poemas eróticos, probablemente la acusación que más le dolió.
Lo curioso es como los tres (y otros como Rouseau, Condorcet, D"Alembert, que también les llevaron consejos franceses a poderosos de otras tierras) fueron adoptados por monarquías absolutas justamente por ser notorios herejes, cuya crítica a la ortodoxia religiosa implicaba, por ende, una crítica a todo poder absolutista, y cuyas ideas más tarde darian origen a las revoluciones republicanas. (Es de Diderot la frase "La humanidad sólo será libre el día en que el último déspota sea ahorcado con las tripas del último cura".)
Tal vez los monarcas intuyeram que mostrar inquietud intelectual y credenciales progresistas los salvarian de la onda racional que se aproximaba, o tal vez apenas quisiesen intelectuales iconoclastas a sus piés, como animais domados. La razón de los intelectuales para aceptar las invitaciones era más clara: en la época no se rechazaba un buen patrón, todavía mas un patrón con verbas reales. Pero también se inauguraba un tema que atravesaria la Historia, el de la relación de los intelectuales con el poder y del poder con los intelectuales. Dónde termina la facinación y a vaidade y empieza la complicidad, dónde termina la admiración y empieza la cooptación?
Una versión caricaturesca del intelectual cooptado es el bufón de la corte, el único miembro del reino autorizado a reírse del rey. Pero si el filósofo en residencia sólo se arriesbab a tener sus ideas cuestionadas o ignoradas, el bufón se arriesgaba mucho más. En un chiste clásico, el bufón está pronto para ser ejcutado en el sótano del castillo cuando llega alguien corriendo y grita: "Paren paren, el rey entendió el chiste!" El chiste era más peligroso que la idea y su castigo mas radical porque su producto potencial era el ridículo, o la herejía en su forma mas cortante, y que el poder más teme. El humorista era una amenaza constante de ridículo irrecuperable. A los intelectuales de la corte les bastaba con ser convivientes interesantes, aunque críticos. Ayudava si fueses francés.
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